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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La construcción de Salta: su legado y nuestro compromiso

La difícil tarea de cicatrizar heridas del pasado y conducir hacia el futuro 
Martes, 15 de febrero de 2022 01:11
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Por Julio Pizetti
Consultor y analista político

 

Pensar en Roberto Romero inundó mi memoria de recuerdos y del impacto que tuvo sobre mi vida en particular y sobre la de todos los salteños en general. Como todo hombre que hace, tuvo seguidores y detractores, pero aplicando una mirada histórica y haciendo un balance de su legado debemos ser justos y recordar lo que nos dejó.
Roberto Romero fue un hombre de lucha, de firmes convicciones, de personalidad cautivante y, lo más importante para todos nosotros, fue un hombre con una poderosa visión para Salta y su pueblo.
Un líder que conducía y que se ganó su lugar en la historia.


En el afán de hacer, todos tenemos aciertos y errores, pero de alguna manera lo que nos define es el apego (o el desapego) a nuestras ideas y el coraje para luchar por ellas y en lo que creemos.
En lo personal, don Roberto, tal como lo llamábamos todos los que lo conocíamos, estuvo en el inicio de mi carrera como Consultor Político y puedo afirmar que participar como encuestador en su campaña a gobernador me otorgó el status de consultor profesional. Trabajar con él fue una experiencia que marcó toda mi vida y el día que ocurrió su trágica desaparición me provocó el dolor que, cuando se van, solo provocan aquellas personas a quienes uno les tiene un profundo afecto. Pero la grandeza del hombre no solo se mide por el impacto que tuvo en alguien en particular, sino también por el impacto que puede haber tenido sobre todas aquellas personas que conformaban su sociedad contemporánea.

Hoy a treinta años de su partida de este mundo sería difícil hacer un balance de su impacto en esta provincia sin tener un contexto histórico que de alguna manera funcione como ese telón de fondo en el teatro que le da sentido a la obra y a lo que sucede en el escenario.

 

En 1983 cuando Romero se convierte en gobernador, vivíamos en un país que desde hacía 53 años no lograba una democracia estable y continua.
 


En 1983 cuando Roberto Romero se convierte en el primer gobernador de Salta, en el nuevo período democrático de la Argentina, vivíamos en un país que desde hacía 53 años no lograba una democracia estable y continua. Además, que emergía de un doloroso y oscuro período de dictadura militar, marcado por la sangre y la falta de libertades de todos los argentinos.

Después de mucho tiempo, sin la posibilidad de ejercer nuestro derecho a votar, por primera vez y con algo de miedo, los argentinos elegimos a quienes conducirían al país y a la provincia en la transición de ese momento. Todos esperábamos con mucha ilusión que sobrevinieran nuevos tiempos de paz, construcción y progreso.

El momento histórico ponía sobre la espalda del nuevo gobernador que asumía la difícil responsabilidad de cicatrizar heridas del pasado y conducir a su pueblo por un camino de libertad hacia un horizonte con futuro y esperanza.

 

Estaba todo para hacer

Don Roberto fue la sintonía perfecta del hombre y su tiempo; aportó a esta provincia la visión necesaria para poder alinear todos los factores que nos pudieran llevar hacia un futuro mejor, nos hizo soñar con el Norte Grande y nos hizo confiar en nosotros mismos y en nuestras propias capacidades.

Abraham Lincoln en su dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de Gettysburg (Pensilvania) el 19 de noviembre de 1863, cuatro meses después de la Batalla de Gettysburg, durante la Guerra Civil estadounidense, invoca los principios de igualdad de los hombres y por primera vez aplicó la fórmula del “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” para definir la democracia.

Hoy, 30 años después de la partida de Roberto Romero, queremos rendirle un homenaje. Estoy convencido que la mejor forma de recordarlo y hacer honor a su legado es que, quienes compartimos esa época, nos avoquemos a completar esa gran tarea, concebida con una enorme visión histórica, de convertir a Salta en líder del Norte Grande. Y al igual que Don Roberto, buscar nuestro lugar y jugar nuestro rol para que algún día nuestros hijos puedan sentirse orgullosos en una provincia cada vez más próspera, autodeterminada y con capacidad de contener a todos.

Don Roberto ya es parte de la historia; nuestro homenaje debe ser concluir con la tarea pendiente.
 
 
 

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