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Las desgarradoras miserias de un Estado irresponsable

Domingo, 07 de abril de 2013 10:05

La dramática tragedia que aún enluta a la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires dejó como nunca antes en evidencia la extrema frivolidad de un Estado que está presente para anunciar tardías políticas de reparación, pero totalmente ausente para prevenir los problemas que le arruinan la vida para siempre a buena parte de la sociedad.

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La dramática tragedia que aún enluta a la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires dejó como nunca antes en evidencia la extrema frivolidad de un Estado que está presente para anunciar tardías políticas de reparación, pero totalmente ausente para prevenir los problemas que le arruinan la vida para siempre a buena parte de la sociedad.

Lo que pasó esta semana -con más de 50 muertes confirmadas- no fue otra cosa que la crónica de un desastre anunciado, tal como había pasado hace poco más de un año con la tragedia de Once. Pese a la extrema gravedad que tuvo ese accidente, por el que varios exfuncionarios nacionales pueden terminar en prisión, parece no haberse aprendido nada.

Para entender lo que pasó con las inundaciones no pueden dejar de analizarse las consecuencias de un coctel explosivo, al que lastimosamente la sociedad ya parece haberse acostumbrado: inoperancia oficial, falta de planificación a largo plazo, malversación de los fondos públicos y miserias políticas inentendibles. Cuando se dice que la ineficiencia estatal y la corrupción matan, no se exagera, se describe un tristísimo relato de la realidad.

De pronto, en medio de una deslumbrante reacción popular de solidaridad con los afectados, ahora abundan los subsidios, las exenciones fiscales y los créditos a baja tasa. Sin embargo, hasta la semana pasada lo que predominaba eran las subas de impuestos, los fondos destinados a obras marquetineras y las peleas políticas entre los presuntos candidatos a presidente. Nadie pensaba en el largo plazo, todos en recaudar lo máximo posible para quien sabe qué. Los gobernantes, sean del color político que fueren, volvieron a mostrarse ante sus representados como simples administradores de un poder que los enceguece. Cada vez parece quedar más claro: la Argentina actual no tiene estadistas, tiene mezquinos y ambiciosos dirigentes partidarios.

Los tres principales postulantes para 2015 -Cristina de Kirchner, Daniel Scioli y Mauricio Macri- quedaron sumamente golpeados ante los ojos de una opinión pública que empieza a repudiar a sus políticos en la cara. Desde el “que se vayan todos” de 2001, nunca antes se había visto semejante desagrado popular con los gobernantes de turno.

Scioli, que gobierna hace ya seis años y al que se le desconocen grandes logros de gestión pese a su buena imagen, la pasó mal en La Plata junto a la ministra Alicia Kirchner y al bochornoso intendente Pablo Bruera, quien se burló de la gente al tuitear que estaba recorriendo zonas afectadas mientras estaba en Brasil. Increíblemente ese funcionario no solo no renunció, sino que siguió tuiteando cosas sobre la tragedia.

Cristina, que estuvo rápida de reflejos en asistir personalmente a la zona del desastre, recibió quejas personales al recorrer el barrio Tolosa y se puso a dar clases sobre lo que es estar inundado. La escuchaba gente que había perdido literalmente todo lo poco que tenía. Macri, por su parte, ni siquiera fue capaz de ir a visitar algún centro de evacuados durante los momentos más críticos para no exponerse al previsible repudio popular. Pese a tener algo de razón por la falta de liberación de algunos créditos, el líder del PRO tiene una llamativa capacidad de no hacerse cargo de nada: las inundaciones no son su culpa, las subas del subte tampoco y la burocrática forma de repartir los subsidios tampoco.

Todos ellos -el sciolismo, el macrismo y el kirchnerismo- intentaron mostrar que el Estado se hacía cargo de lo que en realidad no se había hecho cargo nunca. En el caso de La Plata había hace años informes que advertían lo que había que hacerse y en el caso porteño las inundaciones de siempre no dejaban otra alternativa que la construcción de obras clave. Nada se hizo. ¿Es solo por falta de fondos? No, el problema es que los políticos no quieren gastar plata en obras que quizás deban inaugurar otros. Historia repetida.

Allí, también hay una indelegable responsabilidad de la Casa Rosada. Debió pasar lo que pasó esta semana para que Cristina diga que se autorizarán todos los créditos necesarios para que los distritos puedan endeudarse para combatir las fatalidades que producen las inundaciones. Plata para Fútbol para Todos, para los viajes con 15 custodios de Amado Boudou o para Aerolíneas Argentinas -que aumentó su personal de manera escandalosa-, nunca faltó.

La miseria

Hubo imágenes increíblemente asquerosas durante las últimas horas, y que reflejan lo lejos que está la clase política actual de entender lo que le pasa a la gente común. Mientras se seguían buscando desaparecidos y el número de muertos no estaba del todo claro, militantes kirchneristas con pecheras de La Cámpora repartían donaciones de la gente como si fuesen propias. Así, tal cual como suena. Encima, el líder de la agrupación, Andrés Larroque, prepoteaba al aire a un periodista de la televisión pública que lo había consultado por el tema. Ningún funcionario importante repudió hasta el momento esa actitud, pese a que la Presidenta dijo anteanoche por cadena nacional que no quería que haya “vivos” con la ayuda social.

El diputado de La Cámpora, que estuvo al lado de Cristina durante su recorrida por La Plata, se mueve con un nivel de impunidad que asombra, y que está a años luz de representar una renovación juvenil en las arcaicas formas de hacer política de la Ar gentina.

 

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