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Se impuso el criterio del gobierno

Sabado, 10 de diciembre de 2011 18:44

Como en el recinto su voz era débil pero seductores sus argumentos, los legisladores se levantaron de sus bancas para buscar una ubicación más cercana a don Indalecio. No querían perder sus palabras porque lo sabían un orador magistral, brillante; entonces, el respeto con que él trataba a la Cámara se hizo recíproco.

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Como en el recinto su voz era débil pero seductores sus argumentos, los legisladores se levantaron de sus bancas para buscar una ubicación más cercana a don Indalecio. No querían perder sus palabras porque lo sabían un orador magistral, brillante; entonces, el respeto con que él trataba a la Cámara se hizo recíproco.

Cuando el debate se hizo ríspido el ministro de Sáenz Peña señaló: “Sé que estoy en la lucha con la rutina y con los intereses que se defienden”.

Ramón Columba, un taquígrafo de la Cámara, lo describió así: “Su lucha es elegante, gentil. Sus armas y su físico son delicados y finos. No tiene los contornos exuberantes de los que triunfan a los empujones. En sus manos alargadas no cabe el mazazo, sino el florete que avanza con cautela, ganando terreno sin herir al adversario. Desconcierta su serenidad; exaspera su quietud; no advierte los riesgos que entrevén los sagaces, "los enfermos de pavor' a quienes aconseja una cura de reposo”.

“Demos, si se quiere, el voto calificado”, le grita uno y a ese le contesta: “Los abstenidos son precisamente, los "calificados'. Y modificarán su actitud cuando vean que tienen que contrarrestar el voto de los demás”.

Impávido y con los ojos cerrados para seguir el hilo del debate, don Indalecio responde: “No es cierto que la Constitución tenga sistema cerrado, cristalizado, determinado, contra el cual nada podamos hacer sin reformarla”. Finalmente el Congreso sancionó la Ley 8.871 que el Poder Ejecutivo promulgó el 10 de febrero de 1912.

Años después la ley sufrió una reforma de fondo para introducir el voto femenino, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, en 1947.

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