inicia sesión o regístrate.
El primer año de gobierno de Javier Milei deja a la vista que su irrupción en el escenario inicia una transición hacia una nueva era política.
La primera consecuencia de la entronización de Milei fue que se aceleró el proceso de disgregación del sistema político preexistente y que, por esa vía, se diluyó la centralidad de la grieta kirchnerismo -antikirchnerismo que había signado la última década. Ambos polos de esa antigua grieta perdieron relevancia. La coalición Juntos por el Cambio se fragmentó y sus partes se subdividieron, mientras el kirchnerismo, que había conseguido mantener la colonización o, al menos, contener a buena parte del electorado peronista del país, se convierte velozmente en un fenómeno principalmente bonaerense e, incluso circunscripto a ese ámbito, sufre desvíos y soporta fuertes desafíos internos.
Desde el gobierno, Milei ha formulado una polarización distinta: del otro lado de la frontera que él traza, si se quiere, discrecionalmente, está "la casta", una designación que incluye en principio al conjunto de las conducciones partidarias (salvo a las redimidas por la absolución del Presidente) y se extiende a otros estamentos de lo que los sociólogos solían definir como establishment en un colectivo de límites borrosos, dibujados con criterio análogamente antojadizo por la inspiración presidencial.
Un cambio de época
El país que gobierna Milei navega un cambio de época, una transición inconclusa. La transición argentina está inmersa en un cambio de dimensión global, en el que al mismo tiempo que se extiende la globalización y se profundiza la integración económica mundial, se despliegan fuertes movimientos identitarios, localmente enraizados. La participación en el mundo no es excluyente de una política destinada a fortalecer los intereses y los valores del país. Como recordaba Perón, Argentina es el hogar.
La globalización económica no es incompatible con las tendencias nacionalistas e identitarias. Se trata de fenómenos no excluyentes, que, de hecho, coexisten y se refuerzan mutuamente. La globalización tiende a homogeneizar mercados y entrevera culturas, pero simultáneamente alienta procesos que buscan preservar o desplegar identidades e intereses específicos, en una interacción que puede ser tanto conflictiva como complementaria.
Un ejemplo claro de esta interacción es el crecimiento del nacionalismo económico en Estados Unidos bajo la administración de Trump. Su política de "America First" promovió la renegociación de tratados comerciales bajo un enfoque que priorizaba los empleos y la industria estadounidenses. Aunque su retórica cuestionaba ciertos efectos de la globalización, Estados Unidos continuó participando activamente en el comercio internacional. Según Dani Rodrik, economista y experto en globalización, "los estados fuertes pueden usar el nacionalismo como una herramienta para gestionar mejor los impactos de la integración global". ¿"Estado fuerte"? Esa expresión alteraría a los divulgadores libertarios.
Las heterodoxias en la historia
En Asia, los casos de China e India ilustran cómo los países pueden aprovechar la globalización económica mientras refuerzan su identidad cultural y política. El proyecto de la Franja y la Ruta (BRI), diseñado para conectar a China con mercados de Europa, África y Asia, se complementa con una narrativa nacionalista que enaltece el concepto de la "rejuvenecimiento de la nación china". En India, Narendra Modi ha promovido una agenda nacionalista bajo el concepto de "India autosuficiente", mientras impulsa acuerdos comerciales y atrae inversiones extranjeras.
En anteriores períodos argentinos de transición (el proceso de organización nacional que culmina en el "roquismo", la primera democratización que culmina en el yrigoyenismo, la formación del peronismo en el período 1943-45) el país tuvo que asimilarse a los cambios que se vivían en el mundo y también internamente, se vivieron momentos de crisis de las fuerzas políticas, secesiones y fusiones, rupturas y ensambles, muchas de ellas impensadas, porque se trataba de fenómenos nuevos que no podían conceptualizarse adecuadamente con categorías de una etapa anterior. Hasta a los actores les costaba explicar sus movimientos, porque en muchos casos también ellos, aunque actuaban diferente, seguían razonando en los términos anteriores.
¿Comunistas y trotskistas apoyando a un movimiento surgido de un golpe militar en el que se destacaban muchos oficiales que simpatizaban con el Eje? Del otro lado, ¿comunistas, conservadores y radicales abrazados entre sí y con el embajador de Estados Unidos? Cuatro décadas más tarde, un presidente peronista perfeccionando relaciones con Washington y participando en una coalición militar internacional… Cosas veredes…
Habría que mirar esta transición, este cambio de época que se proyecta al tiempo que viene, como aconsejaba Tácito: "sine ira et studio".
Milei usó con vigor las principales palancas de poder de las que disponía: el sostén de la mayoría de la opinión pública –que, con pequeños declives temporarios, mantiene hasta ahora- y un ejercicio tenaz de las facultades presidenciales (el rasgo hiperpresidencialista que alienta la cultura política argentina). Desde esa plataforma apostó con fuerza por priorizar plenamente un ajuste del gasto público y una batalla contra la inflación, que constituía, cuando él asumió, la principal preocupación de la sociedad argentina. Apostó, además, a un posicionamiento internacional que incluyó, en primer término, una apuesta anticipada por Donald Trump. Desde que este triunfó, Milei avanza "chupado" como un ciclista detrás del voluminoso camión del presidente electo de Estados Unidos. Esa apuesta y ese rédito son razonables y potencialmente útiles para los intereses del país
Examen aprobado, pero…
Al concluir este primer año, la gestión económica de Milei recibe la aprobación de la mayoría de los analistas económicos, inclusive la de quienes durante el trayecto se mostraron críticos y reticentes. Un caso es el de Marina Dal Poggetto, una de las colegas que el jefe libertario incluía bajo el mote de econochantas", que ha admitido que «de corto plazo, el esquema (de Milei) está funcionando" que y "parte de las cosas que se están haciendo había que hacerlas». La analista destacó que la política del presidente consiguió consolidar la política fiscal, reducir la inflación y estabilizar el mercado cambiario: «El Gobierno –dijo- manejó la consolidación fiscal a través de una rápida licuación del gasto público, provocada por la inflación derivada del cambio de precios relativos y la devaluación inicial». La política económica fue, en la práctica, -dijo Dal Poggetto- «mucho más pragmática» que lo anticipado durante la campaña presidencial (…) logró reducir el gasto en casi 5 puntos del PBI".
Más enfático aún ha sido Gabriel Rubinstein. Su juicio suma a su prestigio profesional el valor suplementario de que fue el piloto técnico de la gestión de Sergio Massa en el Palacio de Hacienda.
"Milei es, de todos los presidentes, el que más se convenció del equilibrio fiscal – dijo Rubinstein-. Todos los candidatos más o menos decían que había que ir por ahí, punto más o punto menos, incluso con otra composición en el ajuste..., había que bajar el déficit fiscal. Milei hizo el ajuste de una". Rubinstein ve un panorama auspicioso, con salarios creciendo entre 3 y 6 % anual, con la tasa de riesgo país cayendo. Tampoco ve un piso para la inflación ("La inflación a esta altura de la Convertibilidad era 1 %. No hay ninguna razón para que sea más de 1 %).
Para Rubinstein los riesgos de la estrategia económica de Milei no son de orden técnico, sino político. "El esquema económico actual – reflexiona- convive con la fragilidad política del país y no blinda a la economía de dos shocks: el político y el externo (…) El shock es un cambio súbito en el humor y en las expectativas de los mercados donde la gente quiere más dólares y menos pesos. Importa un rábano que la situación fiscal esté en equilibrio. Si gana Cristina se va todo al demonio. Si pierde Milei en 2025 o al Gobierno se le escape la situación política de las manos, sería un shock para este modelo que no está blindado".