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Lucrecia Borgia, después de todo, una mujer más

Sabado, 25 de junio de 2011 22:03

“La duquesa ha muerto” escuchó, mientras se trataba de convencer de que era una pesadilla, Alfonso d'Este, duque de Ferrara, de boca del médico que había asistido a su mujer.

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“La duquesa ha muerto” escuchó, mientras se trataba de convencer de que era una pesadilla, Alfonso d'Este, duque de Ferrara, de boca del médico que había asistido a su mujer.

Lento entró a la gran habitación y se acercó al lecho. Le acarició el rostro transpirado y le acomodó el pelo dorado que remarcaba el rostro de la madre de sus hijos. Lucrecia tenía 39 años y la madrugada del 24 de junio de 1519 moría como consecuencia de un parto trágico en el que también fallecía su pequeña Isabel d' Este, su octavo vástago. La muerte siempre rondó su vida, pero en este caso, ella fue la víctima.

Lucrecia no era una mujer más, era una Borgia con todo lo que eso significó en su época.

Llevaba 14 años casada con Alfonso d"Este y con él parió seis hijos. Era amante de las artes y se había transformado en una mecenas y respetable mujer, pero no pudo escapar al odio, envidias e intrigas que la rodearon gran parte de su corta vida. El dolor y las infamias la acompañaron aún con el pasar de los siglos y es que la ambición de su padre, Rodrigo, y de su hermano, César, no tuvieron límites. ¿Era ella una mujer sin escrúpulos o fue víctima del deseo desmedido de poder de ambos?

Una vida de tribulaciones

En 1493, después de que el catalán Rodrigo Borgia fuera elegido Papa, bajo el nombre de Alejandro VI, concertó el matrimonio de su pequeña hija Lucrecia, de sólo 13 años, con Giovanni Sforza. El objetivo era obtener una alianza con la poderosa familia milanesa. Pero no pasó mucho tiempo, cuando el pontífice se dio cuenta que necesitaba de otras alianzas. Y, por lo tanto, Giovanni debía desaparecer de escena para poder casarla con alguien más útil para sus propósitos políticos. Entonces, le ordenó a su hijo César, cinco años mayor que Lucrecia, que asesinara a Giovanni. La joven advirtió a su marido, a quien no le tomó demasiado tiempo levantar sus petates y huir a Roma. Pero, algo estaba claro, el matrimonio debía ser anulado o ella debía ser viuda. Por lo tanto ahora había que negociar. Ante el fracaso del asesinato, Alejandro pidió al tío de Giovanni, el cardenal Ascanio Sforza, que persuadiera a su sobrino de que anulara el matrimonio.

Giovanni, no actuó como un caballero con la niña que le había salvado la vida. Todo lo contrario, se negó y además acusó a Lucrecia de incesto con Alejandro VI y su hermano César. El Papa le ofreció a Giovanni la dote de Lucrecia si mostraba su acuerdo con la anulación. No era algo para despreciar y Giovanni Sforza, firmó ante testigos una confesión en la que admitía ser impotente, lo que equivalía a consentir la anulación de la boda. Mientras todo esto ocurría, Lucrecia quedó recluida en un monasterio y su única relación con el exterior era mediante mensajes que le enviaba su padre a través de un hombre de su confianza: “Perotto”.

¿El hijo de quién?

En el monasterio cumplió los 17 años, y ya estaba programada su boda con Alfonso de Aragón cuando dejó a todos absortos con el nacimiento de su primogénito a quien llamó como a su primer marido: Giovanni y que pasó a la historia como “el infante romano”. Pero ¿de quién era el hijo? ... sólo ella lo supo.

Su padre, Alejandro VI, emitió dos bulas papales, en la primera se reconoció al niño como hijo de César, y en la segunda como propio. En ninguno de los dos documentos figuró el nombre de la madre, Lucrecia.

Pedro Calderón alias Perotto, era el hombre de confianza del Papa y un eterno enamorado de Lucrecia. Al poco tiempo, el joven comunicó que el pequeño infante romano era su propio hijo, nacido de un apasionado romance con Lucrecia mientras ella permanecía en el monasterio. Nadie pudo comprobar esto, pero César, que celaba a su hermana de manera enfermiza, lo golpeó salvajemente, frente a su propio padre y de no haber sido por él, lo hubiese matado allí mismo.

Pero el esfuerzo fue en vano, al poco tiempo apareció Perotto ahogado en el río Tíber.

Alejandro VI

Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI, mantuvo a lo largo de los años una relación extrañamente estable con una de sus amantes, Vannonza Catanei, con la que tuvo los cuatro hijos que serían protagonistas de los asuntos de la familia: César (1475), Juan (1476), Lucrecia (1480) y Godofredo (1482). Pero fue Lucrecia la permanente moneda de cambio.

 

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