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¿Hacia una "Era de Proliferación Nuclear"?

Los arsenales de las potencias nucleares tienen capacidad para que una gran guerra o una multiplicidad de conflictos regionales arrasen con la superficie del planeta. En tanto, el desempeño de los liderazgos actuales proyecta nuevamente la sombra del "invierno nuclear".
Domingo, 13 de julio de 2025 02:01
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Durante la segunda mitad del siglo XX, la humanidad convivió con el temor al holocausto nuclear. Además, a la posibilidad de una guerra atómica entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se había sumado la preocupación por la "proliferación" de armas de destrucción masiva, sobre todo, la posibilidad de que otros países -u organizaciones terroristas- pudieran acceder a armas nucleares.

Para contener esta posibilidad, el gobierno de Einsenhower lanzó, en 1953, la iniciativa "Átomos para la paz" que facilitaba el acceso a esta tecnología para usos pacíficos a aquellos países que renunciaran a su uso militar. En 1957, se creó -dentro de las Naciones Unidas- el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) y, casi una década después, en 1968, se firmó el "Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares".

Pero, aún con este Tratado en pie, no se pudo evitar que en casi todas las regiones del mundo hubiera algún país con armas nucleares. A Estados Unidos y Rusia (heredera del arsenal soviético), se sumaron el Reino Unido y Francia en Europa; China, Corea del Norte, India y Pakistán en Asia; Israel (que no desmiente ni confirma su posesión) en Medio Oriente; y Sudáfrica en África. Dos datos curiosos: Sudáfrica había construido seis bombas atómicas pero desmanteló el programa nuclear con fines bélicos antes de adherir al Tratado; y América Latina es la única región del mundo libre de armas nucleares. Tras la "La crisis de los misiles en Cuba" la región se embarcó en un proceso de negociaciones que culminó en la firma del "Tratado de Tlatelolco"; que prohíbe el desarrollo, adquisición, ensayo y emplazamiento de armas nucleares en América Latina y el Caribe. Por desgracia, quizás todo esto esté a punto de cambiar.

Una era más peligrosa

El régimen de no proliferación ya enfrentaba presiones cuando Trump asumió la presidencia en 2017. En este nuevo mandato sigue aumentándolas.

Trump atacó la piedra angular de las garantías de seguridad: las alianzas de posguerra de Washington. Amenazó con retirar a Estados Unidos de la OTAN quejándose de que los aliados eran unos "aprovechadores" y amenazando con no defender a quienes no "pagaran lo suficiente" -postura que obligó a los miembros europeos de la OTAN a elevar sus gastos en defensa en hasta un 5% de sus PBI-; acuerdo que implicará un desembolso de más de 510.000 millones de euros anuales de acá al 2035. También expresó dudas sobre el valor de las alianzas de defensa con Japón y Corea del Sur.

Desmanteló la arquitectura del control de armas al retirar a Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (que había eliminado una clase completa de armas nucleares terrestres); y permitió que expirara el Tratado de Cielos Abiertos, un acuerdo multilateral que proporcionaba transparencia y fomento de la confianza a través de vuelos de reconocimiento mutuamente acordados. Ha expresado dudas sobre la renovación del Tratado New START (que limita los arsenales estratégicos de Estados Unidos y Rusia); y ha amenazado con reanudar las pruebas nucleares, suspendidas desde hace décadas. Además, ha minimizado la peligrosidad de la proliferación sugiriendo que Japón y Corea del Sur "podrían necesitar desarrollar sus propias armas nucleares". En un debate de 2016, por ejemplo, restó importancia al desarrollo de armas nucleares por parte de Corea del Norte cuando dijo "mucha gente en esa vecindad… ya tiene armas nucleares".

Trump ha dejado claro que no considera las armas nucleares como un peligro y ha dicho que, si Estados Unidos las posee, debería poder utilizarlas. En esta línea, ha promovido el desarrollo de armas nucleares "utilizables", o sea, cabezas nucleares de bajo rendimiento más probables de usar en futuros conflictos. Trump piensa en las armas nucleares como activos estratégicos útiles, no como peligros mundiales. Esta cosmovisión difiere profundamente de la que ha guiado la política de no proliferación mundial durante más de medio siglo.

El riesgo más inmediato es que la ruptura del régimen de no proliferación por parte de un país desencadene una respuesta de su rival y así se produzca una "proliferación en dominó". Y una vez que algunos países hayan cruzado el umbral nuclear, quizás sea difícil -si no imposible- volver el tiempo atrás.

El final del estatus quo

Rusia ha ignorado los acuerdos de no proliferación y de desarme, y utiliza la amenaza de sus armas nucleares como escudo en su agresión a Ucrania. China va camino a quintuplicar su arsenal nuclear hacia 2035. Corea del Norte continúa expandiendo su arsenal -que ahora incluye misiles capaces de alcanzar el territorio continental de Estados Unidos-; lo que podría estimular contramedidas nucleares por parte de Japón y de Corea del Sur. Esta última, a su vez -preocupada por el posible abandono estadounidense-, es el país con mayor probabilidad de involucrarse en una nuclearización inmediata.

Irán estuvo más cerca que nunca de producir armas nucleares y todavía quedan dudas sobre si esta capacidad ha sido anulada o retrasada. Peor, el bombardeo de Trump a las plantas de enriquecimiento iraníes podría terminar de convencer al ala dura iraní de que sólo la fuerza disuasoria de una bomba atómica podría permitir sobrevivir al régimen. Esto, a su vez, podría hacer que Arabia Saudita siga su ejemplo para defenderse. India y Pakistán configuran un riesgo siempre latente y, en este nuevo mundo, incluso aliados de Estados Unidos podrían verse obligados a reconsiderar sus decisiones históricas. En Europa, los arsenales nucleares del Reino Unido y Francia podrían compensar hasta cierto punto una menor participación estadounidense, pero, aún combinadas con capacidades no nucleares, no están en condiciones de limitar el daño que Rusia podría causarles y no pueden suplantar -de manera creíble- la seguridad nuclear que ofrecía Estados Unidos. Como resultado, países como Polonia -o incluso Alemania- podrían decidir buscar sus propias armas nucleares.

La aparición de más potencias nucleares abriría una caja de Pandora que el mundo ha luchado durante décadas por mantener cerrada. Robert Oppenheimer dijo que la política de destrucción mutuamente asegurada de posguerra era como tener a dos escorpiones atrapados en una botella. La situación futura podría asemejarse, más, a las de muchos escorpiones -grandes, medianos y pequeños; maduros y jóvenes- atrapados en esa botella.

El famoso politólogo neorrealista Kenneth Waltz, suele decir -cuando se trata de armas nucleares- que "más puede ser mejor" porque las rivalidades internacionales quedarían estabilizadas de manera duradera por la perspectiva de una destrucción mutuamente asegurada. El mundo podría entrar en una etapa que pueda poner a prueba su hipótesis. Y, los años por venir, podrían quedar signados -otra vez-, por el miedo al invierno nuclear

Un huracán nuclear

Aunque cada uno de estos antagonistas representa un desafío por sí solo, la posibilidad de coordinación entre ellos es aún más escalofriante. Para ayudar a Rusia en su invasión a Ucrania, Irán ha proporcionado drones al ejército ruso; Corea del Norte ha enviado al menos 14.000 soldados y municiones; consolidando una "asociación estratégica integral" con Rusia. Además de darle a Corea del Norte un veto ruso confiable en el Consejo de Seguridad de la ONU contra cualquier sanción global adicional, el creciente eje Moscú-Pyongyang significa que un conflicto en la península de Corea podría involucrar a China, Rusia y Estados Unidos, con cada uno apoyando a su respectivo aliado; creando una pesadilla nuclear.

Con todo, la mayor preocupación es el creciente alineamiento entre China y Rusia. En 2023, China proporcionó a Rusia el 90% de sus importaciones de bienes sujetos a la lista de control de exportaciones de alta prioridad del G-7 -según un estudio del Carnegie Russia Eurasia Center-, ayudando a Rusia a sostener su economía de guerra y a reconstituir sus capacidades agotadas. A cambio, Rusia ha ayudado a China en dominios militares estratégicos como el espacio, la defensa antimisiles y tecnologías de alerta temprana; incluido un sistema que puede detectar un ataque con misiles de un adversario desde cualquier lugar del mundo; capacidad que solo Rusia y Estados Unidos poseían. Este alineamiento es preocupante. Si, por ejemplo, China atacara Taiwán mientras Rusia ataca a Europa del Este; las fuerzas occidentales se verían divididas, sobre extendidas, e incapaces de responder con eficacia.

Lograr que las tres grandes potencias nucleares lleguen a algún tipo de acuerdo sobre límites nucleares en todos los dominios -armas estratégicas y no estratégicas, defensas antimisiles y espacio-, parece algo imposible pero una cosa es clara: si el mundo no se prepara con urgencia para el posible huracán nuclear que se avecina, podría encontrarse en una situación en la que nunca ha estado; una situación en la que China, Corea del Norte o Rusia -actuando en conjunto o por separado- utilicen un arma nuclear contra un país occidental o, incluso, contra el propio territorio norteamericano; simplemente porque Washington no parece ser capaz de evitarlo. O más paradójico; porque lo está fomentado.

Durante más de 70 años, el mundo ha logrado evitar una guerra nuclear. Ese logro no fue un accidente sino el producto de una arquitectura deliberada de disuasión, diplomacia y control. Si se desmantela esa arquitectura sin construir una alternativa mejor en su lugar, no deberíamos sorprendernos si el arma más peligrosa del mundo vuelve a ser utilizada. Ojalá que no. Ojalá.

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