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En el extremo más austral del continente americano, Argentina se erige como un triángulo casi perfecto, cuya base -anclada en sus vastas provincias del norte- se proyecta simbólicamente hacia el Altiplano Boliviano.
Esta configuración, más allá de lo geográfico, se halla imbuida de una profunda significación histórica y cultural, consolidando una proyección geopolítica que posiciona a Argentina como un actor estratégico en el equilibrio de poder sudamericano. En este escenario, la creciente presencia de Irán en Bolivia ha activado adicionalmente una alarma estratégica que, lejos de circunscribirse a Buenos. Aires, resuena sobre todo el Cono Sur.
La Frontera Norte de Argentina es un hito geopolítico histórico desde la fundación de Salta, en 1.582 . Desde 1.776 hasta 1.819, Catamarca, gran parte del otrora Territorio Nacional de Los Andes, Jujuy (posteriormente secesionada como provincia), Tarija, actualmente en jurisdicción boliviana, y los territorios de Orán, el Gran Chaco Gualamba, de Santa Victoria Este, Santa Victoria Oeste, hasta el Río Pilcomayo, dependían de la Gobernación de Salta. Esta gran extensión territorial configuraba una compleja y desprotegida delineación fronteriza bipartita y tripartita con Bolivia y Paraguay. A lo largo de los siglos XIX, XX, y hasta mediados del XXI, esta configuración fronteriza ha mostrado una escasa evolución, caracterizándose por la falta de asentamientos en el sector argentino, deficiencias de infraestructura comunicacional, de conectividad, energética, y de desarrollo.
Esta realidad territorial y geoestratégica ha impedido un desarrollo suficiente de los recursos provinciales, con resultas de un aislamiento relativo, subdesarrollo, y estancamiento, lo que aún hoy persiste como sus principales rasgos distintivos.
Si bien la posterior introducción de la industria azucarera en Orán, y citrícola en la Colonia Santa Rosa, trajo progreso y bienestar social a muchas de la poblaciones asentadas, con aporte de actividades agropecuarias, la totalidad del área fronteriza con Bolivia y Paraguay, correspondiente a las provincias de Salta y Jujuy, demanda aún la implementación de una política estatal mucho más intensiva, con inversiones productivas en alimentación, industria, y una gestión más racional del bioma, dado que muchas hectáreas de bosques nativos han sido devastadas. Paralelamente, persiste la carencia de agua potable y reservorios para uso humano, energía, así como la necesidad de mejora en los sistemas educativos, de salud y desarrollo.
Durante el siglo XX, sectores universitarios, empresariales y gubernamentales de Salta trabajaron, en conjunto con la Nación, para lograr un desarrollo económico y social más eficiente. Ello implicó el esfuerzo de sustitución del progresivo y primitivo sistema de contrabando, históricamente ejercido por los "bagalleros", quienes transportaban pesados bultos de mercancías en sus espaldas a través de las fronteras terrestres de Salvador Mazza, La Quiaca, y las fluviales de Aguas Blancas, utilizando balsas en el Río Bermejo hacia Bolivia. Sin embargo, a esta problemática compleja se sumaron el narcotráfico, la trata de personas, y el contrabando, fenómenos que, absolutamente incontrolados hasta la actualidad, se han vuelto cada vez más peligrosos y dominantes en el territorio fronterizo, con las consecuentes derivaciones del crimen organizado.
Salta trató de coordinar esfuerzos para que la Argentina, los comités binacionales, y los consulados de Bolivia y Paraguay, lograran acuerdos de cooperación, capacitación y corrección de este defectuoso sistema imperante. Posteriormente esos esfuerzos disminuyeron, aunque actualmente, la Nación y la Provincia de Salta, desarrollan un plan para un control muy amplio en la gestión de la Frontera Norte, y sus áreas de influencia. Repensemos la Influencia de Irán en Bolivia y la respuesta estratégica de Argentina. Es muy necesario y oportuno destacar la situación imperante en Bolivia desde mediados del siglo XX, debido al ingreso de Irán a ese país y sus consecuentes repercusiones. A continuación, se detalla una cronología del ingreso iraní y la respuesta argentina:
* 1992: Atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, la primera amenaza transnacional percibida por Argentina.
* 1994: Atentado a la AMIA, atribuido por la justicia argentina a Irán y a Hezbollah, marcando un giro en la política de seguridad nacional.
* 2007: Evo Morales asume la presidencia de Bolivia, iniciando una alianza más estrecha con Irán y otros estados antioccidentales.
* 2013: Irán abre una embajada en La Paz, formalizando una presencia diplomática sostenida.
* 2015: La cooperación iraní en Bolivia se extiende a campos técnicos, incluyendo salud y energía.
* 2020: Luis Arce asume la presidencia en Bolivia, reforzando la asociación estratégica con Irán.
* Julio 2023: Se firma un acuerdo de defensa entre Bolivia e Irán, incluyendo entrenamiento militar, venta de drones y transferencia de tecnología.
* 2023–2024: Argentina eleva su alerta de seguridad, intensifica controles fronterizos y solicita formalmente detalles del acuerdo boliviano-iraní.
* Abril 2024: Argentina califica a Irán como estado terrorista, consolidando su alineación con Estados Unidos e Israel.
* 2025: Argentina agudiza su estrategia regional, combinando inteligencia, diplomacia, y seguridad transfronteriza, para contener la influencia iraní en Sudamérica y su territorio.
Desde los primeros días del gobierno de Evo Morales, consolidada luego por el presidente Luis Arce, Bolivia ha cultivado una alianza sostenida con Irán que abarca defensa, ciencia, comercio, educación, e intercambio cultural. El memorando de seguridad de 2023 es percibido por los círculos diplomáticos como un punto de inflexión. El entrenamiento militar, la tecnología de drones, y potencialmente sistemas de misiles, han profundizado la percepción de un avance iraní notoriamente calculado en América Latina. Aunado al interés iraní por el litio, minerales raros, e incluso uranio boliviano, la asociación emerge como una palanca geopolítica de alto riesgo. Para una nación marcada por los atentados terroristas de los '90 -ambos atribuidos a operativos iraníes- el resurgimiento de Teherán en la región reaviva ansiedades latentes.
La proximidad geográfica de Bolivia y la porosidad del terreno de la Triple Frontera (Argentina, Brasil, Paraguay) amplifican los riesgos. En respuesta, Argentina ha construido una estrategia de contención multi capas, combinando diplomacia, inteligencia, y alianzas internacionales.
* Inteligencia y Vigilancia: Argentina está modernizando su infraestructura de inteligencia, de seguridad, para contrarrestar amenazas híbridas, incluyendo redes de financiación ilícita, infiltración ideológica, y apoyo logístico a grupos extremistas. El monitoreo de individuos vinculados a Irán y Hezbollah es un objetivo central.
* Refuerzo de la seguridad fronteriza: El Norte Argentino se ha convertido en una frontera defensiva. Se está implementando el uso de tecnologías avanzadas (radares, drones, sensores térmicos), operaciones de patrullaje mejoradas, y protocolos migratorios más estrictos, para frenar la acción de estructuras criminales y redes transnacionales informales.
* Presión diplomática y alianzas: Argentina ha planteado sus preocupaciones con Bolivia, buscando apoyo multilateral a través de bloques regionales como el MERCOSUR y la CELAC, lazos más estrechos y apoyos, con EEUU e Israel, junto con un firme compromiso respecto a las normas globales antiterroristas vigentes internacionalmente, conjuntos que refuerzan una postura diplomática proactiva.
*El desafío del equilibrio: La respuesta de Argentina, sin embargo, va más allá de la defensa. Busca conservar y mantener el diálogo con Bolivia, promover la cooperación energética y tecnológica, la complementación económica, y un avance en el marco bilateral de asistencia mutua. La geopolítica moderna desafía la lógica binaria: muros fortificados, coexisten con corredores diplomáticos abiertos.
En un mundo reconfigurado por tensiones multipolares y proyecciones de poder en evolución, el Cono Sur—liderado en parte por Argentina—está obligado a redefinir su rol geopolítico. Su silueta triangular no es meramente topográfica, sino simbólica: un vértice apunta hacia la Antártida, otro se arraiga en el sector cordillerano de Los Andes, y el tercero asume la creciente responsabilidad de servir como baluarte geoestratégico contra las presiones de un panorama global turbulento.
(Por Roberto Ibarguren Zorreguieta, analista internacional - Mariano Castelli, abogado.)