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24 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Poesía y geología del paisaje calchaquí

Desde los tiempos de Pangea hasta la Ruta del Vino, los cerros, los ríos y los valles describen, en palabras de Teuco Castilla, "la hecatombe que erigió la Cordillera de los Andes".
Lunes, 09 de enero de 2023 01:31

La asombrosa riqueza de la geología calchaquí dio lugar no solamente a los estudios científicos que buscaron develar sus misterios, sino también a inspirados poemas sobre el viento, las arenas, los viñedos y el buen vino. Casi no hay poeta salteño que no se haya sentido conmovido por el impactante paisaje calchaquí. "Calchaquí" es una palabra que encierra hoy múltiples significados. Hablamos de río calchaquí, valles calchaquíes, vinos calchaquíes, pueblos calchaquíes, arqueología calchaquí, cumbres calchaquíes y hasta de una provincia geológica: Calchaquenia.

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La asombrosa riqueza de la geología calchaquí dio lugar no solamente a los estudios científicos que buscaron develar sus misterios, sino también a inspirados poemas sobre el viento, las arenas, los viñedos y el buen vino. Casi no hay poeta salteño que no se haya sentido conmovido por el impactante paisaje calchaquí. "Calchaquí" es una palabra que encierra hoy múltiples significados. Hablamos de río calchaquí, valles calchaquíes, vinos calchaquíes, pueblos calchaquíes, arqueología calchaquí, cumbres calchaquíes y hasta de una provincia geológica: Calchaquenia.

Testigo de la hecatombe

Leopoldo Castilla ha definido certera y poéticamente al Valle Calchaquí como una "geología desbordada de intensa belleza". Y ha señalado que: "El paisaje del valle, es una grafía desbordada y magnífica de la hecatombe que erigió la Cordillera de los Andes".

Si bien el valle es relativamente joven en tiempos geológicos, encierra en su intimidad retazos de mundos rotos y desaparecidos que se remontan a unos 600 millones de años atrás. Para aquella época la región salía de una etapa de enfriamiento global, el Criogénico, y los continentes y océanos tenían una disposición completamente diferente a la actual. Estábamos en el borde occidental de Pangea, que luego se desmembraría para formar Gondwana. Los continentes estaban ubicados hacia lo que hoy es Brasil y la región Calchaquí yacía debajo de un océano de aguas profundas.

Las capas marinas fueron formadas en el fondo oceánico por corrientes de turbidez, dando lugar a las turbiditas. Las mismas rocas que se explotan para lajas en los alrededores de Cachi y contienen innumerables restos de trazas fósiles de gusanos marinos, como las Oldhamias y los Nereites. Esas rocas se mantienen bien conservadas al norte del valle, pero hacia el sur se van transformando en rocas más metamórficas, esto es esquistos y gneises llenos de mica, cuarzo e incluso granates y turmalinas. Al hundirse las rocas marinas fueron penetradas por grandes cuerpos de magma dando lugar a granitos.

Tiempos de dinosaurios

Unos 70 millones de años atrás un mar somero entraría profundamente en la región y depositaría una extensa capa de calizas amarillas: la Formación Yacoraite. Esa formación, que aflora en retazos en todo el valle, se formó en tiempos de los dinosaurios. A propósito, está llena de huellas de dinosaurios, especialmente en el Valle del Tonco, y también contiene restos de peces, gasterópodos, plantas y algas estromatolíticas. Además, es portadora de mineralizaciones de uranio, vanadio y cobre, como las que se explotaron en la mina Don Otto en el valle del Tonco. Esa plancha calcárea, formada al nivel del mar, se rompió, se elevó y se hundió a distintas alturas y profundidades con los movimientos andinos, y hoy nos sirve de nivel de referencia de esas grandes perturbaciones. Es la misma formación que aparece en el Acay a más de 4 km de altura y en el Chaco a más de 6 km de profundidad, demostrando que los Andes se partieron y arrugaron en más de 10 km en la vertical.

La selva y la Puna

El Valle Calchaquí, como tal, se estructuró en una fosa tectónica a fines del periodo Terciario. Hasta unos 6 millones de años atrás, las sierras del oriente, o sea las Cumbres Calchaquíes, no se habían levantado. Los ríos corrían libremente de occidente a oriente y las selvas montanas lluviosas y subtropicales estaban en la cara occidental del valle.

Desde allí partía la llanura del antepaís, un equivalente a la llanura chaqueña actual. Es como si hoy pudiéramos desplazar idealmente la selva de Baritú y llevarla al oeste, al pie de las montañas que limitan con la Puna. Ríos caudalosos, grandes árboles, cocodrilos, tortugas y otros animales prehistóricos poblaron aquellos ambientes. Todo cambiaría con la elevación de las Cumbres Calchaquíes que llevarían a la formación de una fosa tectónica. Metamorfosis de selvas por desiertos. El proto-río Calchaquí tuvo que adaptarse a la nueva realidad geológica y comenzó a correr en sentido norte-sur. En tiempos un poco más modernos captaría al río Santa María y formaría la red de drenaje que hoy conocemos.

Unos 30 mil años atrás un gran terremoto hizo colapsar la ladera del cerro El Zorrito y cuatro billones de toneladas de rocas se movieron en función de la pendiente en una avalancha catastrófica. Ello formó un dique y un gran embalse o lago que llegó hasta San Carlos y Tolombón. Luego ese lago se rompería y se vaciaría catastróficamente. La remoción de los materiales depositados en el fondo de ese lago, ahora seco, especialmente arenas micáceas, crearon el campo de dunas de Cafayate.

Viento y arena

"La arena como compendio de la fugacidad: viento y arena", nos dice el poeta Santiago Sylvester. La geología de las caras occidental y oriental del Valle Calchaquí es esencialmente diferente. La cara occidental está formada por rocas antiguas, precámbrico- paleozoicas, cristalinas, ígneo-metamórficas, micáceas, duras y tenaces, mientras que la cara oriental está formada por rocas mesozoicas y cenozoicas, sedimentarias, blandas, de areniscas y arcillas rojas, calizas amarillas, así como areniscas, gravas y conglomerados pardos provenientes de la destrucción de las rocas antiguas.

Los procesos de meteorización y erosión son también diferentes y generan geoformas particulares a esas litologías. En palabras del poeta Raúl Aráoz Anzoátegui: "Como se alza el paisaje desvelado, /repartiendo sus rústicas campanas/ por el valle desierto y apretado". Pensemos en las cuevas de Acsibi, donde areniscas eocenas de intenso color rojo ladrillo sufren un proceso de levigado y dan lugar a formas dómicas que hemos llamado "Paisaje de Gaudí" por el gran arquitecto catalán. Esa "furia del espectro" como certeramente lo definiera el artista plástico y poeta Mariano Cornejo. O el Paso de las Flechas en Angastaco, tallado en conglomerados verticales que dan lugar a un "Paisaje Gótico".

Esas "crispadas catedrales de torres rotosas" como les llamó Manuel J. Castilla en su Cerros de Angastaco (1966). O esos paisajes de capas rojas rastrilladas por la erosión y que recuerdan ruinas y figuras de un "Paisaje Medieval".

Eso que inspiró al músico y poeta Marcelo Sutti cuando escribió "el herrumbre del aire y la escultura/ del anónimo artista que perdura/ en su obra inmaterial hecha de arcilla". Las capas rojas, pintadas por el hierro férrico que actúa como cromóforo, dan lugar a ese paisaje universal de los "red beds", que alcanza su máxima expresión en la Quebrada de las Conchas ("Quebrada de Cafayate/ ¡Toda roca, roca en flor!/ Jamás he visto una piedra/ Con más imaginación"), nos dice el poeta Julio César Luzzatto.

Gran parte del sur del Valle Calchaquí entra en la definición internacional de "bad lands", formaciones geológicas deleznables que yacen con alto ángulo y donde la erosión genera entalladuras que hacen difícil el tránsito en ellas. Donde se crean curiosos laberintos geológicos que hubiesen potenciado la imaginación de Borges.

Un universo de geoformas que llevaron a Juan José Coll a sintetizarlo como: "Los animales geológicos/ duermen su sueño de hierro/…polvo de roca y de tiempo".

O al decir del poeta Eduardo Ceballos: "Castillos, arena y viento/ el paisaje donde ruge/ el salvaje calchaquí".

La ruta del vino

La química, mineralogía, permeabilidad y porosidad de los suelos son también diferentes a un lado y otro del valle y por lo tanto también lo son los distintos terroirs. La historia geológica del valle condiciona así la calidad de los suelos y de los vinos. Vinos que llegaron con los conquistadores en el siglo XVI, sorprendieron a los viajeros decimonónicos y hoy son el elixir y estandarte de un valle único y singular.

Estos y otros temas son el motivo de un nuevo libro del autor titulado "Geología Calchaquí", con prólogo de Marcelo Sutti y texto de presentación de Leopoldo Castilla, editado en 2022 en la colección "Memorial del Valle Calchaquí de Salta", un notable esfuerzo editorial de Bodega San Pedro de Yacochuya. El artista plástico Mariano Cornejo ha plasmado en la tapa su visión holística del paisaje. Castilla considera al libro como una "guía imprescindible para atravesar ese laberinto de montañas, que hacen de esta región un escenario de incesantes prodigios".

 

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