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El 8N y el sistema político

Miércoles, 07 de noviembre de 2012 06:07

El cacerolazo del próximo 8N, en un sentido profundo, expresa mucho más que el repudio al oficialismo por su manera totalitaria de gobernar. Exterioriza, también, la desesperación colectiva de los que advierten que el sistema político está desaparecido. Ausencia que, entre otras cosas, se percibe en:

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El cacerolazo del próximo 8N, en un sentido profundo, expresa mucho más que el repudio al oficialismo por su manera totalitaria de gobernar. Exterioriza, también, la desesperación colectiva de los que advierten que el sistema político está desaparecido. Ausencia que, entre otras cosas, se percibe en:

Que, las instituciones de la república les son ajenas y, por ende, inservibles para detener la progresiva violación de los derechos individuales.

Que, los que defeccionan en tal sentido, los legisladores de la oposición (con las excepciones de rigor) votan todas las leyes que el oficialismo propone.

Que, los gobernadores de las provincias han hecho, de la sumisión al ejecutivo nacional, un sofisticado arte.

Que, los escándalos de corrupción son “cajoneados” por los mismos que “cazan brujas” (persiguiendo a empresarios, militares, ex jueces, sacerdotes, dueños de medios de comunicación, etc.) aplicando el sambenito de “Lesa Humanidad”.

Que, un Juez de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, renta seis departamentos en los que funcionan prostíbulos y aquí no pasa nada.

Que, dicho juez no negó el hecho y, aun así, recibió el apoyo mayoritario de la oposición política para que no renuncie.

Que, para la presidente, el que los “fondos buitres” se queden con la Fragata “Libertad”, quiere decir que los argentinos se quedaron con la dignidad.

Que, los argentinos, no funcionarios, no pueden salir del país porque el gobierno impide la venta de moneda extranjera; y sigue la lista.

El acto del 8N es un caso típico de acción directa de ciudadanos que salen a defender, en la calle y por mano propia, sus derechos conculcados. Por ello, no es destituyente sino, Instituyente. Reclama la aparición del sistema político constitucional que le ha sido arrebatado. Porque, son las instituciones de la república -las que debieran garantizar la seguridad, la libertad y la propiedad de los argentinos- las responsables de sus secuestro.

El fondo del reclamo

El cacerolazo, por estar organizado a espaldas de partidos y líderes políticos, constituye una evidencia más de la insignificancia del sistema político partidario. De éstos, como en los regímenes autoritarios, existe fundamentalmente uno, el cual se rige por una estructura vertical en la que el jefe lo es todo y los demás nada. No hay lugar para la discusión en él. O se es obsecuente, o se es jefe; así funciona y así será también con el jefe que venga. El que este partido gane elecciones no hace menos primitiva a su forma de organización interna, ni lo habilita para imponer a los a los que no piensan distinto semejante orden tribal.

Cosa muy distinta sucede Chile, Uruguay, Dinamarca, Inglaterra, etc., allí los líderes mesiánicos e infalibles del tipo de Hugo Chávez, Fidel Castro o Cristina Kirchner, no tienen cabida. Por eso, también, son el Primer Mundo.

El fin de la política es el individuo y no el funcionario. Hay que guiarse por la simple ecuación de que: A más poder del presidente, más déspota éste y menos libertad para el ciudadano y lo inverso. El cacerolazo del 8N, en mi opinión, es por un sistema político (no existe ninguna posibilidad de que las FFAA cometan la locura de un golpe de estado). La oposición, por ahora, no está preocupada, ni preparada para responder semejante reclamo. A pesar del enfrentamiento entre argentinos azuzado desde el poder, los asistentes del 8N tienen el deber patriótico de manifestarse civilizadamente (si es que, en verdad, aspiran fundar de nuevo el sistema político).

 

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