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Moyano, Scioli y Macri... al rincón

Miércoles, 09 de mayo de 2012 20:47

Nadie fuera del círculo íntimo de Cristina Fernández tiene la certeza de que sea parte de una estrategia o que solo sea la consecuencia de un accionar que no mide riesgos políticos. Pero en el Gobierno están decididos a enviar al mismo rincón a Hugo Moyano, Daniel Scioli y Mauricio Macri: a unos por desconfianza, a otros por claras diferencias.

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Nadie fuera del círculo íntimo de Cristina Fernández tiene la certeza de que sea parte de una estrategia o que solo sea la consecuencia de un accionar que no mide riesgos políticos. Pero en el Gobierno están decididos a enviar al mismo rincón a Hugo Moyano, Daniel Scioli y Mauricio Macri: a unos por desconfianza, a otros por claras diferencias.

Ni siquiera Moyano, Scioli y Macri saben si en ese rincón, más allá de cruzar miradas, se animarán a tejer algún tipo de alianza. Pero está claro que los tres reconocen el peso del otro, en una alicaída escena política de la oposición, en la que la expropiación de YPF ratificó la hegemonía kirchnerista, corroborada con el poder de las bancas que hoy ostenta en el Congreso nacional. Hoy por hoy, Moyano, Scioli y Macri son los dirigentes “opositores” por elección o por decantación.

Moyano está en la búsqueda de su re-reelección, que lo llevaría no solo a seguir en la conducción de la CGT, sino a la oportunidad de ampliar su poder y restablecer alianzas que dejó de lado en los últimos años, para construir su poder unipersonal. Los “independientes” de la Uocra, estatales y UOM, así como algunos gremios del barrionuevismo, son potenciales aliados del camionero, si es ratificado el 12 de julio próximo. Con “los gordos”, el divorcio es irreparable. En ese tren de sumar lo más posible, Moyano hizo escala en algunas estaciones impensadas tiempo atrás. Se acercó a Pablo Micheli, sector disidente de la CTA y viejo aliado de los sectores de izquierda, al igual que mantuvo contactos indirectos con Rubén “Pollo” Sobrero, orador de un acto de la izquierda en ocasión del 1§ de Mayo. Recuperó a Gerónimo “Momo” Venegas y se dio el gusto de ser el invitado especial en una cena con dirigentes que profesan el menemismo como Octavio Frigerio, Pascual Albanese o Archibaldo Lanús. Más aún, almorzó semanas atrás con un sector del Interbloque Frente Peronista, que agrupa a legisladores peronistas antikirchneristas.

No hay que olvidar que Moyano, pese a estar en las antípodas de Macri, encabezó un acto a fines de abril ostentando un acuerdo indemnizatorio con el Gobierno de la Ciudad para trabajadores de su sindicato. Nadie dice que puedan confluir; pero, por primera vez en mucho tiempo, tienen algo en común: los enfrenta el Gobierno.

Macri sabe que la Nación seguirá confrontando con la Ciudad, por una cuestión que va más allá de lo ideológico. A modo de prueba, basta con el envío de la fuerza policial a buscar un funcionario porteño por el conflicto salarial por los subtes. Cristina cree, porque Néstor Kirchner lo puso en práctica antes, que Macri es el mejor rival que puede tener el oficialismo.

Días atrás, la Presidenta embistió contra el jefe de Gobierno porteño por el tema de la basura que la Capital Federal genera y es depositada en la provincia de Buenos Aires, reclamando un aumento en el canon que paga.

Sin embargo, el principal hombre de Scioli, Alberto Pérez, poco después dejó en claro que esa pelea responde más a la Casa Rosada que a La Plata, porque hacía una semana que la provincia había acordado con la Ciudad, no solo un aumento del 35% para el CEAMSE sino dos obras para reducir la cantidad de basura que se procesa en territorio bonaerense.

Precisamente lo de Scioli se asimila a un final abrupto de la película “El romance”, que durante estos años tuvo como protagonistas al matrimonio Kirchner y al gobernador. Cristina decidió bajarle la persiana, salvo que una crisis terminal del oficialismo -que por ahora no se avizora- obligue a la Presidenta a recurrir a Scioli.

Pero de no ocurrir eso, Scioli deberá elegir en el corto plazo entre apostar a su aspiración presidencial en 2015 o descartarla.

Si elige la primera opción, deberá construir un espacio propio e ir por otro camino y con nuevos aliados, bajo riesgo de que un día no pueda pagar los sueldos en la provincia. En caso de la segunda opción, deberá bajarse de su objetivo presidencial, poner piloto automático y tratar de evitar que la gobernación sea traumática hasta el final del mandato, dejando pasar 2015 para apostar a 2019.

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