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Si la designación de Daniel Reposo generaba un sinnúmero de dudas hasta ayer, tras su paso por el Senado esos interrogantes se acrecentaron de manera exponencial. El titular de la Sigen se mostró confuso, nervioso, dubitativo y admitió desconocer resoluciones clave de la Procuración General de la Nación que aspira conducir. Dijo no acordarse de declaraciones suyas a Télam, adjudicando el caso Ciccone a Clarín y a la Sociedad Rural, y reconoció no haber dado un examen indispensable para un posgrado que afirmó haber obtenido. Ayer quedó más que claro que las desprolijidades e inexactitudes del funcionario son sensiblemente mayores de las que se creía hasta ahora, y eso parecía un objetivo dificilísimo de cumplir. La Presidenta de la Nación, quien nunca da una marcha atrás por considerarlo una derrota, pudo haber evitado el costo político de que toda la sociedad vea en vivo y en directo que el candidato a procurador que eligió quizás no era idóneo ni siquiera para ser fiscal; mucho menos para ser el jefe de todos ellos. Pero Cristina decidió mantener el pliego de Reposo y enfrentar así un muy probable rechazo la semana que viene, el primero en todo el año que tendría el kirchnerismo en el Congreso. Y no solo eso: expuso a sus fieles senadores a defender un pliego sencillamente indefendible. Reposo, ayer, se mostró tal como es: un militante político sin ninguna aptitud para un cargo clave en la Justicia.