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Los jesuitas, puntales de la salud pública en el período colonial

Miércoles, 03 de julio de 2024 02:28
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Entre las muchas inquietudes desarrolladas por la Compañía de Jesús, fue destacada la dedicación al estudio de la medicina y llevar alivio a los dolientes en estas tierras del Nuevo Mundo.

El Derecho Canónico y las Constituciones de la Orden no favorecían estas ocupaciones, y mucho más el comercio que estaba ligado al sostén de las boticas. Pero las mismas prohibiciones indican excepciones exigidas por la necesidad y la caridad cristiana, y legitiman estas excepciones con privilegios especiales.

Así, en lo que respecta a los religiosos jesuitas, ha existido un privilegio otorgado por Gregorio XIII en 1576, que expresa: "habiendo en la Compañía de Jesús, según supimos, algunos religiosos entendidos en medicina, cuya asistencia ante todo, en regiones donde faltan médicos, puede ser muy útil no solo para las almas, sino también para los cuerpos, contribuyendo este oficio de caridad no poco a la edificación y a la gloria de Dios, para habilitar a los religiosos en esta práctica, sin que incurran en censuras, ni se inquieten en su conciencia (…) damos este presente indulto con continuidad apostólica (…) a todos y a cada uno de la referida Compañía de Jesús entendidos en medicina".

El permiso para curar se dirigía no sólo a los practicantes de la religión católica sino a "extraños y seglares". No habrían de recibir recompensa alguna, y las medicinas debían de repartirse a los pobres.

Las boticas

Mucho antes de expedirse este decreto, los jesuitas poseyeron en Europa algunas boticas que se extendieron después, y con mucha mayor razón, en los países americanos recién explorados y donde la falta de remedios y de médicos era casi total.

En un principio las boticas jesuitas fueron enteramente para el uso conventual, pero por su buena administración y por la práctica de experimentados hermanos boticarios, obtuvieron gran aceptación también fuera de las casas religiosas y gozaron cada vez más del concurso del público. Su establecimiento no carecía de dificultades, de parte de la misma Compañía y de parte de los facultativos seglares, si los había, y no costó poco establecer normas, conformes al Derecho Canónico.

En 1637, el Papa Urbano VIII manifestaba: "Nos parece que no se viola el decreto en caso de que se vendan medicinas sobrantes; tampoco si para prepararlas mejor, se las hubiera compuesto en mayores cantidades, sabiéndose que, para el uso propio, no se precisaba tal cantidad. Tampoco se viola el decreto, si la venta no se hace precisamente para sacar ganancias, sino sólo por motivos de benevolencia y gratitud. Es frecuente que personas conspicuas, amigos y bienhechores de la Compañía pidan semejantes medicinas porque tienen confianza en nuestra religiosidad, experiencia y desinterés".

No sólo en Europa, sino también en América había necesidad de médicos como de boticas. En Córdoba del Tucumán, el Hermano Blas Gutiérrez abrió una botica, al que se permite vender las medicinas sobrantes.

De la escasez de médicos profesionales en aquellos tiempos nos ofrece la documentación citada en los Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires. Se menciona a un Manuel Álvarez, cirujano, Nicolás Xaques, de Flandes, Andrés Gedeón y Alonso Garro. En tanto, la medicina era ejercida por los curanderos. La proliferación de la plaga de curanderos obligó al Cabildo en 1620, a solicitar la presentación de título a quienes querían ejercer la cirugía.

El Protomedicato

Durante los siglos XVI, XVII y aún a principios del siglo XVIII, pudieron los jesuitas ejercer la medicina y expender a la gente las medicinas, pero desde mediados de este último siglo, comenzó a implantarse en los diversos virreinatos, el llamado Protomedicato y desde momento surgieron competencias y discusiones. Se explica perfectamente que cuando el Protomedicato no existía en el Río de la Plata se empeñaron los jesuitas en satisfacer las necesidades de la población.

El territorio más favorecido en materia médica era el Perú, que gozaba de un hospital integral inaugurado por el obispo Jerónimo de Loaiza. Chile se proveía desde Lima. Pero el estado sanitario más lamentable reinaba en los países rioplatenses: en tal grado que las lejanas misiones entre los indios se hallaban en mejores condiciones sanitarias que las ciudades de españoles.

La Compañía de Jesús tuvo dos grandes figuras médicas en la segunda mitad del siglo XVII y en el siglo XVIII en el Río de la Plata, los padres Pedro Montenegro y Segismundo Aperger. De ambos se puede decir que sus nombres venerables han pasado a la posteridad envueltos en una aureola de ciencia y de santidad, sacerdotes ejemplares y misioneros celosos que consagraron todas sus energías a la dura labor de cristianizar a los naturales y médicos eruditos en la ciencia curativa. Se dedicaron con afán y éxito al alivio de sus semejantes.

P. Pedro Montenegro

Nacido en Galicia en 1663, llegó a América en 1693 después de haber ejercido su profesión en el Hospital General de Madrid. De este médico tenemos un testimonio de la mayor valía: Sánchez Labrador que expresa: "para formar idea del temperamento del Paraguay … podrá satisfacer su curiosidad leyendo varios opúsculos manuscritos que andan en manos de todos. Sus autores han sido misioneros Jesuitas muy inteligentes en medicinas, especialmente hermanos coadjutores que estudiaron y practicaron la medicina antes de tomar el estado religioso. Entre todos sobresale el hermano Pedro Montenegro, cuyo estudio fue continuo en la Botánica, Farmacéutica, Medicina y Cirugía para bien de las gentes del Paraguay, y singularmente de los indios". En el idioma guaraní compuso algunos libros, y otros en español.

El doctor Schiaffino expresó que: "su preparación médica en el Hospital General de Madrid, su actuación de medio siglo en las misiones ejerciendo la profesión, sus condiciones de estudioso y observador y la obra cuyas copias después sirvieron de estudio para enfermeras y misioneros, hicieron de su figura la más importante, desde el punto de vista médico, no solo en las misiones Jesuíticas, sino en todas las poblaciones españolas de Córdoba y Tucumán, Buenos Aires y Montevideo, en las que durante muchos años, entregado como estaba al servicio de la medicina en manos de aficionados o curanderos, las enseñanzas de Montenegro y sus hierbas medicinales, fueron, el recurso obligado de entendidos y profanos".

P. Segismundo Asperger

El padre Segismundo Asperger, nació en Innsbruck, Austria en 1687, ingresó a la Compañía de Jesús en 1703, vino a la provincia del Paraguay en 1717, y murió en Apóstoles, el 23 de noviembre de 1772. El doctor Garzón Maceda expresa: "Muy importante, muy larga, muy fecunda espiritual y científicamente fue la vida del Padre Asperger, mucho y muchos han escrito sobre él. Su acción médica y apostólica en Córdoba, ha sido acreditada por nuestros historiadores. Bastaría para dar fundamento a una perdurable gratitud pública".

En 1719 una epidemia de viruela acabó con 17.000 indios. El padre Asperger, parte con medicinas traídas de Europa y parte con yerbas medicinales del país, cuyas virtudes y propiedades conocía muy bien, libertó de la muerte en Córdoba del Tucumán a gran número de personas, modo que el obispo y la ciudad entera no se cansaban de exaltarlo y honrarlo, y no querían dejarlo salir".

Monseñor Pablo Cabrera en su interesante folleto titulado "Dos páginas de Arte Colonial" nos hace saber también que a fines de 1718 azotaba al vecindario la peste de las viruelas que se cebaba furiosa e implacable, especialmente entre los indios y negros de servicio, y que, "sus estragos hubieran sido mayores si los padres alemanes no hubieran proveído al mal con sus recetas oportunas y eficaces, principalmente el padre Asperger".

El testimonio más valioso es de Félix de Azara, enemigo declarado de los jesuitas, por una parte, y que por otra pudo conocer y tratar a quienes habían sido beneficiados por Asperger. Afirma Azara que Asperger "se dedicó especialmente a la medicina y botánica, en cuyas facultades pasó en estos países por sapientísimo y sus recetas y sentencias tienen aún hoy (1790) más crédito que las de Hipócrates y Dioscóridas".

El doctor Arata en su artículo sobre "Botánica Médica Americana" comenta diversos tratados inéditos sobre Herbarios de Misiones, y declaraba que existe en su poder, desde 1872, una copia del manuscrito original del P. Asperger, en el que se describen 63 especies de plantas medicinales, y se pronuncia sin reticencias sobre sus méritos.

Los autores confrontados, hasta los desafectos a la Compañía de Jesús, no pueden menos, como hemos visto, que admirar la preparación teórica y la actividad práctica de los antiguos Jesuitas en materia médica.

El lema la "Mayor Gloria de Dios" y la salvación de las almas, motivó que dejaran su patria y que se hayan ofrecido a un total sacrificio en este remoto destierro en tierra feraz e indómita, alcanzando no pocas veces el grado de una virtud heroica.

En las muchas relaciones del tiempo colonial, se observa las frecuentes epidemias, en las que había bastantes oportunidades para ejercer la caridad cristiana y no pocos de estos misioneros dieron su vida en el servicio de los apestados. Solo leyendo semejantes casos de heroísmo, muy frecuentes durante la permanencia de la orden en las tierras paraguayas, se puede penetrar en el secreto de su éxito. Realizaron en sí la parábola evangélica del Buen Samaritano..

 

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