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Un guiño contra el sexismo en los juguetes en el primer tráiler de "Barbie"

La cinta, protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, llegará a las salas el próximo 13 de julio de 2023 de la mano de la exitosa directora Greta Gerwig.
Lunes, 19 de diciembre de 2022 01:13
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El primer tráiler oficial de "Barbie" ha sido catalogado en las redes sociales como "una carta de amor al cine". En una aparente armonía crepuscular, niñas de fines de los 60 juegan con bebotes, sus carriolas y jueguitos de té cuando irrumpe la muñeca Barbie, al ritmo de "Así habló Zarathustra", de Richard Strauss, tema popularizado en "2001: una odisea en el espacio", de Stanley Kubrick. Las infantes arrojan sus muñecos en un arranque frenético y la magnética rubia ensaya su sonrisa irresistible por primera vez.

En poco más de un minuto todo se presenta auspicioso para este live action, protagonizado por Margot Robbie, con la que Mattel apunta a dotar al personaje de trazos argumentales sólidos y con el que la propia actriz dejó entrever que se impulsará una contranarrativa para las nuevas infancias. Sin embargo, la directora Greta Gerwig mensuró cada toma de este avance, apelando a un génesis que la mayoría desconoce.

Ocurre que antes de "convertirse" en la pareja de la industria del juguete más célebre del mundo, Ken y Bárbara -devenida luego en Barbie- eran los hijos de Ruth y Elliot Handler. Promediaban los 50 cuando al ver a sus niños en el cuarto de juegos a Ruth le surgió una sensación de incomodidad, aunque la epifanía que la acometía no era precisa. En el hogar de clase media alta estadounidense de los Handler todo parecía adecuado: ambos disponían de los productos destinados al ocio infantil populares en aquella época. De hecho, los Handler habían iniciado una colaboración mutua en la que ella se dedicaba al negocio y la mercadotecnia, y él era el creativo: Mattel. Fundada en 1945 y resultado de la aleación de los socios Harold Mattson y el propio Elliot, en un principio fabricaba marcos de fotos y, con los restos de madera, casas para muñecas.

El desasosiego de Ruth sería definido en tiempos modernos como sexismo en los juguetes, pero a ella por entonces se le presentaba en líneas simples. Ken podía inspirarse a ser bombero, astronauta, vaquero, a partir de sus juguetes, mientras que a Bárbara le estaban destinadas figuras de cartón de una dimensión a las que debía adosar prendas de ropa con pestañas. La otra opción, mucho más común, alejaba a las chicas del universo de la moda y el diseño, y las circunscribía al ámbito doméstico. Así, los bebotes propiciaban las destrezas del cuidado y el servicio, como adoctrinándolas para un rol: el de buena esposa y ama de casa que se consideraba la máxima aspiración de las mujeres en una sociedad estadounidense conservadora.

Con la idea instalada como un micoorganismo patógeno, Ruth se fue de vacaciones a Alemania en familia. Allí se topó con Lilly, una figura para adultos de plástico y 27 centímetros, con curvas pronunciadas, sedoso pelo rubio y mirada desdeñosamente oblicua. Lilly protagonizaba unas historietas que aparecían en un periódico de tirada menor y en la ficción tenía sexo con hombres por dinero. Pero la estadounidense la alzó y volvió a su país de origen, convencida de que era el esbozo para el desarrollo de una nueva era.

Relatan en el documental "The toys that made us" que quien rediseñó a Lilly fue Jack Ryan, un ingeniero graduado en Yale que había trabajado en la compañía aeroespacial Raytheon en la creación de los misiles AIM-7 Sparrow y MIM- 23 Hawk. La primera muñeca, diferente de su predecesora por el tipo de plástico y sus articulaciones móviles, lucía una malla rayada en blanco y negro, llevaba una cola de caballo y anteojos de sol al estilo diva de Hollywood. Los ejecutivos de Mattel no entendían el patrón de juego porque no les gustaba la idea de "una muñeca con senos", pero permitieron que fuera a la Toy Fair de Nueva York de 1959.

Con vendedores, compradores y dueños de tiendas hombres, la idea se desplomaba. Pero los estudios de mercado tampoco eran favorables entre las mujeres, que la veían como "competencia". Quien salvó a la rubia dorada fue Ernest Dichter, el psicólogo y experto en marketing conocido como el "padre de la investigación motivacional". Él apoyó ante Mattel el concepto de Barbie, "una modelo adolescente en ascenso". La primera muñeca se fabricó en Japón. Durante el primer año de producción fueron vendidas 350.000 muñecas y las infancias del mundo ya no pudieron sino rendirse a su encanto. Efecto que dura hasta hoy.

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