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Hay informaciones que pasan desapercibidas. Pero, son estas noticias que pasan "por debajo del radar" -como los aviones del narcotráfico-, las que podrían impactar en toda la sociedad en un futuro nada lejano; tanto o más que las que nos aturden y anestesian hoy. En la capital del estado de Florida, la junta directiva de la Tallahassee Classical School forzó a renunciar a su directora cuando tres padres se quejaron porque, en una clase de arte, se mostró una foto "controversial" de "El David" de Miguel Ángel. La escultura, exhibida en la Galleria dell'Accademia desde 1873, es una obra maestra del Renacimiento italiano por excelencia. Si, claro; está desnudo. ¿Y qué? ¿Eso la convierte en "pornografía" como adujeron los padres? Confundir arte renacentista con pornografía es una muestra de un retroceso cultural difícil de calificar. En la maraña de desentendidos posteriores, el presidente de la junta escolar alegó que este año no se había advertido a los padres que los estudiantes iban a ver "El David". Calificó a esta omisión como un "error atroz" y dijo que "los padres tienen derecho a saber cada vez que a sus hijos se les va a enseñar un tema y una imagen controvertida". "El David" no es una imagen controvertida. No lo es. Punto.
Si aceptamos esto, deberíamos advertir que las infinitas imágenes de cada estancia del Museo Vaticano contienen "imágenes controvertidas". Con este criterio todo el arte grecorromano es "controvertido". ¿Deberíamos cerrar todas las ciudades europeas debido a las representaciones artísticas de la forma humana que abundan es sus museos, calles, plazas, iglesias y fuentes? Quizás, debamos "advertir" que la función del arte es controversial, antes que la Policía del Arte se apodere de los mecanismos de la censura y comience a cercenar toda posibilidad de arte y toda "posibilidad de controversia".
El retroceso cultural nos lleva a abrazar nuevas formas de fundamentalismos. Paradójico, pero la cultura occidental tiende a asociar al fundamentalismo y a la censura con otras sociedades. Quizás haya quienes creen que hay algunos fundamentalismos mejores que otros. Rarezas de esta posmodernidad sin rumbo, forma, ni propiedad. Pero toda microdictadura lleva a dictaduras mayores. Cuando tres padres pueden decidir -de hecho- sobre el contenido cultural de una escuela, ergo, de un sistema, hay algo que está mal. "Algo huele a podrido en Dinamarca", hubiera dicho el Hamlet de Shakespeare. Habrá que ver qué dirá en este nuevo siglo, cuando esta maravillosa pieza literaria sea sujeta a "revisión".
Es que tanto en el cine, teatro o el mundo editorial, se está tornando habitual pedir que los guiones y manuscritos sean "aprobados" por "Sensitivity readers", "lectores sensibles" que, en teoría, poseen una sensibilidad adecuada en virtud de sus trayectorias o de sus identidades. El miedo cunde. En la Ópera Nacional de Londres y el Metropolitan de Nueva York se prohibió el uso de maquillaje negro para presentar Otelo, la ópera de Verdi. Igual, se alzaron voces exigiendo que el rol fuera interpretado por un tenor negro. Pero… Otelo es un general moro, o sea, árabe. Pareciera que los nuevos pasionarios de la identidad no son antirracistas, sino que son los nuevos racistas.
Por todos lados vemos avances hacia un mundo donde, cada vez más, se teme el juicio por la "apropiación cultural"; sin apropiarnos -como civilización- de la cultura general. El "sensitive buró" no es, todavía, una oficina de censura; pero lo será. La Policía de la Cultura y la Policía del Pensamiento están en pleno desarrollo y crecimiento.
Reescribiendo la literatura
Una de las primeras víctimas de esta nueva moda de "revisión literaria" es Agatha Christie. Sus novelas están siendo reescritas por la editorial Harper Collins -no me queda claro si como negocio inescrupuloso o por haber cedido ante la idiotez-, para adaptarlas a las "sensibilidades modernas". En "Muerte en el Nilo", el personaje de Mrs. Allerton, al quejarse de un grupo de niños que la están molestando, dice: "Vuelven y miran, y miran, y sus ojos son simplemente repugnantes, y también sus narices, y no creo que realmente me gusten los niños". Ahora el pasaje se leerá como: "Vuelven y me miran y me miran. No creo que me gusten los niños". En otros tramos se cambiaron palabras y, por ejemplo, se eliminó el término "oriental", o se reemplazó el de "nativo" por "local". En "Un misterio caribeño", se ha suprimido la observación de Miss Marple sobre un empleado de hotel que le sonríe y que, según ella, tiene "unos dientes blancos tan bonitos". Me pregunto si no deberían eliminar, de paso, todos los crímenes para no herir otras sensibilidades. Por lo visto, se trata de "lectores sensibles" sesgados solo hacia ciertas sensibilidades.
Quizás debamos reescribir la "Metamorfosis" de Apuleyo -la única obra que nos ha llegado intacta en latín del mundo grecorromano antiguo- por sus escenas de sexo explícito; y por su descripción del maltrato a los esclavos por parte de sus amos aristocráticos. La inequidad no es tema que pueda soportar cualquiera.
¿Deberíamos reescribir, acaso, "Las mil y una noches", para evitar toda mención a la indecorosa costumbre del rey Schahriar de desflorar y matar cada noche a una virgen? Scheherazade no puede pasar de concubina a reina tras haber concebido tres hijos de ese rey inmoral, aún después de haberlo educado en costumbres y valores morales tras las mil y una noches en cuestión. El no consenso literario podría causar ofensas morales irrecuperables.
Quizás debamos "corregir" "Los viajes de Gulliver", por la inquebrantable confianza en la superioridad inglesa que ostenta Gulliver todo el tiempo; muestra de un colonialismo intolerable. Que al final de sus viajes Gulliver se retire del mundo y prefiera la compañía de sus caballos antes que la de sus congéneres, también debería ser escondido para no ofender a nadie por la misantropía que implica esa conducta.
Ni hablar de las "Memoirs of Martinus Scriblerus". Los "scriblerianos" criticaban a la edad moderna por considerarla de mal gusto, ignorante, venal y decadente. Notable viniendo de autores del siglo XVIII que escribieron diecisiete memorables capítulos literarios. Claros contrarrevolucionarios cuyos discípulos llegan hasta nuestros días, por ejemplo, en la obra maestra de John Kennedy Tool; "La conjura de los necios"; obra ofensiva, brutal y políticamente incorrecta de principio a fin; que no veo cómo podría ser reescrita sin perder todo su dramatismo, inconformismo y verdad explícita. Quizás haya que eliminarla de los catálogos y bibliotecas como si nunca hubiera existido.
Por supuesto debería eliminarse también de toda biblioteca -pública y privada- "Fanny Hill: Memorias de una cortesana"; la novela erótica más famosa de Inglaterra, porque de seguro ofenderá la sensibilidad de todos aquellos que luchan contra todas las obras de consumo para la gratificación masculina.
Ya metidos en obras del siglo XIX, y como las obras de Agatha Christie, todas las de Jane Austin deberían ser reescritas. La idea de una sociedad elitista no es algo que pueda ser mencionado sin temor a herir vastas susceptibilidades. También deberíamos reescribir "El jorobado de Nôtre Dame", para evitar las referencias grotescas sobre Quasimodo; o la cosificación de Esmeralda. La frase: "el búho no se mete en el nido de la alondra" es de una insensibilidad que no debe ser tolerada. Quizás haya que suprimir del "El último mohicano" toda mención a la masacre del Fuerte William Henry para no ofender la memoria de ningún pueblo originario. ¿Que los incas y los aztecas hicieran rituales con niños o que sacrificaran a sus vírgenes en altares rituales, es un relato que instaló el colonialismo español en la memoria colectiva sudamericana para justificar la colonización? Es hora de volver la narración a su lugar.
También habría que reescribir "Moby Dick" y evitar las largas descripciones de la caza de ballenas o el capítulo dedicado a la disección del prepucio de los enormes cetáceos. "La cabaña del Tío Tom" o "El ferrocarril subterráneo" deberían ser "corregidas" para quitarles la carga esclavista. Obvio no pueden quedar afuera de la reescritura la inefable "Madame Bovary", de Flaubert; ni la aberrante "Lolita" de Nabokov.
Podría seguir por páginas enteras. Puestos a generalizar, toda la literatura japonesa, desde Akutagawa Ryonosuke, pasando por Mishima, Yasunara Kawabata hasta Haruki Murakami, debería ser "revisada" y "corregida" por imperialista, machista y patriarcal. James Joyce, Aldous Huxley, E.E. Cummings, Thomas Mann, Scott Fitzgerald, incluso la propia Virginia Woolf, deberían ser "revisados" y "reescritos". Ni que hablar de un incorregible moderno como Arturo Pérez-Reverte.
El arte como historiador social
El geólogo, al imaginar el corte transversal de una montaña, es capaz de reconstruir la historia de la tierra estudiando e interpretando las distintas capas geológicas que desnuda el corte. De la misma manera, el arte en general y cada una de sus manifestaciones en particular, muestran a una sociedad en un momento dado. La historia del arte permite recrear la historia del pensamiento, de la cultura y del hombre a través del tiempo. Reescribir las obras de teatro o las piezas literarias, es alterar esa lectura y la historia. El revisionismo cultural es funcional al revisionismo histórico. Cuando los poderes quieren cambiar el pasado es porque buscan meterse con el presente. Alterarlo. Nunca de una manera beneficiosa; por lo general, todo lo contrario. Quiero poder leer las obras tal y como fueron escritas y ser yo, quien las juzgue apropiadas o no. No quiero que nadie ejerza ese derecho -que es mío-, por mí. Si ese es el mundo al que vamos, entonces, por favor: ¡Paren el mundo, que me quiero bajar!