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La política argentina, en una etapa de recomposición

Miércoles, 30 de octubre de 2024 02:29
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La decisión de Mauricio Macri de respaldar al veto a la ley de financiación universitaria ratifica un hecho incontrastable: el PRO no está en condiciones de deslindar su suerte del gobierno de Milei. Con independencia de las formas que adquiera ese vínculo, Milei y Macri están obligados a acordar. Si así no sucediera, y en 2025 ambos concurrieran a las urnas por separado, Milei corre el serio riesgo de perder frente al "kirchnerismo" las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires, una derrota que podría implicar un golpe formidable a la gobernabilidad, y Macri de experimentar un contraste similar en la ciudad de Buenos Aires, su único bastión territorial.

La convergencia entre Milei y Macri genera el estallido de Juntos por el Cambio y apresura una fractura interna en el radicalismo. Las elecciones internas del radicalismo bonaerense, cuyos resultados fueron impugnados judicialmente por los perdedores, son un síntoma de un fenómeno mucho más vasto que incluye el cuestionamiento de los gobernadores radicales a la conducción de Martín Lousteau y, como contrapartida, la amenaza de ruptura protagonizada por el sector identificado con la figura de Facundo Manes.

Paralelamente la decisión de Cristina Kirchner de asumir la presidencia del Consejo Nacional del Partido Justicialista no puede sino acentuar la profunda crisis interna del peronismo. El anuncio fue precedido por un "Operativo Clamor", promovido por Máximo Kirchner y La Cámpora, que terminó siendo un "Operativo Susurro" que cosechó escasas adhesiones tanto entre los gobernadores peronistas como en el sindicalismo.

Perón decía que "un conductor es un constructor de éxitos". Con Cristina Kirchner el Partido Justicialista perdió en cinco de las últimas seis elecciones nacionales: las legislativas de 2013, 2017 y 2021 y las presidenciales de 2015 y 2023. Con un agravante: su única victoria, en la elección presidencial del 2019, encumbró al gobierno de Alberto Fernández que ni ella ni nadie se siente hoy en condiciones de reivindicar. La cultura peronista no es piadosa con quienes estigmatiza como "mariscales de la derrota. Y Cristina Kirchner, que está al borde de la confirmación de una condena a prisión por la Cámara Federal de Casación Penal, es una garantía de futuros fracasos.

En ese contexto cabe interpretar el categórico rechazo protagonizado por Florencio Randazzo con su sonora carta pública de desafiliación al Partido Justicialista y, en una escala políticamente más significativa, el hecho de que la mayoría de los gobernadores peronistas, entre ellos el salteño Gustavo Sáenz, el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil, que firmaron el Pacto de Mayo, no están en absoluto dispuestos a acatar a la conducción partidaria y exploran un camino independiente.

Algo similar ocurre, aunque desde antes, con el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, expresión del único "peronismo orgánico" de la Argentina que nunca se subordinó al "kirchnerismo" y que ahora vuelve a ensayar la construcción de una nueva alternativa política nacional de la mano del ex gobernador Juan Schiaretti, quien sugestivamente apareció junto a Manes en un seminario realizado en la Universidad Católica de Santa Fe, donde se reunió con el gobernador radical Maximiliano Pullaro para ratificar un entendimiento estratégico de las provincias de la Región Centro que incluye al gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio.

Con las características propias de cada caso, en esa misma situación se encuentran también el bloque de diputados nacionales encabezado por Miguel Angel Pichetto y la flamante bancada de senadores nacionales liderada por el ex gobernador de Salta Juan Carlos Romero, cuya actitud en las votaciones en el Congreso suele resultar vital a la hora de las decisiones.

En esa dirección cabe mencionar la reunión celebrada en Santa Fe por cuarenta dirigentes peronistas de quince provincias, entre ellos siete exgobernadores (Vicente Joga de Formosa, Ramón Puerta de Misiones, Mario Moine de Entre Ríos, Víctor Reviglio de Santa Fe, Arturo Lafalla de Mendoza, Jorge Escobar de San Juan y Sergio Acevedo de Santa Cruz), en la que acordó avanzar en una propuesta de inequívoca diferenciación política con el "kirchnerismo".

Intransigencia vs. pragmatismo

Pero la intransigencia en lo que Milei estima prioritario no se extiende a la totalidad de los problemas que afronta su gobierno. Así sucedió con la negociación con la llamada oposición "dialoguista" sobre el contenido de la "Ley Bases", cuya versión final quedó drásticamente reducida en relación al proyecto originario, con la firma del Pacto de Mayo con la mayoría de los gobernadores y ahora con las intrincadas conversaciones que rodean la todavía pendiente designación de los nuevos magistrados en la Corte Suprema de Justicia. Esa ductilidad, que estará nuevamente a prueba en las negociaciones para la sanción de la ley de presupuesto para el ejercicio 2025, quedó patentizada en el diálogo con la cúpula de la CGT sobre la modernización laboral, una cuestión particularmente sensible para el mundo empresario. Este acuerdo permitió avanzar en la actualización de la legislación vigente en materia de despidos, condiciones de contratación de personal y bloqueos a las empresas y aisló al sector más intransigente del sindicalismo, liderado por Pablo Moyano, que ahora pretende explotar políticamente el irresuelto conflicto de Aerolíneas Argentinas. Perón decía que "en el mundo de hoy la política puramente nacional es una casi de provincias. Lo único que importa es la política internacional, que juega desaprensivamente por adentro y por afuera de los países".

La demostración más trascendente de pragmatismo fue protagonizada por el propio Milei en política exterior cuando, después de su discurso de tono inusualmente ideológico y confrontativo ante la asamblea general de las Naciones Unidas, anunció su decisión de viajar a China en enero de 2025 para reunirse con el presidente Xi Jing Ping, con quien muy probablemente se encontrará en la reunión cumbre de mandatarios del G-20 a celebrarse en noviembre en Brasil. Unos días antes, el 5 de noviembre, justo el día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Karina Milei y el Ministro de Economía, Luis Caputo, estarán en Shangai.

La definición presidencial fue contundente, casi autocrítica si se la coteja con anteriores declaraciones en la que sostenía que su gobierno no iba a mantener con China una relación "de Estado a Estado", sino que la cooperación económica sería solamente entre los sectores privados de ambos países: "Con China yo me sorprendí gratamente. Nosotros, por ejemplo, tuvimos una reunión con el embajador, al otro día destrabaron el swap. Además China, la verdad es que es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada. Lo único que piden es que no los molesten".

Una muestra adicional de la importancia asignada por el gobierno a este giro y de su voluntad de no producir ningún hecho que atente contra esa relación bilateral fue la decisión del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, de suspender la realización de una jornada sobre China que iba a tener lugar el 24 de octubre en el Congreso Nacional con la participación, entre otros, de Matt Pottinger, ex consejero de seguridad nacional en el gobierno de Donald Trump, cuyo temario giraba en torno a una estrategia de contención de la creciente presencia de China en América Latina. Corresponde puntualizar que esa anunciada visita de Milei a Beijing tendrá lugar con motivo de la realización de la reunión cumbre del Foro de Cooperación China - CELAC, sigla de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Ese cónclave abordará una cuestión de importancia estratégica para toda la región: la vinculación económica entre China y América Latina.

Este giro en la relación con China constituye una novedad políticamente sobresaliente, que no obedece a ningún cambo ideológico sino a una apreciación de las circunstancias. Es probable que ese mismo realismo político, surgido no de los éxitos sino de los fracasos, influya en la necesidad de avanzar en el camino insinuado con la firma de Pacto de Mayo. Porque la reconfiguración del sistema político no supone una precisión geométrica en los realineamientos de fuerzas sino la construcción de nuevos mecanismos de decisión que permitan avanzar en las reformas estructurales que requiere la Argentina. A esa necesidad alude el mensaje de monseñor de José Ignacio García Cuerva en Luján cuando convocó a un acuerdo sobre "dos o tres temas fundamentales para el futuro de los argentinos".

Esta exigencia, prioritaria para el gobierno, incluye también a la oposición y en primer lugar al peronismo. En agosto de 1973, un mes antes de ser elegido por tercera vez presidente de la República con el 62% de los votos en la primera vuelta (el porcentaje electoral más amplio de la historia política argentina), Perón decía: "La política, hoy, ya no son dos trincheras en cada una de las cuales está uno armado para pelear contra el otro. El mundo moderno ha creado necesidades y los pueblos no se pueden dar el lujo de politiquear. Esos tiempos han pasado. Vienen épocas de democracias integradas, en las que todos luchan por un objetivo común, manteniendo su individualidad, sus ideas, sus doctrinas y sus ideologías, pero todos trabajando para un fin común. Ya nadie puede tratar de hacer una oposición sistemática y negativa, porque los países no pueden aguantar ya una actitud política semejante".

En la Argentina de hoy ese mensaje adquiere vigencia. Más allá la competencia electoral de 2025, el gobierno de Milei estará obligado a establecer acuerdos políticos más amplios para compensar su debilidad institucional y los gobernadores de todos los signos políticos, forzados a contribuir a la búsqueda de esos entendimientos. En ese brutal imperio de la necesidad se asienta la base de una reconfiguración del sistema político que excluye la vuelta al pasado en cualquiera de sus manifestaciones.

 

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