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Polito Rojinegro y el tagarete de la Virrey

Sabado, 18 de mayo de 2013 12:36

En días de lluvias fuertes, que seguían a jornadas bochornosas, los tagaretes de la Virrey Toledo y de la Entre Ríos iban de bote a bote, como se decía. La torrentada del canal de la Virrey era alimentada por las aguas de La Talita y de otros pozos de Tres Cerritos arriba, y la de la Entre Ríos por las aguas provenientes de las Lomas de Medeiros, o Lomas de Patrón, como les gustaba llamarlas a las vecinas viejas.

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En días de lluvias fuertes, que seguían a jornadas bochornosas, los tagaretes de la Virrey Toledo y de la Entre Ríos iban de bote a bote, como se decía. La torrentada del canal de la Virrey era alimentada por las aguas de La Talita y de otros pozos de Tres Cerritos arriba, y la de la Entre Ríos por las aguas provenientes de las Lomas de Medeiros, o Lomas de Patrón, como les gustaba llamarlas a las vecinas viejas.

El asunto era que cuando se juntaban ambos torrentes en la confluencia de las dos actuales avenidas, el espectáculo era para no perdérselo. Como los tagaretes no estaban cubiertos, lo que sucedería sólo en la segunda gobernación del doctor Ricardo Joaquín Durand, el encuentro de los dos caudales podía ser contemplado en plenitud.

El enorme puente con barandas, por supuesto, que permitía el paso de peatones y vehículos en esa esquina, constituía, luego de aplacarse la correntada que iba a desembocar en el Arenales, lugar de reunión de muchos changos del barrio.

Aclaremos. El puente, por abajo, estaba cruzado por varios gruesos caños huecos por los que corrían aguas servidas y otras menudencias. Sobre esos caños se sentaban los muchachos a charlar o a planificar una que otra barrabasada.

Algunas tardes recibían la visita de Polito Rojinegro, un personaje que merece ser rescatado por algún cronista de época. Polito era hincha fanático de Libertad (de ahí su mote) que tenía su sede en Deán Funes al 500. Era bajito, morrudo, usaba bigotes y derrochaba simpatía e ingenio por todos sus poros. Polito era para Libertad, lo que fue Kosinete para Federación, pero lo aventajaba a éste por varios cuerpos de lirismo.

Contaba aventuras fabulosas y recitaba versos, que también escribía. Si tenía a mano su guitarra, la fiesta era completa. En sus últimos años se lo vio trabajando como vendedor de libros y recorriendo casi todo el país.

La mención de los tagaretes y el recuerdo de Polito Rojinegro se enlazan, no solamente por su presencia juglaresca bajo el puente de la esquina en la que confluían las aguas, sino porque allí nació una de las leyendas de su muerte. Porque a Polito lo dieron por muerto varias veces.

Resulta que esa noche cayó una tormenta de esas que no se empardan. Por la mañana el canal de la Virrey Toledo estaba desbordado.

Y en el barrio se corrió la voz que Polito había sido arrastrado por el torrente. Al mediodía llegó la noticia que un gaucho lo había enlazado frente a la Sociedad Rural Salteña, salvándolo. Ni un rasguño, sólo la ropa empapada, y el susto. ­Maca nas! Polito hacía dos días que estaba en Jujuy visitando a uno de sus cari ños.

La gente habla por hablar.

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