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Carlos Balmaceda: La utilización política vacía de contenido las palabras?

Domingo, 15 de abril de 2012 21:32

En una entrevista acerca de su libro “Manual del caníbal” usted afirmó: “Se sofistica tanto la violencia que no nos damos cuenta de que se están comiendo lo mejor de nosotros”. ¿Cree que la violencia del mundo actual se traga al ser humano? ¿Las diferencias sociales terminarán devorándolo?

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En una entrevista acerca de su libro “Manual del caníbal” usted afirmó: “Se sofistica tanto la violencia que no nos damos cuenta de que se están comiendo lo mejor de nosotros”. ¿Cree que la violencia del mundo actual se traga al ser humano? ¿Las diferencias sociales terminarán devorándolo?

La novela es una metáfora de la violencia y su relación con el poder y el placer. La gastronomía nos permite comprender el modo en que la violencia se va volviendo más y más sofisticada, hasta el punto de volverse invisible, imperceptible, incluso imprescindible. El plato que se sirve en la mesa tiene una presentación, sabor y aromas elaborados especialmente para provocar deleite y placer. Y adicción. La violencia es, hoy mismo, uno de los asuntos más graves que debemos enfrentar en el mundo. El problema no está en las diferencias de cualquier naturaleza, sino en la ambición y en la intolerancia. La fuente de la mayor violencia está en el deseo de poder y el repudio al que piensa o actúa distinto.

En sus notas analiza la utilización de palabras como progresismo o relato. Los vocablos ¿tienen entonces, per sé, una dimensión ideológica?, ¿cómo define usted esos conceptos?

Si lo consideramos de un modo práctico, el significado de las palabras es el resultado de una convención cultural y de una práctica social. El idioma es dinámico y las personas lo usan adaptándolo según sus necesidades y reglas, pero siempre con el objetivo de comunicar algo. Yo me ocupo de las palabras porque soy escritor, y reflexiono sobre sus propiedades desde mi lugar de autor y lector. Me interesa analizar algunas palabras que están vaciándose de contenido debido al uso político y a la manipulación intelectual. Esto implica, sin dudas, que esas palabras tienen connotaciones ideológicas por su uso y no por sí mismas. Por ejemplo, las palabras “progresismo” y “relato” son dos términos vilipendiados por las prácticas políticas de la actualidad. ¿Y qué significa hoy la palabra progresismo? Lo que dije en uno de los artículos publicados por el diario La Nación es que “progresismo” ya no significa nada. El caso del término “relato” es distinto. En otro artículo dije que para mí todo relato es una ficción. No se puede considerar una narración verdadera, objetiva. También digo que muchos intelectuales de renombre son responsables de este proceso de vaciamiento semántico que resulta funcional a los deseos del poder político.

¿Hay un capricho en los medios o en la sociedad argentina respecto de lo que usted planteó actualmente: la acepción de “discurso político” a la palabra “relato”?

En nuestra sociedad existe una disposición masiva para aceptar como irrefutables y verdaderos los relatos del Gobierno. También hay otros relatos, totalmente opuestos, que son aceptados y defendidos como verídicos. Lo que sostengo es que unos y otros están construidos desde la subjetividad y por lo tanto son piezas de ficción. Y acá defino a la ficción como a una dimensión falsa de la realidad. Una mentira verosímil, pero mentira al fin. Lo que es ficción es irreal, aunque tenga algunas propiedades reales. Los unicornios no existen en la realidad, pero sí viven en la fantasía. Esta diferencia también hay que hacerla con los relatos que hay en circulación. Lo que cuentan puede parecer cierto, pero no lo es.

En sus escritos aparecen fuertes referencias a la literatura ¿qué otras cosas le apasionan o le llaman la atención?

Me fascinan el cine, la música y el teatro. Y trato de involucrarme con esas formas de expresión artística. Por ejemplo, en junio se estrenará comercialmente la película “La plegaria del vidente”, basada en una de mis novelas del mismo título y con guión mío. También escribí el guión de otra de mis novelas, “El puñal de Dido”, que está en proceso de pre-producción. Además adapté mi novela “El evangelio de Evita” para teatro y la dirigí. Allí actuaron Juan Vitali y Alejandra Darín, dos artistas extraordinarios. Alejandra es la mejor Evita que vi en mi vida. Es una de las mejores actrices dramáticas argentinas, sin duda.

Ha adaptado sus novelas al cine y al teatro, ¿qué gana y qué pierde el macrocosmos de una novela dentro del microcosmos del cine o el teatro?

Son formatos muy distintos, aunque sean primos hermanos. No puedo evaluarlos en el plano de las pérdidas y las ganancias, sino en el registro de sus posibilidades. El cine es maravilloso, es un arte casi total, salvo que faltan las personas de carne y hueso frente a la platea. Eso se logra con el teatro, que a su vez tiene otros modos más íntimos de conmovernos. Me ilusiona mucho pasar de un libro a la pantalla y al escenario. Recuerdo que algunas escenas de “El evangelio de Evita” me hacían lagrimear una y otra vez porque la voz y los gestos de Alejandra Darín eran tan hermosos como conmovedores. Y cuando fui a la función privada de “La plegaria del vidente” me quedé emocionado porque esas imágenes que yo había soñado de pronto tenían el rostro de Gustavo Garzón, Rodolfo Ranni, Vando Villamil, Valentina Bassi o Juan Minujín. Algo inolvidable para mí.

El año próximo se cumplirá una década de la publicación de “El evangelio de Evita”. ¿Cuál es su balance sobre ese libro que retrató a una de las mujeres más relevantes de nuestra historia?

Estoy muy feliz con el rumbo de la novela y con la repercusión de la obra de teatro. Evita es una mujer que admiro y valoro en su increíble dimensión humana. Ahora trabajo con dos dibujantes para adaptar el libro a las formas del cómic. Es un desafío muy grande, pero confío en que vamos a lograr una historia muy atractiva.

¿Sobre qué personalidad argentina o latinoamericana escribiría un libro, obra o guión?

No hay alguien que me despierte tanto interés como para lanzarme a reconstruir su vida y su historia. Aunque la vida trágica y el suicidio del presidente chileno José Manuel Balmaceda siempre me atrajo. Quizá en un futuro cercano me anime. El apellido tira.

Volviendo a la reflexión semántica. Si tuviera que pensar en un pequeño diccionario actual de los argentinos ¿qué palabras incluiría?

¡Uy, qué pregunta interesante! No pienso en neologismos, así que podría incluir palabras cuyos significados se transmutaron en estos últimos tiempos, como las ya mencionadas “progresismo”, “relato”, y le sumaría las palabras “apariencia”, “evidencia” y “experiencia”. Estoy escribiendo artículos sobre lo que ahora significan y los motivos de su cambio de sentido.


 

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