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Por Flavio Gerez, músico y Dr. en Física
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La obertura de la ópera "Oberon" de Carl Maria von Weber está orquestada para dos flautas, dos clarinetes en La, dos oboes, dos fagotes, cuatro cornos (dos en Re y dos en La), dos trompetas en Re, tres trombones (alto, tenor y bajo), cuerdas y timbales. Introduce suavemente las tres notas del cuerno mágico de Oberon, a cargo del corno, acompañadas por frases introducidas por las cuerdas de un modo casi ahogado, cascadas etéreas de notas a cargo de los vientos de madera y una antítesis serena de la marcha triunfal de la ópera. Un acorde repentino fortíssimo interpretado por toda la orquesta despierta al oyente de este hechizante inicio. El ritmo se ralentiza paulatinamente con el regreso del llamado del cuerno mágico, seguido por el tema del aria para tenor "De la juventud al campo de batalla" de Huon, uno de los personajes de la ópera, que es interpretada por primera vez por el clarinete solista y luego adoptada y desarrollada por los violines con una gran belleza expositiva. En la tormentosa sección central, extractos de la melodía aparecen incesantemente para, finalmente, en la reexposición, retornar al tema central que no es otro que la parte final del aria de bravura para soprano "Océano, tú monstruo!" de Reiza, otro personaje, extendido por los violines, que es brillantemente apoyado por todos los instrumentos de viento. La Orquesta Sinfónica de Salta interpretó la obertura un día después de cumplir ésta 197 años desde su estreno en el antiguo Covent Garden de Londres y arrancó los aplausos del público que decidió escoger la profunda emoción y gran musicalidad transmitidas por la obra y la orquesta comandada por Gonzalo Hidalgo.
Durante la Primera Guerra Mundial, España recibió una afluencia de artistas extranjeros, entre ellos el empresario Serge Diaghilev y sus ballets rusos, que se convirtieron en los favoritos del rey Alfonso XIII. Diaghilev y el compositor Manuel de Falla discutieron proyectos potenciales, y se decidieron por una adaptación de la novela cómica de Pedro Antonio de Alarcón "El sombrero de tres picos". Falla llevó la obra a escena primero como la pantomima "El corregidor y la molinera", y luego como un nuevo ballet, aumentando el tamaño de la orquesta y eliminando algunos fragmentos de la segunda parte. El ballet, que contó con decorados y vestuario diseñados por Pablo Picasso, se estrenó con gran éxito en Londres en 1919, consolidando la reputación internacional de Falla.
La Segunda Suite de este ballet, que interpretó la Orquesta Sinfónica de Salta el pasado jueves, presenta una combinación de temas tradicionales y flamencos en tres movimientos que incluyen una seguidilla popularizada en la zarzuela "La boda de Luis Alonso", una farruca flamenca oscura y ardiente y una jota final que combina todos los temas del ballet en un clímax caótico y una resolución jubilosa. La orquestación es exquisita y permite generar múltiples climas y colores en los escasos 15 minutos que dura la obra: piccolo, 2 flautas, 2 oboes, corno inglés, 2 clarinetes, 2 fagots, 4 cornos, 3 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, percusión (bombo, castañuelas, platillos, caja, tam-tam, triángulo, xilófono), arpa, piano/ celesta y cuerdas. Un gran despliegue visual y auditivo que no dejó indiferente al público salteño que respondió con una ovación proporcional a la música escuchada.
La Sinfonía No. 2 en Do menor, opus 17 de Piotr Ilych Tchaikovsky, también conocida como la "Pequeña Rusia", escrita en 1872, es una de las obras más populares y apreciadas del compositor y un ejemplo perfecto de su habilidad para combinar la tradición clásica con la música popular rusa, o ucraniana para ser más precisos. La obra comienza con un Andante sostenuto - Allegro vivo, donde Tchaikovsky utiliza la técnica de contrapunto para crear una rica y compleja textura musical. La melodía principal, tomada de una canción popular ucraniana dedicada al río Volga, se une a otras melodías secundarias, creando una multiplicidad de sensaciones producto de los contrastes dramáticos y la suntuosa y colorida sonoridad. El segundo movimiento, Andantino marziale, quasi moderato, es una marcha nupcial compuesta para su ópera no publicada "Ondine", que tiene en su sección central elementos de una danza folclórica ucraniana. Esta sección es quizás la más conocida y se caracteriza por su elegante melancolía y emotiva línea melódica. La orquestación es delicada y sutil: los instrumentos de viento, las cuerdas y especialmente los timbales, que asumen un rol protagónico en el discurso musical y en la resolución de este movimiento que en la noche del jueves pasado fue el pináculo de la interpretación de la Sinfónica con un tratamiento magistral de los matices, especialmente de los pianissimi, por parte del maestro Hidalgo, que una vez más nos mostró lo bien que se le da la música de Tchaikovsky y la elegancia serena en la ejecución de los timbales por parte de Martín Bonilla. El tercer movimiento, Scherzo: Allegro molto vivace, es un movimiento rápido y virtuoso, lleno de energía y entusiasmo. La orquestación y los cambios de tempo de 3/8 a 2/8 en el trío central son hábilmente utilizados para enfatizar la sensación de ritmo y movimiento sin perder el lirismo propio y característico del compositor. El último movimiento, Finale: Moderato assai - Allegro vivo - Presto, es un movimiento que presenta un amplio abanico de recursos musicales que se traducen en un vibrante estímulo para las emociones. Tchaikovsky combina elementos del folclore ucraniano con su propio estilo romántico, creando una singular fusión solo superada por sus últimas tres sinfonías. Al esplendoroso final de esta sinfonía siguieron unos cálidos aplausos de un público entregado que lamentablemente estuvo muy lejos de colmar el Teatro Provincial. Los conciertos en días jueves corren con esa desventaja. Creo que sería muy positivo que quienes toman las decisiones en este aspecto consideren cambiar el día en el que se brindan los conciertos de la Orquesta Sinfónica, principalmente para generar una mayor afición en el público de la ciudad de Salta que aprecie el enorme esfuerzo intelectual y físico que realizan los músicos y el propio director para brindar la mejor versión posible de las obras que se presentan. Nunca olvidemos que el alimento principal de los músicos son los aplausos. Mientras más personas puedan disfrutar de los conciertos mucho mejor para todos.