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6 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El "desempleo tecnológico"

Es aventurado sostener que las tecnologías siempre han traído mejoras a toda la humanidad. Y mucho más aún augurar que la actual revolución que atraviesa al mundo va a construir un paraíso. 
Domingo, 08 de diciembre de 2024 01:23
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En 1930, John Maynard Keynes acuñó el término «desempleo tecnológico": "Los avances para ahorrar mano de obra están superando el ritmo al cual podemos encontrar nuevos usos para el trabajo". Había ejemplos en todas partes; las máquinas transformaban telares, fábricas y granjas. La conmutación mecánica en la red telefónica eliminaba la necesidad de operadores telefónicos. ¿Los logros tecnológicos que facilitaban la vida para muchos, destruían empleos y causaban estragos en otros ámbitos de la economía?

David Ricardo, otro de los padres fundadores de la teoría económica moderna adoptó, al principio, una actitud optimista sobre la tecnología al afirmar, en 1819, ante la Cámara de los Comunes que "la maquinaria no reducirá la demanda de mano de obra". En 1821 cambió su postura y, en la tercera edición de su libro fundacional "Principios de economía política y tributación", Ricardo añadió un nuevo capítulo - "Sobre la maquinaria"- en el que escribió: "Es mi deber expresar mi opinión sobre esta cuestión porque ha experimentado, después de una profunda reflexión, un cambio considerable". Como explicó en una carta privada redactada ese mismo año, "si las máquinas pueden hacer todo el trabajo que ahora realiza la mano de obra, no habrá demanda de mano de obra".

La razón por la que los peores miedos de Ricardo y Keynes sobre el «desempleo tecnológico" no se han hecho realidad (del todo y todavía) está relacionada con un fenómeno que se verificó -con mayor profundidad desde la Segunda Revolución Industrial-, que tiene que ver con la creación de nuevas áreas de conocimiento e industrias. Aunque el proceso de automatización fue muy intenso durante el siglo XX, en el largo plazo (ínunca hay que dejar de lado la violencia y brutalidad de las transiciones!); no se redujo la demanda de trabajadores por la avalancha de innovaciones y reorganizaciones que generaron nuevos trabajos.

Autos al rescate

Un ejemplo icónico. Durante el auge de la industria automovilística liderado por Henry Ford en 1910, los métodos de producción en serie y la incorporación de las cadenas de montaje "debieron incorporar" una gran variedad de nuevas tareas técnicas, administrativas, operativas y de diseño; incrementando la demanda de trabajadores. De los miles de trabajadores que producían 2.500 automóviles en 1899; la ocupación en el sector creció hasta superar los 400.000 trabajadores en los años veinte. En 1929, Ford y General Motors ya vendían casi un millón y medio de coches al año por separado. Este aumento explosivo de la producción automovilística hizo subir los salarios en todos los sectores de la economía, incluso entre los trabajadores con apenas formación básica.

Este crecimiento creó trabajo dentro del sector y otras actividades en industrias relacionadas o derivadas como, por ejemplo, el sector petrolífero, siderúrgico y químico. A su vez, la fabricación de automóviles a gran escala revolucionó el transporte, permitió el crecimiento del comercio minorista, el entretenimiento y los servicios; sobre todo cuando la geografía urbana comenzó a transformarse. Un círculo virtuoso que, tarde o temprano, alcanzaría su techo.

Trabajo y educación

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y hasta mediados de los años 70, el sueldo de los graduados universitarios en Estados Unidos crecía a la par de los salarios de los trabajadores que sólo contaban con educación secundaria. Sin embargo, desde la década de los 70, la diferenciación pautó el proceso: a mayores títulos y especializaciones; mejores salarios. Sin embargo, desde la irrupción de las nuevas tecnologías digitales, el salario real de la gran mayoría de los trabajadores apenas ha aumentado. Las personas sin formación universitaria han visto caer sus ingresos reales desde 1980 e, incluso, los trabajadores con un título superior que no han cursado un posgrado sólo han experimentado una suba en términos reales limitada.

Con la desaparición de una oferta de buenos empleos para una gran mayoría de trabajadores y el rápido aumento de ingresos de un pequeño segmento de la población -aquellos que han recibido formación en ingeniería, informática y finanzas-, el mundo podría estar encaminándose hacia una sociedad dual dividida en dos grandes grupos: un "lumpemproletariat" de un lado, y otro grupo que se hace del control de los recursos económicos y de los mecanismos de aceptación social; una brecha que crece día tras día. Que el 1% de la población más rica del planeta haya capturado el 63% de la riqueza creada entre los años 2020 y 2021, el 9% siguiente el 27% y el 90% restante sólo el 10%; es una prueba irrefutable de esto.

La creación de estas nuevas tareas fue trascendente para el incremento de la ocupación y de los salarios durante los dos últimos siglos.

Pero, llegados a este punto, se hace necesario clasificar a la tecnología. Si bien existen innumerables formas de hacerlo, me gusta aquella que lo hace en tres grandes grupos: a) las que cambian de manera dramática la trayectoria de la especie; b) aquellas que son la base de nuevas plataformas y se convierten en una nueva infraestructura y; c) aquellas que sustituyen al ser humano. Acá es donde yacen y se fundamentan los miedos de Keynes y Ricardo.

Entre las tecnologías del primer grupo, quizás la más clara sea el dominio del fuego por parte del ser humano; evento que nos permitió escalar posiciones en la cadena alimentaria y dejar de ser una presa fácil para convertirnos en el predador más importante del planeta. Pero la mejora involucró a toda la especie.

En el segundo grupo, hablamos de tecnologías «de utilidad general" como, por ejemplo, la electricidad. Estas tecnologías crean una plataforma sobre la cual pueden construirse una infinidad de nuevas aplicaciones y generan beneficios para muchos sectores económicos y grupos humanos.

La electricidad no sólo era una fuente de energía más barata que cambiaba la potencia disponible en varios órdenes de magnitud; sino que preparó el terreno para la llegada de nuevos productos como electrodomésticos, radios, películas y televisores; con todas sus industrias asociadas. El uso de la electricidad aumentó la demanda de materias primas y de otros insumos industriales, y permitió el avance en nuevas tecnologías como plásticos, tintes y metales los que, a su vez, comenzaron a usarse en otros sectores. Es fácil ver a la electricidad como una tecnología de uso general y como plataforma que permitió la creación de nuevas industrias, especializaciones y trabajos.

Pero las tecnologías con utilidad general pueden evolucionar de varias maneras. Las computadoras y todas las tecnologías digitales comenzaron siendo una tecnología de «uso general»; una plataforma comparable a la electricidad. Sin embargo, su evolución podría estar torciéndose en otra dirección.

Al principio de la década del 80, la irrupción de la computación en todos los ámbitos laborales creó una nueva plataforma e infraestructura sobre la cual se crearon nuevas carreras, ocupaciones, aplicaciones y desarrollos de todo tipo. La adopción de software que complementa las tareas que realizan los trabajadores y que les permite hacer el trabajo con mayor precisión, aumenta la productividad marginal por empleado.

Ahora, la automatización y la incorporación de algoritmos e Inteligencia Artificial (IA), pauta un cambio de rumbo en la evolución de la tecnología digital; desde "plataforma e infraestructura" hacia una tecnología del tercer grupo; el de la sustitución. No es lo mismo instalar software que complemente las tareas del ser humano, que instalar robots industriales munidos de algoritmos de IA que los reemplacen.

Este es un concepto fundamental que, con la ventaja que hoy nos conceden 275 años de historia, debemos comenzar a comprender: lo que ocurre no es tan simple como decir que los cambios tecnológicos acaban beneficiando más a unas personas que a otras; o que "dan una nueva fisonomía al mercado laboral". La tecnología está enriqueciendo y empoderando a ciertos pocos individuos, mientras muchos otros pierden toda influencia.

Lord Acton dijo: "no se puede confiar en la responsabilidad social de quienes tienen mucho poder". Es hora de entender que quienes salen beneficiados son los mismos que deciden la trayectoria de la evolución de la tecnología; y que las decisiones que adoptemos -como sociedad- sobre este rumbo no es irrelevante. Nunca lo fue. En el mejor escenario, la IA podría potenciar todo lo que la humanidad es capaz de hacer; pero sólo si logramos hacer que trabaje por y para el ser humano. Por y para las personas y para la sociedad en su conjunto.

Notable, pero esto fue anticipado por el escritor inglés H.G.Wells en "La máquina del tiempo"; una distopía en la que la tecnología segregaba tanto a la humanidad que ésta evolucionaba en dos especies separadas. "Él, lo sé -porque la cuestión había sido discutida entre nosotros mucho antes de ser construida la máquina del tiempo-, no pensaba alegremente acerca del progreso de la humanidad y veía en el creciente acopio de civilización una necia acumulación que debía inevitablemente venirse abajo al final y destrozar a sus artífices", dice Wells en el final. Ojalá se haya equivocado. Ojalá.

 

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