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La Patria vive horas aciagas. El ambiente político está convulsionado y pensar un proyecto de país sustentable aparece como una utopía. Mientras se agita un discurso de odio desde la misma presidencia, millones sufren, se postergan… también mueren. ¿Este es el país que queremos los argentinos?
Venimos del desguace político y moral que dejó el kirchnerismo, tras librarnos de una horda de maleantes que destruyó todo, incluso al peronismo. Y cuando creímos poder empezar de nuevo, nos topamos con un presidente que se autopercibe 'Moisés', un dislocado que usa la Silla como púlpito para insultar, degradar y enseñar a odiar y que cuando lo alcanzaron las sospechas de sus negociados, proyecta culpas sobre los demás.
El pensamiento de quien escribe estas líneas fue fraguado en el seno de una familia rigurosamente antiperonista. Jesuitas y militares, "fachos" militantes. Más tarde, en mi educación militar se nos enseñaba que, del portón hacia adentro, estábamos nosotros, los militares. Del portón hacia afuera, estaba el civilacho. Y la consigna era: "Ante la duda con el civilacho… ¿Cómo se procede? Primero se tira y después se pregunta". A mis catorce años, un tío jesuita, al pasar por un quiosco en Buenos Aires, me compró el primer fascículo de una colección llamada "Perón, el hombre del destino", y me dijo: "Tenés que leer esto, porque para combatir al enemigo, hay que conocerlo bien". Y leí toda la doctrina y los libros de Perón, pero no para destruir al peronismo sino para comprenderlo.
Muchos años más tarde, nuestro Maestro, Félix Luna –esto lo he citado muchas veces-, me dijo: "El hombre que durante más de veinte años sigue pensando lo mismo, es un imbécil". Por eso, no comprendo a los que todavía dividen el país como en 1955. Por eso, mi decepción con La Libertad Avanza, porque no son liberales, son apenas una secta de mesiánicos que se sienten descendientes de algunos perdidos dioses.
"Para hacer buena política, hay que tener patriotismo y los bolsillos livianos". La frase pertenece a Leandro Alem, pronunciada en el famoso "Discurso de la cancha de pelota", que todo político debería leer. Una lección cívica extraordinaria que marcó la línea de pensamiento de la Unión Cívica Radical. De hecho, ningún presidente radical, desde Don Hipólito Yrigoyen, hasta el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, pudo ser llevado ante la justicia ni acusado de haber cometido ningún delito. Simplemente, porque nunca los cometieron.
El peronismo no es bueno ni malo, sino necesario
Y vino Perón: dilapidó 1.600 millones de dólares, desató la inflación y creó una casta de oportunistas que usaron la doctrina para enriquecerse. Pero también consolidó en leyes los derechos sociales postergados desde 1890, dio rango constitucional a los laborales y enseñó al obrero que su dignidad era igual a la de su patrón. El problema, el gran problema del peronismo no es su doctrina, sino sus hombres y sus métodos: "Al amigo, todo. Al enemigo, ni justicia". Esto es inaceptable.
Y ahora… ¿Qué sigue?
Es hora del consenso y la militancia reales. La "transversalización" sólo licuó a los partidos, destruyéndolos y permitiendo que unos pocos se perpetúen en el poder. Sin militancia no hay líderes sociales, y así se mata la alternancia. El país, las provincias y los municipios no pueden ser feudos de reyezuelos.
Desde antes de 1810, todos los procesos de nuestra historia costaron sangre. Todos. Pero desde 1983, con sus luces y sombras, la democracia argentina logró algo fundamental: que no volviera a correr sangre de compatriotas por razones políticas. Ese es el mayor capital que tenemos y no podemos perderlo.
Es hora mirar a Gaspar Campos, al abrazo entre Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín, que dictaran la cátedra magistral del civismo. Frente a la destrucción del Estado que se propone, frente a la agonía de la República, debemos oponer la militancia por las Instituciones de la República.