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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Los hechos de 1816 y nuestra identidad nacional

Viernes, 10 de agosto de 2012 18:23

En el pensamiento de Ortega y Gasset, la Nación es un pueblo que alcanzó un grado óptimo de identidad común. No solo políticamente, también económica y culturalmente. La “nacionalidad” es la condición que debe cumplir un pueblo para luego aspirar a ser “libre”.

Cuanto mayor tiempo permanece bajo dominio externo, más se profundiza su ignorancia e incapacidad para convertirse en una Nación.

Ese “dominio externo” puede provenir de estados extranjeros (caso de la colonización española en América) o del mismo Estado donde vive (la Cuba de Fidel Castro). Podríamos decir entonces que existen “estados libres” con pueblos dominados. Cuba es un estado libre, pero su pueblo no.

Una realidad distinta sucedió con las colonias inglesas del norte de América. Aún bajo dominio político de Inglaterra, el pueblo americano no se resignó y supo construir su “identidad”.
El proceso de su independencia no fue una guerra desenfrenada sino la paciente y estratégica construcción de una Nación. El lema era “primero seamos Nación, luego seremos libres”.

Les llevó siglos, pero lo consiguieron. De este modo, también podríamos decir que existen “estados dominados” donde viven pueblos libres, es decir, “naciones”.

La independencia de los Estados Unidos no consistió en “derrocar” ningún gobierno, porque los norteamericanos no buscaban el “poder político”, sino que defendían su “libertad”.
Entre sus declaraciones más importantes leemos una que reza: “Si alguien pretende establecer impuestos y cobrarlos sin el consentimiento del pueblo, el pueblo está autorizado a desobedecer y entrar en guerra con ese gobernante”. El pueblo americano se sentía amo del gobierno, no esclavo.

Es llamativo que la Constitución americana no dice “nos los representantes del pueblo”, dice “el Pueblo de los Estados Unidos de América”. Para declarar su libertad una Nación no necesita representantes.
Desde aquel 9 de julio de 1816 los argentinos venimos luchando por nuestra libertad.
El camino es lento porque solo podremos ser libres si antes somos una “Nación”, es decir, si antes construimos nuestra identidad.

La libertad no es una condición sino una virtud que se adquiere con la práctica.
Los pueblos de Siria, Libia y Egipto fueron esclavos de los dictadores hasta que descubrieron entre ellos una identidad común y, a partir de ella, esbozaron un proyecto. Al poco tiempo esos dictadores estaban muertos o presos.

En 1816 “expulsamos a los colonizadores españoles” y declaramos al mundo que somos un “pueblo” dispuesto a ser libre de cualquier amo. Esa “declaración” permitió el nacimiento del Estado Argentino, pero no fue suficiente para convertirnos en un pueblo libre e independiente, es decir, una “Nación”. Desde aquel 9 de julio, y durante 4 décadas, nos matamos sangrientamente.

Ortega y Gasset dice que la Nación es un “proyecto común que se renueva cada día”. ¿Cuál es nuestro “proyecto común”?
Los pueblos que crean al Estado y eligen un gobierno antes de construir su “identidad nacional”, corren el riesgo de ser esclavizados y sometidos por ese “Estado”.

Al carecer de un proyecto común, ese proyecto es impuesto por el gobierno de turno.
Tal vez por eso los argentinos aceptamos sin mayores problemas cosas tan dispares como las nacionalizaciones y las privatizaciones, la lucha armada, los golpes de Estado, el socialismo alfonsinista, el abstencionismo menemista y el clientelismo kirchnerista, para luego llorar una y otra vez nuestros fracasos.

Lo malo es que somos un pueblo dominado dentro de un Estado libre, pero lo bueno es que hemos demostrado tener las agallas suficientes para ser una Nación, porque desde 1816 la historia puso muchas trampas en nuestro camino... y aún estamos vivos.

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En el pensamiento de Ortega y Gasset, la Nación es un pueblo que alcanzó un grado óptimo de identidad común. No solo políticamente, también económica y culturalmente. La “nacionalidad” es la condición que debe cumplir un pueblo para luego aspirar a ser “libre”.

Cuanto mayor tiempo permanece bajo dominio externo, más se profundiza su ignorancia e incapacidad para convertirse en una Nación.

Ese “dominio externo” puede provenir de estados extranjeros (caso de la colonización española en América) o del mismo Estado donde vive (la Cuba de Fidel Castro). Podríamos decir entonces que existen “estados libres” con pueblos dominados. Cuba es un estado libre, pero su pueblo no.

Una realidad distinta sucedió con las colonias inglesas del norte de América. Aún bajo dominio político de Inglaterra, el pueblo americano no se resignó y supo construir su “identidad”.
El proceso de su independencia no fue una guerra desenfrenada sino la paciente y estratégica construcción de una Nación. El lema era “primero seamos Nación, luego seremos libres”.

Les llevó siglos, pero lo consiguieron. De este modo, también podríamos decir que existen “estados dominados” donde viven pueblos libres, es decir, “naciones”.

La independencia de los Estados Unidos no consistió en “derrocar” ningún gobierno, porque los norteamericanos no buscaban el “poder político”, sino que defendían su “libertad”.
Entre sus declaraciones más importantes leemos una que reza: “Si alguien pretende establecer impuestos y cobrarlos sin el consentimiento del pueblo, el pueblo está autorizado a desobedecer y entrar en guerra con ese gobernante”. El pueblo americano se sentía amo del gobierno, no esclavo.

Es llamativo que la Constitución americana no dice “nos los representantes del pueblo”, dice “el Pueblo de los Estados Unidos de América”. Para declarar su libertad una Nación no necesita representantes.
Desde aquel 9 de julio de 1816 los argentinos venimos luchando por nuestra libertad.
El camino es lento porque solo podremos ser libres si antes somos una “Nación”, es decir, si antes construimos nuestra identidad.

La libertad no es una condición sino una virtud que se adquiere con la práctica.
Los pueblos de Siria, Libia y Egipto fueron esclavos de los dictadores hasta que descubrieron entre ellos una identidad común y, a partir de ella, esbozaron un proyecto. Al poco tiempo esos dictadores estaban muertos o presos.

En 1816 “expulsamos a los colonizadores españoles” y declaramos al mundo que somos un “pueblo” dispuesto a ser libre de cualquier amo. Esa “declaración” permitió el nacimiento del Estado Argentino, pero no fue suficiente para convertirnos en un pueblo libre e independiente, es decir, una “Nación”. Desde aquel 9 de julio, y durante 4 décadas, nos matamos sangrientamente.

Ortega y Gasset dice que la Nación es un “proyecto común que se renueva cada día”. ¿Cuál es nuestro “proyecto común”?
Los pueblos que crean al Estado y eligen un gobierno antes de construir su “identidad nacional”, corren el riesgo de ser esclavizados y sometidos por ese “Estado”.

Al carecer de un proyecto común, ese proyecto es impuesto por el gobierno de turno.
Tal vez por eso los argentinos aceptamos sin mayores problemas cosas tan dispares como las nacionalizaciones y las privatizaciones, la lucha armada, los golpes de Estado, el socialismo alfonsinista, el abstencionismo menemista y el clientelismo kirchnerista, para luego llorar una y otra vez nuestros fracasos.

Lo malo es que somos un pueblo dominado dentro de un Estado libre, pero lo bueno es que hemos demostrado tener las agallas suficientes para ser una Nación, porque desde 1816 la historia puso muchas trampas en nuestro camino... y aún estamos vivos.

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