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Economías cerradas y abiertas. Entre los economistas, es común proponer sus análisis comenzando con un "modelo" lo más sencillo de poder construirse, el cual reduce los actores a los más básicos posibles, que son las familias y las empresas: las primeras son las que consumen los bienes y servicios que la economía elabora, y las segundas son las que los producen, dejando así de lado al Gobierno y al sector externo.
Marx no fue la excepción y basó su análisis en las relaciones, esta vez no entre familias y empresas, sino entre estas últimas y los trabajadores, sosteniendo que, puesto que "todo el valor" de lo producido es generado por los trabajadores, al ser el salario menor que el "valor" del producto, necesariamente existía una explotación contra aquellos.
Resulta muy interesante detenerse a escrutar el razonamiento de Marx, al estar apoyado en numerosos juicios de valor; por ejemplo, la negación del papel de los empresarios, o el operar con el concepto de "valor", independizándolo de los precios.
Sin embargo, parece más fructífero aquí prestar atención a otra importante falla en su razonamiento, cual es el supuesto colapso de las economías de mercado debido a la "lucha de clases", que nunca se produjo, especialmente una vez que Keynes resolvió el acertijo de las crisis que provocaban caída en la producción y el empleo, crisis que "fogoneaban" la adhesión de los trabajadores al marxismo, aunque también a su imagen especular: el fascismo.
Quien tuvo más fortuna en asociar el planteamiento marxista a la evidencia que mostraban las economías, fue Lenin, quien señaló al imperialismo como "la etapa superior del capitalismo", mostrando que, efectivamente, el nuevo colonialismo del siglo XIX devenido en crudo imperialismo por parte de las principales naciones de Europa, provocaba sí un enfrentamiento entre las metrópolis y las colonias, si bien el mecanismo de comercio no era igual por parte de las diferentes metrópolis. Curiosamente, sin embargo, la "lucha de clases" no se dio tanto entre colonias y metrópolis, sino entre estas últimas, y vaya si hubo lucha, si se juzga por las guerras del Siglo XIX y las dos guerras mundiales del Siglo Veinte!...
Nostalgias leninistas
El imperialismo de Lenin es una reliquia del pasado. Keynes, mal que les pese a los ortodoxos recalcitrantes, fue un teórico brillante que desnudó los errores metodológicos de los economistas contemporáneos suyos (lo que provoca en especial la urticaria de los economistas más energúmenos) jerarquizando a la Economía, y al mismo tiempo, fue también un concienzudo "médico" del capitalismo, tanto en sus etapas "inferiores" (economías cerradas) como "superiores" (economías con relaciones comerciales entre países).
En efecto, Keynes, por una parte, mostró que a nivel de "economías cerradas" las crisis generaban desempleo masivo y consecuentes huelgas "salvajes", capitalizadas por los marxistas, desalentando en casos extremos el consumo de las familias ante el temor de endeudarse y quedar luego desempleadas, y la inversión de las empresas que veían sus ventas completamente reducidas, con lo que, también como recurso extremo, el gobierno bien podía "tomar la posta", hasta tanto la confianza de los actores principales (familias y empresas) retomaran su rumbo habitual.
Por otra parte, en los escenarios de "economías abiertas", el mecanismo "metrópoli - colonia" era inconsistente, especialmente en los casos de las economías europeas que tensaban esa relación de manera violenta (con los casos extremos del colonialismo fascista de Italia y la Alemania nazi). En su lugar, y con los resultados trágicos de las dos guerras mundiales, Keynes, junto a sus colegas de Estados Unidos, ideó un sistema que rige aún hoy, que es el del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, sistema que, no exento de errores, ha contribuido al proceso de descolonización y permitido conformar un mecanismo no violento de conexiones comerciales entre las economías de todo el mundo.
El marxismo perdió por 2-0
Concluyentemente, ambos planteos, el de Marx y el de Lenín, fueron derrotados, en buena medida, por las correcciones que Keynes junto a otros economistas incorporaron al análisis económico, lo que no fue obstáculo para que, además de la furia explicable de los propios marxistas al haberles sido arruinado el libreto, se le añadiera la de la ortodoxia fundamentalista de algunos economistas, quienes no vacilan en considerar a Keynes un marxista!...
Aún así, y aunque luego de la culminación de la Segunda Guerra se produjo una gran expansión de la economía mundial, esto no evitó que aparecieran nuevos problemas, como el ensanchamiento de la brecha de desigualdad en algunas economías, junto a la aparición de complicaciones ambientales y los desvíos de algunas economías, como las latinoamericanas durante varias décadas, empeñadas en "diseños propios" que generaron estancamiento económico, desempleo e inflación, que, en el caso de la Argentina, para algunos sectores, "son culpa del FMI" ...
El Chapulín Colorado
Groucho Marx, en una de sus célebres ocurrencias, decía: “Si Ud. no comparte mis principios, no se preocupe: tengo otros”, y de manera similar, los populistas, cual el Chapulín Colorado, se proponen “salvarnos”, tomando la posta de los marxistas, “con otros principios”...
El problema es que, a diferencia de estos últimos, quienes aplicaban teorías equivocadas, los populistas carecen por completo de propuestas, como no sean las de acceder al poder y conservarlo a cualquier costo. En esta empresa, un poderoso aliado es, justamente, la ortodoxia económica, que propone soluciones extremas, muchas veces con los resultados equivocados que ya Keynes advertía que inevitablemente ocurrirían, lo que brinda al populismo una nueva oportunidad de generar sus propios errores, culpando al “imperio”, el “establishment” y otros enemigos (“¡Ah, pero EEUU! ...”)
En su lugar, para los populistas, los “buenos” son ahora los antiguos derrotados, como el imperio ruso, recientemente resucitado por el nuevo Rasputín, o Zar Putín, cuyos pilares económicos son similares a los que sostenían la economía fascista y nazi: las ocupaciones territoriales y el sometimiento de naciones, pilares que son igualmente frágiles y de “patas cortas”.
La ilusión de los populistas de encontrar en la Rusia neo-imperial un soporte económico e incluso militar, es solamente eso, y la concepción de que ese alineamiento “contrarresta” la supuesta “sumisión al imperio yanky”, es otro esperpento. El imperialismo ruso tiene poca vida y se apoya en cimientos endebles, a la vez que la idea de un supuesto imperialismo británico o norteamericano atrasa largas décadas.
El empeño populista de asociarse con nuevos imperios de papel pintado, buscando su abrigo, no es evidentemente el mecanismo para salir de la pobreza extrema, el desempleo masivo, el estancamiento económico y la inflación.
En su lugar, hay que entender y poner en práctica los mecanismos de la nueva economía posterior a la Segunda Guerra Mundial: ¡Muchachos, el marxismo perdió por dos a cero, y el populismo que pretende reemplazarlo, quiere enfrentar al cuadro de fútbol equivocado, y ni siquiera tiene equipo!...