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Hay que mirar al Pacífico

Sabado, 01 de junio de 2013 12:12

La séptima reunión cumbre de la Alianza del Pacífico, realizada en la ciudad colombiana de Cali, a 300 kilómetros de Bogotá, ratificó el hecho de que este nuevo bloque regional, formado originariamente por México, Colombia, Perú y Chile, apunta a transformarse, en otro punto de integración latinoamericana, contrapuesto a la Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA), comandada por Venezuela, en competencia con el Mercosur, liderado por Brasil, y al margen de la Unasur, otra iniciativa que no logró afirmar su propia identidad.

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La séptima reunión cumbre de la Alianza del Pacífico, realizada en la ciudad colombiana de Cali, a 300 kilómetros de Bogotá, ratificó el hecho de que este nuevo bloque regional, formado originariamente por México, Colombia, Perú y Chile, apunta a transformarse, en otro punto de integración latinoamericana, contrapuesto a la Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA), comandada por Venezuela, en competencia con el Mercosur, liderado por Brasil, y al margen de la Unasur, otra iniciativa que no logró afirmar su propia identidad.

En este encuentro presidencial, que congregó al mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, y a sus colegas de México, Enrique Peña Nieto, Perú, Ollanta Humala, y Chile, Sebastián Piñera, se aprobó la incorporación de Costa Rica a la entente formalizada hace exactamente un año, en junio de 2012, como resultado de una iniciativa lanzada en 2011 por el ex presidente peruano Alan García.

 

La integración comercial entre los cuatro socios fundadores avanza aceleradamente. Para fin de junio, el 50% de los bienes se comercializarán dentro del bloque con arancel cero. En un mes más, se acordará un cronograma para llegar a idéntico resultado con otro 40% de los productos. El 10% restante será motivo de negociaciones posteriores.

 

La Alianza del Pacífico abarca ya a una población de 216 millones de personas, cifra que equivale al 39% de la población de la región. Brasil tiene el 35%, con 195 millones de habitantes. En términos de producto bruto, México, Colombia, Perú y Chile concentran el 38% del producto bruto interno latinoamericano. Brasil genera otro 45%.

 

Lo significativo es que el bloque parece atraer a otros países interesados, inclusive del propio Mercosur. Uruguay ya fue miembro observador en la reciente cumbre de Cali y Paraguay solicitó igual condición para el próximo encuentro.

 

Economías abiertas

 

El cuarteto está conformado por cuatro de las economías más abiertas de América Latina. México integra el NAFTA, junto a Estados Unidos y Canadá, y tiene un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Chile concertó acuerdos bilaterales de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y China. Perú tiene tratados de libre comercio con Estados Unidos y con China. Colombia hizo lo propio con Estados Unidos.

 

Esa estrategia aperturista hace que el comercio exterior global de la alianza sume más de 500.000 millones de dólares en exportaciones y otro tanto en importaciones. Pero la mayoría de esos flujos comerciales están concentrados en el intercambio con Estados Unidos y China y sólo el 4% de ese billón de dólares corresponde al comercio intrazona, que tiene todavía un amplio campo para expandirse.

 

El bloque regional no está conformado por países socialmente homogéneos. Chile tiene el ingreso por habitante más elevado, con 14.403 dólares, lo sigue México con 10.146 dólares, luego Colombia con 7.114 dólares y por último Perú con 5.932 dólares.

 

Esa disparidad social no le quita otro común denominador. Según acaba de corroborar un informe anual del Institute for Management Development (IMD), una prestigiosa escuela de negocios de Suiza, Chile, México, Perú y Colombia son las cuatro economías más competitivas de la región, por encima de Brasil, cuyo enorme poderío económico se ve limitado precisamente por el reducido aumento de sus índices de productividad.

 

Otra coincidencia fundamental es que los cuatro gobiernos, pese al origen marcadamente heterogéneo de sus respectivos mandatarios, comparten su direccionalidad política: Piñera y Santos son dos conservadores reformistas, que transitaron desde la derecha hacia el centro. A la inversa, Peña Nieto y Humala viraron de la izquierda al centro.

 

Santos acaba de dar un gran paso adelante en la difícil negociación con las FARC. Peña Nieto avanza decididamente en la desregulación del mercado de las telecomunicaciones y se prepara a meterse con la petrolera estatal Pemex, la antigua “vaca sagrada” del PRI.

 

Los mapas se mueven

 

Pero, además de esa visión compartida de la conveniencia de la apertura económica, la Alianza del Pacífico está sustentada en una apreciación estratégica sobre la irrupción de una nueva geografía económica mundial.

 

En términos históricos, el espectacular ascenso protagonizado por el mundo asiático, encabezado por China, constituye un punto de inflexión de una importancia equivalente a la que tuvo en el siglo XV el descubrimiento de América.

 

Como decía Henry Kissinger, “la geopolítica es la comprobación de que los mapas también se mueven”. Así como, a principios de la Edad Media, el Océano Atlántico sustituyó al Mar Mediterráneo, el antiguo “mare nostrum” de los romanos, como el gran centro geopolítico mundial de la época, el Océano Pacífico ha desplazado ahora al Océano Atlántico, para erigirse en el nuevo eje de la economía planetaria.

 

Este fenómeno se refleja con nitidez en Estados Unidos, donde la costa oeste, que conecta a través del Océano Pacífico a las dos principales economías mundiales, crece a un ritmo mucho más acelerado que la costa este, que a través del Océano Atlántico fue históricamente la natural vía de comunicación con Europa. California, que considerada individualmente es hoy la octava economía mundial, es más representativa del poderío

El giro de Obama

 

En este contexto, conviene prestar una especial atención al giro de la diplomacia estadounidense, que ha vuelto a posar su mirada en América Latina para resguardar sus posiciones ante la presencia de China y por las crecientes exigencias de política doméstica derivadas de la influencia de la comunidad hispana.

 

La Casa Blanca definió dos prioridades: el fortalecimiento de la relación bilateral con Brasil, en reconocimiento de su peso geopolítico y de su condición de sexta economía mundial, y el establecimiento de una asociación estratégica con la Alianza del Pacífico, a la que Washington pretende ingresar en calidad de observador.

 

Desde diciembre pasado, Estados Unidos negocia, junto a México, Chile y Perú (Colombia anunció su propósito de sumarse a esas tratativas), la creación de una Asociación Trans-Pacífica con Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Brunei y Vietnam, que busca articular mecanismos de integración más específicos que los alcanzados dentro del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), emprendimiento conjunto que incluye a dichos países y a otros más, entre ellos China.

 

En un futuro cercano, la Alianza del Pacífico tiende a absorber a los demás países del Mercado Común Centroamericano, que ya tienen un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, y a convertirse en una enorme tentación para Uruguay y Paraguay, disconformes con el estancamiento del Mercosur.

 

Estos deslizamientos suponen un serio llamado de alerta para la Argentina en cuanto a su estrategia de inserción en el marco regional. Carl Meachan, un especialista del Centro de Estudios Estratégicos de Washington, lo advirtió: “no se trata de que la Argentina quiera sumarse o no; se trata de que el país está fuera de todo lo que en estos momentos se discute en la región”.

 

No está demás tener en cuenta que las provincias argentinas del Noroeste y de Cuyo están geográficamente más cerca del Océano Pacífico que del Atlántico.

 

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