La noticia es clara y contundente: se terminó el cepo. Y eso, en sí mismo, es una excelente noticia. No se trata de un capricho ideológico ni de una concesión al mercado, sino del retorno a una lógica básica: ser un país normal. Como Chile, Perú, Uruguay o Paraguay, que pueden comprar y vender moneda extranjera sin que eso implique un delito o una odisea administrativa.
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La noticia es clara y contundente: se terminó el cepo. Y eso, en sí mismo, es una excelente noticia. No se trata de un capricho ideológico ni de una concesión al mercado, sino del retorno a una lógica básica: ser un país normal. Como Chile, Perú, Uruguay o Paraguay, que pueden comprar y vender moneda extranjera sin que eso implique un delito o una odisea administrativa.
La decisión de liberar el tipo de cambio y avanzar hacia un esquema de flotación administrada no sorprende del todo. Ya se intuía que el Fondo Monetario Internacional no estaba cómodo con las restricciones impuestas por el llamado crawling peg, y exigía una mayor sinceridad del sistema como condición para avanzar con los desembolsos. En ese marco, lo anunciado por el ministro Caputo responde, en buena medida, a los compromisos asumidos en el marco del acuerdo de facilidades extendidas con el organismo.
Ahora, el tipo de cambio se moverá entre dos bandas —de $1000 a $1400— con la intervención del Banco Central para evitar saltos bruscos. Si la cotización cae por debajo de los $1000, el BCRA comprará; si supera los $1400, venderá. Es un esquema que permite cierta previsibilidad, sin renunciar a la lógica de mercado.
Desde luego, esta medida implica un pequeño salto devaluatorio. La libre cotización que comenzará el lunes probablemente no se alinee con el valor oficial actual de $1100, pero tampoco se espera —al menos en una primera instancia— una corrida hacia los $1360 o más. El dólar cripto ya bajó cerca de un 7%, una señal de que el mercado puede estar leyendo este anuncio con buenos ojos, y anticipa una convergencia hacia un valor intermedio.
La unificación del tipo de cambio es, además, un paso clave para ordenar la economía. Se terminan las distorsiones, las brechas, los incentivos a arbitrajes financieros y las operaciones de exportación subfacturadas. A partir de ahora, habrá un solo dólar, y se moverá con la lógica de la oferta y la demanda.
Llama la atención, eso sí, el momento del anuncio: justo el día en que el board del FMI se reúne para aprobar el nuevo tramo del acuerdo. No es casual. Tampoco lo es que el Gobierno haya esperado al cierre de los mercados para comunicarlo. Se trató, sin duda, de una jugada calculada para blindar políticamente una medida que, aunque positiva, implica riesgos.
En términos políticos, también hay una lectura adicional. La decisión de liberar el tipo de cambio llegó el mismo día en que se conoció el dato de inflación de marzo, que superó todas las previsiones con un 3,7% a nivel nacional y un preocupante 4,3% en la región del NOA. Es probable que el Gobierno haya buscado contrarrestar el golpe de ese número con una señal fuerte hacia el mercado.
En definitiva, la eliminación del cepo no es la solución mágica a todos los problemas de la economía argentina, pero sí marca un punto de inflexión. Un regreso, al menos en este plano, a una cierta normalidad. Y en el contexto argentino, eso no es poco.