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El PAMI está quebrado. Es redundante ahondar sobre esta afirmación. El sistema previsional arrastra una situación de quebranto de décadas; sino más.
Para comenzar, cuando el sistema fue diseñado en 1881, en Alemania -que nosotros habríamos de copiar, después-; fijaba una edad jubilatoria de 70 años para una expectativa de vida, en ese entonces, de 36 años para el hombre y de 38 para la mujer. En caso de tener que pagar; sería por poco tiempo.
En ese momento existían casi cuatro trabajadores activos aportando mes a mes por cada jubilado al que se le pagara una pensión. Esta tasa que se denomina "radio de soporte" es la medida que define si el sistema es autosustentable o no.
Para empeorar la situación, los sucesivos gobiernos kirchneristas incrementaron la cantidad de beneficiarios del sistema en un 114%. En números redondos, a los 3,0 millones de jubilados que tenía el sistema una década y media atrás, se adicionaron 1,7 millones de nuevos jubilados por medio de moratorias; más otro millón de beneficiarios que nunca hicieron aporte alguno al sistema.
El aumento de la expectativa de vida que llega hoy a 80 años para las mujeres y a 72 años para los hombres; la disminución del "radio de soporte" que apenas llega a 1,8 trabajadores activos por cada pasivo; el uso político de la caja jubilatoria y la corrupción que siempre rodeó al Organismo; hacen que el sistema previsional haya entrado en una espiral de vaciamiento financiero, de quebranto y de inviabilidad.
Todo esto llevó a una destrucción sistemática del ingreso de aquellos jubilados que durante sus treinta años de trabajo realizaron, con puntualidad, sus aportes. Debido a esto hoy la jubilación mínima (con el bono de $70.000 incluido) es de $329.598,76; la máxima de $1.746.853,91; y el 64,1% de los jubilados cobra la jubilación mínima. Desde hace décadas que los adultos mayores son la variable de ajuste de la economía formal.
Dicho todo esto, Llegamos al corazón de un nuevo problema. El de los medicamentos "gratis" para nuestros adultos mayores. Primero que nada, decir que son "gratis" es una falacia: los jubilados se ganaron este beneficio pagando sus aportes durante treinta años. Claro, quienes realizaron aportes. Segundo, quitar este beneficio a quienes cobren más de $ 389.398,14 (equivalente a 1,5 haberes previsionales mínimos), es brutal y perverso.
Sin adherir a las altisonante declaraciones del Monseñor Ángel Rossi, cardenal de Córdoba, quien dijo que se trata de "una eutanasia encubierta" (me pregunto dónde estaba la Iglesia durante los sucesivos gobiernos kirchneristas que nos trajeron a este lugar); tampoco adhiero las declaraciones del diputado mileísta -integrante de las comisiones de Personas Mayores y de Previsión y Seguridad Social en la Cámara de Diputados- quien, al ser consultado sobre su postura ante la posibilidad de que los jubilados no puedan vivir sin su medicación, aseguró que no cree que se "pueda llegar a ese extremo".
Una política oficial no puede contar con que los "adultos mayores" tengan o no gente que los ayude para que no se mueran por falta de medicamentos. Es así de simple. Por muchas vueltas y artilugios verbales con los que se pretenda disfrazar la realidad.
Yo soy una persona que necesita medicación cardíaca constante para sostener mi calidad de vida. Gasto de mi bolsillo cerca de $300.000 por mes sólo en remedios; a pesar de mi obra social y de los descuentos que tengo a través de ella. No quisiera pensar en que un jubilado deba someterse a la humillación de tener que elegir entre pagar el alquiler, la comida o los medicamentos.
Un informe de Tejido Urbano (basado en los datos de la Encuesta Permanente de Hogares) reportó que, para el primer trimestre de 2024, hay más de 359 mil adultos mayores que alquilan. Esta cifra es, en porcentaje, el doble que hace dos décadas y muestra un fenómeno que en el documento nombran como "inquilinización" de la tercera edad; problema en aumento. La cifra representa el 7,2% de la población adulta mayor y el 6,5% del total de inquilinos del país. O sea, ahora el alquiler es una parte de los gastos de los jubilados que no forma parte de la canasta básica. Y los medicamentos seguirían el mismo camino.
El santo grial del déficit fiscal cero no lo es todo. Y, si de déficit fiscal cero se trata, dejemos de comprar esos absurdos barcos de guerra a Francia por más de 3.000 millones de dólares. Sabemos que la sábana es corta y, como siempre digo, la economía y la política no son más que herramientas para administrar y distribuir de manera correcta recursos escasos buscando asegurar el bien común para la mayoría de la población.
Los números no mienten a pesar de todos los relatos que se busquen construir; de uno u otro lado. Al kirchnerismo no le importaron nunca los jubilados; tanto como al mileísmo tampoco parecen importarles ahora. Ojalá no fuera así …