¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
13°
13 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El aula y el machete; construir la convivencia es educar para la paz

El episodio ocurrido en Villa Esmeralda conmueve a Salta, pero la realidad cotidiana nos revela que son múltiples los casos similares. 
Sabado, 05 de abril de 2025 01:59
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En el Diccionario Salvat, la palabra "aula" es: local destinado a dar clases en universidades, colegios, academias, etc. Siguiendo la misma fuente, la palabra "machete" es: arma blanca más corta que la espada, con un solo filo; también es: cuchillo grande para desmontar, cortar la caña de azúcar y otros usos. Hay un acuerdo por el cual en el aula se dictan clases, de lo que se sigue que no hay espacio para un arma de cualquier clase, incluido el machete. Hay otro acuerdo en que, si alguien ingresa con un machete dentro del aula, no lo hace con la finalidad para la cual existen las aulas.

El pasado martes 25 de marzo, en las primeras horas de la mañana, en el Colegio 5176 de Villa Esmeralda, sito en calle F. Figueroa de Solá, en esta ciudad, las actividades se desarrollaban con normalidad. Los datos reunidos por los periodistas, el material de videos obtenido durante los hechos y la información oficial que se generó permiten reconstruir al menos aproximadamente lo que sucedió.

En una de las aulas, hubo una incidencia verbal entre un menor de catorce años, del sexo masculino, con una compañera de curso, de la misma edad. Otro alumno, que estaba presente en la clase, intervino para que su compañero cesara la agresión. La docente que dictaba la clase dio intervención a sus superiores del colegio y ellas decidieron citar a la madre del presunto agresor. En una de las escenas del video se ve a una señora sentada y a varios alumnos.

Poco después se ve llegar al presunto agresor con un machete en la mano, que desde la puerta del aula habla con sus compañeros, que estaban adentro. Se dice que profirió amenazas contra todos, tras lo cual se retiró del lugar. Se sabe que uno de los docentes presentes en el Colegio, intervino en forma arriesgada para lograr que ese alumno depusiera su actitud.

A poco menos de una semana de los hechos, se publicó que se dio inicio al procedimiento penal juvenil que está vigente en la Provincia; que intervino la Policía, pues llegó al lugar por un llamado a su línea 911; que también intervino una jueza, que citó al alumno sindicado como el portador del machete y le atribuyó la comisión de varios delitos, el más grave, el homicidio en grado de tentativa, y otros menos graves, como lesiones leves, robo y daños. Se dispuso la internación del alumno, que se cumple en el Instituto Especializado Penal Juvenil n°1, porque su familia no lo puede contener. Paralelamente, se constituyó un Comité de Crisis Interdisciplinario y se proveyó tratamiento psicológico para las víctimas, que son los compañeros de curso del menor internado.

Un contexto complejo

El espectador de este hecho rápidamente recuerda otros del pasado, peligrosamente parecidos. Tiene presente la tragedia del colegio de Carmen de Patagones, de "Junior" y de la pistola reglamentaria de su padre, oficial de una fuerza de seguridad federal. Sabe que pasaron algunos años desde entonces pero igual respira profundo, porque al día siguiente de los hechos de Villa Esmeralda, en otro colegio de Acheral, Provincia de Tucumán, un estudiante resultó herido por un arma blanca que portaba alguien como él. De acuerdo con el video publicado, es probable que la pelea a golpes de puño estuviera pactada, porque fue en un patio y porque estaban presentes varios estudiantes, que siempre fueron espectadores y no intervinieron para nada. Parece que el agresor creyó que era una pelea que podía perder, así que -como diría un viejo cronista- extrajo un cuchillo de entre sus ropas y "cortó" a su oponente, que debió ser hospitalizado.

¿Qué hacer con este y tantos otros cuadros de situación similares? Lo primero sería saber con precisión el o los motivos de la primera diferencia entre el ahora agresor y su compañera de clase. A ello seguiría saber con exactitud en qué consistió la intervención del otro alumno, que debiéramos suponer como determinante de lo que pasó poco después.

A la vez, debiera intentarse establecer si la reacción extrema del agresor fue determinada por lo que pasó dentro del aula o porque vio que las autoridades habían citado a su madre y cuando la vio sentada esperando en un asiento cerca del aula donde pasó todo.

Fuentes educativas dijeron que el agresor ya tenía antecedentes de hechos violentos, de los que habría sido parte en su paso por un establecimiento educativo de La Silleta. En este caso, hubo algo que lo determinó a salir del colegio, abrir el auto en que se supone que conducía su madre, sacar el machete y reingresar para hacer lo que hizo.

Lo que pasó después también debería ser esclarecido. Se precisa determinar si realmente el agresor envió mensajes mediante las redes a todos sus compañeros, amenazándolos incluso con prender fuego al colegio. También, tratar de contenerlo en donde está internado, por el tono decaído y abrumado de sus palabras, publicadas en un audio, después de decir que todo esto le había arruinado la vida.

No será fácil. Hay un contexto violento en el país, al que no pueden ser ajenos escuelas ni colegios; y al que sus propias historias de vida, que muchos tratan de entender empleando las redes sociales, colocan en una situación de vulnerabilidad. Empiezan siendo rehenes de la violencia, después son víctimas y un día cualquiera, son victimarios.

Gestionar la convivencia

De lo que se trata es gestionar correctamente la convivencia de los alumnos entre sí. Se precisan docentes comprometidos con su vocación, que entiendan que en estos tiempos difíciles no alcanzará con un buen rendimiento académico de los alumnos. Es preciso transmitirles que deben respetar a todos los demás, e informar si no son respetados. Lo digo porque pasó que cuando algo se sale de control, las autoridades informarán que no conocían el origen del problema entre los alumnos.

A las autoridades les corresponde conocer al agresor; dialogar con su familia; acercarse a las víctimas y también a sus familias. Se emplea la palabra "familia", porque desde el origen de los estados modernos, hace ya miles de años, hubo un conjunto de hombres que se ganaban la vida predicando sus ideas filosóficas, y a la vez, sentando las bases de una buena educación. Para los pueblos donde eso se hizo realidad, había una regla no escrita según la cual para hacer de un niño una persona honorable, lo primero que hacía falta es que ese niño tuviera una familia que lo quisiera y lo contuviera; segundo, que tuviera los beneficios de la educación; y lo tercero, que en esa educación estuvieran las bases para una ocupación posterior con la que debiera ganarse la vida con honestidad.

Pasaron los siglos y la familia sigue estando. Si funciona como tal, estará en condiciones de llegar a un acuerdo tácito con la escuela o con el colegio en donde estudian los hijos. Mientras esas dos instituciones hagan su tarea, será más probable que el producto sean hombres y mujeres honorables. Como la vida no es ni debe ser un lecho de rosas, sino un claroscuro permanente, habrá veces en que una de las dos, o las dos a la vez, entren en crisis.

Se sabe que a veces, en el aula, una acción de un alumno genera la reacción de otro. Habrá un tiempo para entender por qué lo hizo, aunque las autoridades con experiencia presumirán que lo que provocó la crisis en el aula tiene origen en otro lugar, que puede ser la casa familiar o el contexto en el que se vive -por ejemplo, ninguno de sus amigos en el barrio estudia y tampoco trabaja-. Paralelamente a eso, también se sabe que ese alumno tiene detrás un grupo de compañeros que lo respaldan cuando no lo motivan. El mensaje para todos ellos será que la violencia de toda clase no puede naturalizarse.

En la familia del alumno agredido, el mensaje será positivo y superador del conflicto. Sin perjuicio de la intervención psicológica, siempre será preferible decirles e insistirles en que todo conflicto puede resolverse en forma pacífica.

El bullying

Dejé para el final algo valioso que creo debo compartir con los lectores. Es un libro que publicó en Madrid la pedagoga Nora Rodríguez, en el año 2.005. Su título: "Guerra en las Aulas. Cómo tratar a los chicos violentos y a los que sufren sus abusos. De los 4 los 16 años".

Es un viaje a toda velocidad por el bullying, con consejos para enfrentar el problema; para la víctima, con consejos; tiene ideas claras para proponernos a todos los adultos, sobre la agresividad infantil y adolescente; contiene líneas dedicadas a los padres, para que transmitan a sus hijos cómo prevenir y defenderse del bullying, etc.

Vale la pena pasar las manos por sus páginas. Vale la pena el final, porque allí la autora dice lo que piensa que debe hacerse para educar en la no violencia; por qué siempre se tratará de establecer cuál fue el origen del conflicto actual en el colegio; después se verá qué se puede hacer, por ejemplo, pidiéndose disculpas mutuamente, entender que ser amigo de otro no significa pensar igual, etc., hasta llegar a la mutua promesa de no molestarse más.

Dice: "…estudiar es duro, no hay duda de ello, pero es mucho más difícil cuando hay problemas de convivencia escolar. Los chicos y las chicas estudian para algo y el logro, no necesariamente material, es lo que los estimula y les da sentido al esfuerzo…"

Concluye así: "…Nadie puede prosperar cuando está asustado. Tampoco los profesores. Por eso la clave es creer que, entre todos, las cosas pueden cambiar".

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD