inicia sesión o regístrate.
En un acto de violencia institucional contra la cultura -la más criticable de las formas que asume es la cobardía, pues a nadie se llamó para decirle "no va más, no creemos en la cultura"-, la Unsa ha decidido clausurar, cancelar, el hermoso proyecto musical que representaba contar con una orquesta típica característica. Una orquesta de raíz popular.
Como resumió magistralmente en estas páginas Flavio Geréz, es a la vez, una traición al patrimonio cultural de toda la región, un desprecio al talento y compromiso de sus jóvenes integrantes -que muy poco comprometían una asignación presupuestaria-, y la pérdida de oportunidades pedagógicas y de extensión al medio social, cuando apenas la Unsa había traspasado las a veces infranqueables fronteras de las avenidas que la rodean en su burbuja y había comenzado tímidamente a vincularse con la sociedad que le reclama presencia, ideas y debates.
Si la Universidad define en su estatuto -como base primigenia-, que es una institución de derecho público autónoma y autárquica, que tiene por fines "la promoción, la difusión y la preservación de la cultura y cumple este propósito en contacto permanente con el pensamiento universal y presta particular atención a los problemas de la región y del país", en un acto tan nimio, de tanto desdén por el verdadero enriquecimiento -el del espíritu, no de la cuenta bancaria-, se da un enorme paso hacia atrás, en un sentido contrario a construir en Salta una sociedad culturalmente abierta, plural, participativa, resistente.
Se pierde, por ejemplo, la oportunidad de seguir difundiendo las obras de nuestros más grandes compositores y poetas. Uno de ellos, hace muy poco, pensando en la Universidad Nacional de Salta escribió, en inspiración humanista (que compartiría seguramente Gustavo Leguizamón) que si el hombre "funda su utopía en la hermandad/ encenderá la ciencia su estrella azul/ y es por la paz que lo ensueñe al porvenir…". A renglón seguido agregó: "… y dé al saber y a su luz/ en flor, el corazón de la humanidad".
Conviene tener bien presente estos versos del poeta Leopoldo Castilla, - Honoris causa de la propia Universidad - que como tal debieran inspirar por resumir y defender los valores que debiera tener la Universidad Nacional de Salta y no representar un peligro para los números (que sí alcanzan) para sostener este hermoso proyecto. De un plumazo, en contradicción con la poética, un par de contables sin sensibilidad, han echado a la basura, sin justificación presupuestaria alguna, la música, los poetas y su himno.
Para respetar e incluso avanzar en el mejoramiento de las asignaciones presupuestarias para los sectores dinámicos de la cultura - además de en la música, la Unsa debería avanzar en lo audiovisual, las letras, las artes escénicas y tantas otras expresiones del espíritu teniendo al fin una Facultad de Artes-, es esencial para afrontar los desafíos de nuestro tiempo, aquí y ahora, cuando los discursos de odio y la negación de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA) avanzan, así como la pobreza, la desigualdad y puntualmente el desfinanciamiento universitario en una tierra, así, sin futuro.
Ningún desarrollo en la región será posible sin un fuerte compromiso con la cultura, el mismo que se propone en las bases mismas de la Universidad Nacional de Salta pues su Estatuto concluye: "Además de su tarea específica de centro de estudio y de investigación, procura difundir los beneficios de su acción cultural y social interactuando con el medio". Acción cultural,interacción social, preservación, horizonte. "Mostrale el Estatuto" diría el Cuchi.
Cuando tanto se habla de libertad y se pontifica por ejemplo de economía del conocimiento, pero se desmerece la importancia de la cultura en un pueblo como el salteño (bien se recordaba que el lema de la Universidad es "mi sabiduría viene de esta tierra") debería dejar de tirarse por la borda -en un acto presupuestario insensato, repito, con un lápiz de inculto almacenero desafilado-, el sueño que está en su escudo, su emblema, sus bases y su himno.
Sabiamente este himno advierte, sobre el final, como corolario de todo lo expuesto: "pues nunca un opresor triunfó, en donde canta el ave, en llamas de la creación con la libertad". Más tarde, o más temprano, así será.