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8 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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Mártires siglo XXI

Miércoles, 08 de octubre de 2025 01:42
Padre Ernesto Ubaldo Martearena.
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En julio de 2023, el Papa Francisco creó una comisión pontificia para identificar a los nuevos testigos de la fe que entregaron su vida, derramaron su sangre como testimonio de esperanza y de amor por los demás en nuestro tiempo. Decía con frecuencia Francisco que hoy existen mucho más mártires que en los primeros tiempos del cristianismo. No solo por el crecimiento poblacional en el mundo, sino porque los enemigos de la fe siguen presentes y activos hasta el fin de los tiempos. Tal vez, hoy no sean los herejes que atacaban la doctrina o algún sádico poderoso de los gobiernos; pero son enemigos inquietantes, absorben la ganas de vivir, el tiempo, seducen y engañan con promesas de colores, la trata, la prostitución, la corrupción, las injusticias, la droga, el racismo que ha retornado de manera virulenta.

Frente a ese espectro de sombras, llamado por Juan Pablo II, la cultura de la muerte, surgen faros, que muestran un camino diferente, hombres y mujeres audaces, los nuevos locos, no solo de Asís, sino de cualquier parte del mundo. Toman el amor como fruto de la fe y van por el mundo predicando la esperanza, no siempre con palabras, sino con hechos valientes que conmueven a todos los hombres de buena voluntad, y que perturban a los malos, a los discípulos del mal o del malo. Los enemigos, llenos de envidia, piensan que representan un problema y por eso deben desaparecer o ser silenciados. La envidia, como nos enseña san Ambrosio en el siglo III, no proviene de gente desconocida, sino de los cercanos, tal vez parientes o conocidos, a quienes su luz, su presencia o sus palabras resultan molestas.

Los mártires deben ser recordados no por una simple veneración de los difuntos, sino porque su muerte adquiere pleno sentido por sus obras y palabras, que nunca deben ser olvidadas. Cuando el Papa Francisco crea la Comisión de los Nuevos Mártires de la Fe insiste que no debemos olvidar a los testigos modernos de la fe, que derramaron su sangre por defender las causas de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, también por defender la Casa Común. Y ese catálogo debe incorporar a todos aquellos que ofrendaron sus vidas para vencer el odio con amor, incluyendo a todas las confesiones cristianas y no sólo católicos. "Los mártires – explica el Santo Padre – han acompañado la vida de la Iglesia en todos los tiempos y florecen como "frutos maduros y excelentes de la viña del Señor" también hoy... Los mártires son más numerosos en nuestro tiempo que en los primeros siglos: son obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos y familias que, en los diversos países del mundo, con el don de su vida, han ofrecido la prueba suprema de la caridad". Continúa el Santo Padre "incluso en estos tiempos nuestros, en los que asistimos a un cambio de época, los cristianos siguen mostrando, en contextos de gran riesgo, la vitalidad del Bautismo que nos une. No son pocos, en efecto, los que, a pesar de ser conscientes de los peligros que corren, manifiestan su fe o participan en la Eucaristía dominical. Otros son asesinados en sus esfuerzos por ayudar en la caridad a la vida de los pobres, por cuidar de los descartados por la sociedad, por valorar y promover el don de la paz y el poder del perdón. Otros son víctimas silenciosas, individuales o colectivas, de los avatares de la historia. Con todos ellos tenemos una gran deuda y no podemos olvidarlos".

"Y quiero recordar, que hubo un hombre que sufría cada dolor de la gente más pobre, que vivió pobre".

Por eso, quiero recordar a los miles de cristianos, que hoy están siendo martirizados por los fanáticos islámicos en África; asesinatos crueles perpetrados a hombres, mujeres y niños sin piedad, sólo por ser cristianos, y silenciados de manera cómplice por los medios internacionales de comunicación social. Como si sus vidas no valieran nada.

Y quiero recordar, especialmente, a los jóvenes del nuevo milenio, que hubo en tierras salteñas verdaderos mártires, víctimas del odio de los mercaderes de la muerte. Jóvenes que no pudieron seguir en el camino de la vida por el abandono, el suicidio, la trata y la droga. Y quiero recordar, que hubo un hombre que sufría cada dolor de la gente más pobre, que vivió pobre y que murió de manera más humillante que se le podía inferir, el Padre Ernesto Ubaldo Martearena. A los 57 años fue torturado y asesinado por quienes estaban perturbados.

"Hoy lleva su nombre el Estado Mayor de Fútbol de Salta, y pocos saben la razón de ese homenaje".

Hoy lleva su nombre el Estado Mayor de Fútbol de Salta, y pocos saben la razón de ese homenaje. Promovía el deporte como forma de superar las adicciones, antes el alcohol, hoy las drogas y otras basuras que nos hacen ilusionar. Organizó en 1996 un partido de fútbol en el Club Gimnasia y Tiro, invitando al equipo de River Plate –el club de sus amores-, y un seleccionado local. Todo lo recaudado fue para construir una escuela en Capiazuti, que aún existe, donde los miembros de las comunidades aborígenes del norte podrían encontrar formación para un mejor salida laboral. "No solo les acercaba el pescado, les procuraba la caña y les enseñaba a pescar", le preocupaba que ellos no dependieran del asistencialismo del estado, pero tampoco quería que las poblaciones se achicaron solamente, para lograr metas puramente financieras. No se puede regular la vida de las comunidades solo con un criterio economicista, "el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal". El padre Martearena tenía muy claro el pensamiento social de la Iglesia, y vivió en carne propia, desde niño la pobreza. En Fratelli Tutti del Papa Francisco nos recuerda la doctrina practicada por el padre Ernesto, hace falta una "política económica activa", a fin de "promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial", en vez de la especulación financiera. Además, "sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica" (n. 168). Martearena se jugó la vida por los pobres, por los niños de la calle con sus hogares emblemáticos para niños, para niñas y un hogar especial para niñas madres, el cuidado de los ancianos y los que pasaban hambre. Caminó por la zona oeste alta, visitó a las familias, construyó templos y difundió el rezo del Santo Rosario. Cada jueves a las 15 horas recorría la jurisdicción de su parroquia, transportado por amigos como Matías Cánepa, Federico Lanusse y otros a ungir y dar la Santa Hostia a los que estaban postrados o muy enfermos. Hay muchas anécdotas de su vida sacerdotal y personal, dignas de recordar.

Los salteños y los argentinos en general, debemos estar orgullosos de saber que en éste siglo tenemos un mártir de nuestro suelo, con nuestras mismas raíces y que se distinguió por pelear por sus pobres, por sus niños y por sus ancianos, sin medir las consecuencias, en una entrega absoluta al mandato del Evangelio de Cristo.

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