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Fueron siete minutos de terror

Lunes, 06 de agosto de 2012 21:23

Los expertos hablan de “siete minutos de terror” al referirse a la arriesgadísima operación que la misión del Curiosity tuvo que cumplir para llegar al suelo de Marte. Fue el 6 de agosto y todo el complicado plan de descenso se ejecutó a la perfección para que el todoterreno de casi una tonelada llegue incólume al punto elegido en el cráter Gale. La operación, desde que el Curiosity entró en la tenue atmósfera marciana hasta el suelo, duró esos siete minutos. En las sucesivas fases actuaron un escudo térmico, un paracaídas de 16 metros de diámetro, retrocohetes de frenado y una especie de grúa espacial. Todo funcionó exactamente según lo previsto para evitar el fracaso.

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Los expertos hablan de “siete minutos de terror” al referirse a la arriesgadísima operación que la misión del Curiosity tuvo que cumplir para llegar al suelo de Marte. Fue el 6 de agosto y todo el complicado plan de descenso se ejecutó a la perfección para que el todoterreno de casi una tonelada llegue incólume al punto elegido en el cráter Gale. La operación, desde que el Curiosity entró en la tenue atmósfera marciana hasta el suelo, duró esos siete minutos. En las sucesivas fases actuaron un escudo térmico, un paracaídas de 16 metros de diámetro, retrocohetes de frenado y una especie de grúa espacial. Todo funcionó exactamente según lo previsto para evitar el fracaso.

“Confío plenamente en nuestro sistema”, declaró recientemente Steven Sell, ingeniero jefe de la fase de entrada en la atmósfera, descenso y aterrizaje (EDL, en sus siglas en inglés). “Conocemos de arriba abajo la EDL y hemos hecho todo lo posible para que sea consistente”, comentaba este experto del Jet Propulsion Laboratory (Caltech) a la revista Science. El problema con estas técnicas de exploración espacial es que no se pueden probar en la Tierra, donde la gravedad y la atmósfera son diferentes. Pero los ensayos de equipos en túnel de viento y muchas simulaciones de ordenador han dado la confianza a los expertos.

No es nada fácil el descenso a la superficie de otro mundo. La NASA lo ha logrado con éxito en seis ocasiones, pero la estrategia de aterrizaje del Curiosity es nueva, nunca se ha intentado antes. Tiene la ventaja de lograr una precisión en el punto de descenso muy superior a las operaciones anteriores: la diana del Curiosity en el cráter Gusev es una elipse de 7x20 kilómetros.





Los dos históricos Viking llegaron a Marte, en 1976, con retrocohetes para frenar y colocarse en el suelo sobre sus propias patas. Pero eran robots fijos, sin capacidad de desplazarse. Para los tres todoterreno anteriores (el Sojourner de la misión Mars Pathfinder, en 1997, y los gemelos Spirit y Opportunity, en 2004) se utilizó una estrategia de aterrizaje espectacular y eficaz: los vehículos llegaron al suelo envueltos en globos, como airbag, y dando botes hasta que se detuvieron. Tras deshincharse los airbag, se abría la plataforma en la que iba plegado el vehículo y este empezaba a rodar por el planeta rojo.

La sonda espacial Mars Science Laboratory, MSL con el Curiosity plegado dentro, llegará a la atmósfera de Marte a una velocidad de 5.900 metros por segundo. Durante la primera fase, en la que se podrán realizar ajustes de trayectoria según las condiciones atmosféricas, actúa un escudo térmico de 4,5 metros de diámetro. A continuación, a unos 11 kilómetros de altura, se desplegará el paracaídas. Cuando esté a 1,6 kilómetros del suelo entrará en acción la auténtica novedad del sistema: la plataforma con la grúa. Lleva unos retrocohetes de frenado y el Curiosity va sujeto por debajo; a unos 20 metros del suelo, el robot se desprenderá y quedará colgando por unos cables hasta tocar la superficie.

En ese momento de contacto, el sistema de control notará la pérdida de tensión de los cables y estos se cortarán automáticamente, dejando el robot en el suelo posado sobre sus seis ruedas mientras la plataforma se eleva y se aleja para no dañarlo. A 248 millones de kilómetros de la Tierra, que las radioseñales de comunicación tardan en recorrer 13,8 minutos a la velocidad de la luz, no hay manera de teledirigir la maniobra. Por eso, será completamente automática.

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