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Era una noche despejada en Los Ángeles, las calles tenían un aire extraño, casi fantasmagórico. El taxi avanzaba lentamente por Main Street, la zona que conecta Venice con Santa Mónica, un tramo repleto de bares y de discotecas, uno de los lugares de encuentro predilecto entre los jóvenes angelinos por sus calles rebosantes de luces, música y, en ellas, un movimiento incesante de gente. Sin embargo, nada de aquello se ve ahora y pregunto ¿qué pasó? "Esta parte solía estar llena de vida", dijo el conductor, con un dejo de nostalgia en la voz. "Los bares, los clubes… todo se fue apagando de a poco. Ya casi nadie sale como antes".
La escena, más propia de una madrugada entre semana que de un sábado por la noche, refleja un fenómeno que está ocurriendo en muchas ciudades del mundo.
Durante décadas, la vida nocturna ha sido un reflejo de la cultura, las tendencias y las necesidades sociales de cada generación. Sin embargo, en los últimos años, llama la atención una notable disminución de la actividad en bares y discotecas. Desde Los Ángeles hasta Londres, pasando por Madrid y Buenos Aires, las calles que antes vibraban con música y luces ahora muestran un paisaje diferente.
¿Qué está pasando?
Un cambio generacional
Si bien la pandemia de COVID-19 alteró significativamente los hábitos de ocio, el cambio va más allá y tiene, entre sus causas, raíces profundas en la evolución de las generaciones más jóvenes, particularmente la Generación Z, los jóvenes nacidos entre 1996 y 2010. También llamados Centennials, estos nativos digitales han crecido en un mundo hiperconectado, donde la socialización ya no depende exclusivamente de encuentros físicos. Aplicaciones como TikTok, Instagram o Discord han transformado la forma en que se construyen y mantienen las relaciones. La diversión ya no es exclusiva de los espacios físicos tradicionales, sino que ha migrado a entornos digitales que ofrecen experiencias inmediatas, interactivas y, sobre todo, personalizadas.
Además, la Generación Z ha redefinido su relación con el alcohol. A diferencia de generaciones anteriores, que veían el consumo de bebidas alcohólicas como un elemento casi indispensable en la vida nocturna, los jóvenes actuales han mostrado una tendencia creciente hacia la abstinencia o el consumo moderado. De hecho, este fenómeno recuerda al Movimiento de la Templanza, que surgió en el siglo XIX en países como Estados Unidos, Reino Unido y Canadá. Impulsado por organizaciones religiosas y reformistas sociales, promovía la moderación o la abstinencia total del alcohol debido a sus efectos perjudiciales en la sociedad, particularmente en la clase trabajadora. La ideología de la Templanza influyó en políticas como la Ley
Seca en EE. UU. y en la creación de asociaciones que aún hoy defienden un estilo de vida sin alcohol.
Hoy, bajo una nueva forma, esta tendencia resurge en la Generación Z, con el auge de bares sin alcohol y la proliferación de bebidas alternativas. La sobriedad ya no es solo una postura moral o religiosa, sino el reflejo de un genuino interés por el bienestar físico y mental. Mientras tanto, ciudades como Berlín o Ámsterdam han empezado a adaptar sus ofertas de ocio a estos nuevos patrones, promoviendo alternativas culturales y experiencias personalizadas.
Factores
Desde una perspectiva psicológica, podemos identificar varios factores que influyen en esta transformación:
- Mayor conciencia sobre la salud mental
Las nuevas generaciones han crecido en un contexto donde el autocuidado y la salud mental son prioridades. La sobreestimulación de los entornos nocturnos, el ruido y el consumo de sustancias pueden ser percibidos como elementos contrarios al bienestar.
Muchos jóvenes prefieren actividades más relajadas que les permitan mantener el control sobre su entorno.
- Cambio en la percepción del ocio y la diversión:
Lo que antes se consideraba sinónimo de entretenimiento (música fuerte, alcohol, multitudes) hoy no es necesariamente atractivo para todos. En su lugar, se han popularizado alternativas como eventos de cine al aire libre, reuniones temáticas, cenas con experiencias gastronómicas y actividades inmersivas.
- Impacto de la crisis económica:
Salir de noche es costoso, y en un contexto de crisis económica global, muchos jóvenes priorizan gastos en experiencias que consideran más significativas. Esto ha favorecido la creación de espacios de entretenimiento accesibles y personalizados, donde el dinero invertido se traduce en experiencias más controladas y satisfactorias.
¿El fin de la vida nocturna?
Pensamos que está ocurriendo una transformación profunda de los espacios de socialización. La vida nocturna tradicional, centrada en bares y discotecas, está dando paso a una nueva era de entretenimiento más diversa y adaptada a las necesidades de una sociedad cambiante.
Desde la psicología, este cambio puede verse como el reflejo de una sociedad que evoluciona hacia formas de socialización más equilibradas, donde el placer no está reñido con el bienestar.
El fin de una era siempre marca el inicio de otra. Quizás sea el nacimiento de nuevas maneras de encontrarnos, de celebrar, de conectar con los demás. Y tal vez, en ese cambio haya una lección para todos nosotros: el placer no es sinónimo de excesos y la noche no tiene el monopolio de la alegría.
La mente empieza a comprender que la felicidad verdadera y las causas de esa felicidad están dentro nuestro. No afuera.