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Del éxtasis a la agonía. Del déficit energético, la sobre importación de gas líquido y la liquidación de las reservas del Banco Central, a construir más de 500 kilómetros de gasoducto en 8 meses. La imagen, el símbolo, y hasta el significado material de nuestro país es el péndulo. ¿Será que la estabilidad nos aburre?
El 1 de enero de 1947 el presidente Perón y el visionario Ingeniero Julio V. Canessa, de YPF, presenciaron la primera soldadura del primer gasoducto nacional a las afueras de Buenos Aires hacia Comodoro Rivadavia. En un hecho que puso a la Argentina entre los primeros países en llevar a cabo dichas obras de infraestructura, la tradición hidrocarburífera nació en 1929 con las primeras discusiones sobre soberanía energética y continúa hoy.
Si bien el nuevo gasoducto Tratayén - Salliqueló, bautizado Néstor Kirchner, es una obra importante en materia de infraestructura y diversificación de exportaciones, también hay que recordar que en los últimos 40 años de democracia se construyó además el gasoducto Neuba II que une Loma de la Lata (Neuquén) con Buenos Aires. La obra de Raúl Alfonsín tiene una extensión de 1.380 kilómetros y se realizó en 11 meses.
No es una competencia tal cual los personajes políticos de siempre quieren instalar. Es más bien un ejemplo que seguimos poco, planificamos menos y festejamos en demasía. Está bien poder anunciar obras importantísimas para lograr equidad, una economía más estable y perspectivas de futuro, pero, con la sobriedad que denota dicha obra como una que es de cada ciudadano de este país, y no de los que son de un partido político de turno.
Los 14.000 viajes desde Lanús, donde se fabricaron los caños, hasta los puntos neurálgicos de la obra sobran como forma de entender la capacidad del Estado, la profesionalidad del sector y la sinergia entre lo público y lo privado.
El logro no empieza ni termina con ninguno de esos actores. Durante la década del gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, la Argentina transitó de un superávit energético (y comercial) a un déficit marcado por, en parte, una economía más grande, y en parte, la falta de planificación de infraestructura. El punto de quiebre fue la estatización de YPF, los vínculos estratégicos con Chevron y el descubrimiento de los yacimientos de Vaca Muerta en 2011, un año antes de que el Congreso quitara a Repsol del mapa.
El repaso del debate en la Cámara de Diputados es realmente digno de plan de viernes a la noche para los politólogos. No solamente hay personajes para el recuerdo, sino que dice muchísimo sobre lo poco que hemos avanzado en la capacidad de desarrollar políticas de Estado a largo plazo.
El resumen se cuenta igual que un superclásico en los últimos minutos del segundo tiempo. Impacta, también, observar que la situación externa mundial, aunque tan diferente, seguía condicionando a nuestro país que se debate (eternamente) qué soberanía quiere tener: ¿la que es plena pero riesgosa, o la que es parcial y condiciona?
Esos mismos debates de soberanía son, creo, parte del trauma del péndulo. No saber qué querer ser sabiendo que las opciones contrastan al punto que todavía hay sectores políticos que no han reflexionado lo suficiente sobre la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Por supuesto que usar tal tragedia como una pelota política no conviene, pero ser desleal a la inteligencia de la gente es peor. La administración del expresidente Macri aumentó un 15% la producción de gas, logró una relación más virtuosa con empresas privadas del rubro y planteó la necesidad de planificación estratégica dejando parte del papeleo para el Gasoducto Néstor Kirchner en pie.
Ahora bien, ¿hacer lo correcto para después hipotecar las finanzas a costa del préstamo más grande de la historia del Fondo Monetario Internacional? Por eso, si las proyecciones son reales, los 4.500 millones de dólares ahorrados por menos importación energética, deberían ser suficientes para que nos dé vergüenza no haber construido más gasoductos con el préstamo de Washington. En momentos donde la contracción interna responde a la asfixia de divisas, es realmente impresionante escuchar las críticas o buscarle fechas al cronograma del gasoducto para apoyar teorías que este o tal gobierno son los únicos dueños de los logros que tenemos. Es más, si uno piensa en esa dinámica irrespetuosa y fantástica de los partidos políticos antagónicos, vemos lo que ya nos pasó durante la pandemia con la fabricación de vacunas. Al final parece que todo el esfuerzo compartido tiene una estampa política. El riesgo de la sobrepolitización del estado de las cosas es la división en tribus que, en vez de cooperar, compiten. Hoy se escucha en la
campaña electoral que debemos elegir entre "todo" o "nada". ¡Qué error grande cometeríamos en pensar que las dualidades explican la realidad y lo que es posible implementar en políticas públicas! Con razón, en su despedida de los escenarios, Les Luthiers, a modo propio de simbología, tanto se ríe (¿y nos advierte?) del maniqueísmo. Se puede trascender la rivalidad dentro de un esquema de acuerdos macros para el desarrollo total del país. Se hizo en 1929, en 1947, 1988 y, en parte, en 2023.
La transición energética
Por último, entonces, la oportunidad que poco se discute y va a ser realmente lo que marque la agenda del desarrollo argentino en las próximas décadas: ser potencia en la transición energética. Los científicos debaten en qué momento particular el Antropoceno. No debaten lo más mínimo que esta nueva era geológica que vivimos pone al ser humano en el centro de la destrucción del hábitat y del ecosistema.
La crisis climática no es una película de Hollywood, es la falta de agua en Salta capital los incendios en Orán y la pérdida de bosques nativos, y con eso, la regulación climática necesaria para el cultivo sustentable. El gasoducto Néstor Kirchner nació con fecha de expiración. Para 2050 el consumo de gas aumentará 25% mientras el petróleo, por ejemplo caerá más del 15%.
Las energías renovables, al 2050,crecerán un 610. Ahí está la oportunidad: utilizar el ahorro promedio de 4.500 millones de dólares del gasoducto para invertir en las riquísimas condiciones que tiene el país para ser líder en energías renovables. Lo que decíamos antes: planificar políticas de estado que beneficien a la sociedad pensando en la Argentina como proveedora mundial y no como un péndulo intransigente. Por eso ahora, en un contexto electoral que le preocupa muy poco el futuro planificado, estemos atentos porque las oportunidades no suelen darse dos veces.