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Una semana sin comer

Domingo, 08 de abril de 2012 22:20

El menos tímido del grupo monopoliza un vino en caja mientras cuenta que una de las cosas que más asustan a los padres con hijos adictos al “paco” es la pobre alimentación que llevan. “Esta cosa no te hace dar hambre. Podés estar sin comer una semana. Se puede masticar, pero no pasa. No podés tragar”, cuenta.

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El menos tímido del grupo monopoliza un vino en caja mientras cuenta que una de las cosas que más asustan a los padres con hijos adictos al “paco” es la pobre alimentación que llevan. “Esta cosa no te hace dar hambre. Podés estar sin comer una semana. Se puede masticar, pero no pasa. No podés tragar”, cuenta.

Es ese abandono el que pone a los adictos en una situación vulnerable ante muchas enfermedades, como la tuberculosis. “Sabemos que se alimentan y descansan mal, además hacinados, lo que los lleva a una inmunodepresión que predispone a todo tipo de infecciones”, dijo el mes pasado Sergio Gutiérrez, jefe del Servicio de Tisiología del hospital Señor del Milagro, comentando los resultados de un relevamiento interno.

“Empieza el día y seguimos hasta el otro día, sin parar. Se hacen changas: cortar yuyos, juntar leña”, dice el del Madrid para explicar de dónde sacan la plata para calmar su adicción. “Vos te quedás aquí sentado y no fumás ni una pipa ¿Sabés qué? Tenés que salir a robar. Te tenés que rescatar. Tenés que moverte, sino no hay nada”, confiesa el de los aritos.

Todos afirman que algún día van a dejar el paco. “Con la voluntad de uno mismo se puede. Depende de uno y nada más”, dice el de la remera falsificada. “Nadie te pone la pipa para que vos fumes. Si vos entraste, vos solito tenés que salir. Nadie te va a sacar”, opina el que parece más adulto. “Yo estuve en Salta con internación. Un mes y 17 días pasé. Pero bueno, me agarró la abstinencia y me he venido nomás”, se suma otro.

“Acostumbrados”

Un vecino de la zona consultado por El Tribuno, que pidió no revelar el barrio oranense en donde fuman los chicos, dice que la situación es “totalmente normal y muy triste”.
De vez en cuando les ofrece algo de comida y algunas veces hasta un vino en caja. “Así se quedan más tranquilos y no andan pidiendo a la gente que pasa”, explicó.
Asegura que el escenario es recurrente y que los vecinos están “acostumbrados”, pero que en otros barrios es peor. “En el barrio Caballito se fuma paco en las cuatro esquinas. A estos ya los conocemos y a veces le acercamos comida. Es muy triste ver a jóvenes haciendo eso”.
 

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