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Salvo los fanáticos- que los hay- ninguna pirueta argumentativa resultó suficiente para justificar la sucesión de desatinos de Milei en su discurso ante el Foro Económico de Davos, ataques continuados en X, en una suerte de débil aclaración, que oscureció aún más el asunto.
Apuntando a la noción de "wokismo" como síntesis de una matriz cultural, denostó al feminismo, la diversidad, la inclusión, la equidad, la inmigración, el aborto y a la denominada "ideología de género". En un solo párrafo contrarió como jefe de Estado los derechos humanos contenidos en nuestra Constitución Nacional, los tratados internacionales y, en definitiva, el Estado de Derecho.
Desde una exclusiva y excluyente perspectiva economicista, asimiló conceptos complejos para arremeter contra el Estado, todo desde una retórica agresiva para no perder sintonía y seguir alimentado el descontento generalizado contra "la política", de la que se sirvió para llegar al gobierno.
Sostener que el feminismo es una distorsión del principio de igualdad muestra una línea de razonamiento tan tosca que evidencia que no está dispuesto a entender de qué se trata el feminismo y mucho menos el principio de igualdad, aunque, -es casi seguro- los liberales de Milei se jactan de ignorar estos conceptos.
Junto con la coherencia, el conocimiento es un valor menospreciado para los llamados libertarios. Este dato no sería un problema si obviamos el detalle de que son quienes hoy definen las políticas públicas que nos alcanzan a todos.
Los feminismos no son otra cosa que la lucha contra las injusticias que sufren las mujeres en todos los órdenes: económicos, sociales, políticos, sanitarios.
Diana Maffia señala que ser feminista implica aceptar tres principios: uno descriptivo que parte de reconocer que las mujeres en todos los grupos y en todas las sociedades están peor que los hombres, lo que puede probarse a través de la estadística. Un segundo principio prescriptivo que dice que eso no es justo. Y un tercer principio práctico que llama al compromiso para cambiar esa injusticia.
Ser capaces de reconocer esa asimetría estructural de la posición de las mujeres conduce a adoptar una idea de igualdad distinta a la mera igualdad formal a la que esgrimen estratégicamente los libertarios. La noción que data de la revolución francesa referida a que "todas las personas tienen los mismos derechos" ha sido reemplazada por una noción más robusta que da cuenta de las diferencias sociales, políticas, económicas, laborales y de género.
En la actualidad, la igualdad desde una perspectiva feminista incluye la no discriminación en razón de las características personales, la inclusión, el acceso a los recursos, la equivalencia de oportunidades económicas e inmateriales y la redistribución equilibrada de la riqueza
En su oscura aclaración en la red X, el presidente se concentró tanto en enumerar falacias, que no reparó que él mismo había caído en una gran falacia de generalización en la que se atribuye a un grupo algo que se sabe de alguno de sus individuos. En un salto lógico insostenible, Milei vinculó la homosexualidad con la pedofilia. Del dato de una pareja homosexual que abusó de sus hijos no es posible extrapolar esta conducta a todas las parejas homosexuales. Este es un razonamiento infundado y discriminatorio que puede explicarse solo en una formación personal y política precaria e imprudente.
Las propuestas discursivas del presidente ofrecen un catálogo de sobre-simplificaciones, verdades relativas, reduccionismos y maniqueísmos que ni siquiera su ministro Francos- su exégeta oficial- puede defender.
Por otra parte, intentar instituir una moral pública es un claro signo de los autoritarismos típicos. En este caso, de una autocracia electa.
El anuncio del gobierno de la preparación de un proyecto para eliminar el agravante del femicidio en el Código Penal no tiene sentido si se consideran las estadísticas del Registro de Femicidios de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que muestran que todos los años entre el 60 y 65 % de los femicidios son cometidos por la ex pareja o pareja de la víctima.
¿Sabe el presidente que cada 28 horas un hombre mata a una mujer en nuestro país?
No es una novedad que, en general, a los hombres los matan personas desconocidas en espacios públicos y a las mujeres las matan personas de su entorno en sus hogares. La diferencia es importante para diseñar políticas de prevención adecuados para casos que son diferentes.
Hace unos días, Francisco Sotelo trajo el caso de la maestra Evelia Murillo asesinada en Tartagal cuando intentaba defender de una violación a una niña wichi. Nada más demostrativo de la violencia de género, entendido como la muerte de una mujer ejecutada por un varón en razón del género.
Es difícil ver el privilegio que el presidente endilga a las políticas de género.
El discurso de Milei en Davos, como un error no forzado, despertó la reacción de parte de la sociedad contra el recorte de derechos humanos: las mujeres, las diversidades, los universitarios y toda persona que no acuerde con el retroceso en los derechos ganan las calles para delimitar un cordón de tolerancia y pluralismo. Acaso sea el germen de una cohesión de grupos opositores atomizados.
Uno de los problemas de Milei es que pareciera que mira el mundo como un enfrentamiento agónico entre bandos, y en su imaginario – y así lo ilustran sus acólitos en las redes- se autopercibe como un gladiador en una batalla cultural que libra la derecha global.
No sería eso un problema si no fuera el presidente de nuestro país que detrás de esos combates planetarios, evade la realidad nacional y la complejidad de los problemas que debe afrontar.