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Inflación e inseguridad, en la agenda del Gobierno

Domingo, 02 de junio de 2013 04:05

No hubo medidas de fondo, es verdad, pero Cristina decidió tomar el toro por las astas y mostrarle a la sociedad que no es indiferente ante dos de los problemas principales que padecen los argentinos: la inseguridad y la inflación. Ambos temas venían siendo minimizados los últimos años por el Gobierno, en un extraño intento por sacarlos del debate público. Eso, obviamente, no ocurrió y el kirchnerismo sufrió un desgaste por ello.

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No hubo medidas de fondo, es verdad, pero Cristina decidió tomar el toro por las astas y mostrarle a la sociedad que no es indiferente ante dos de los problemas principales que padecen los argentinos: la inseguridad y la inflación. Ambos temas venían siendo minimizados los últimos años por el Gobierno, en un extraño intento por sacarlos del debate público. Eso, obviamente, no ocurrió y el kirchnerismo sufrió un desgaste por ello.

En coincidencia con la celebración de la “década ganada”, y en medio de un clima electoral imposible de disimular, la Presidenta pisó el acelerador y hasta sorprendió con cambios en el Gabinete, uno de ellos directamente en la compleja cartera de Seguridad. Muchos dirán que los cambios son insuficientes -y seguramente tendrán razón-, pero no dejan de ser cambios.

Está claro que la inflación no se bajará sustancialmente por mandar militantes a controlar los precios de los supermercados, y el Gobierno lo sabe a la perfección. Eso puede ayudar en algo, sobre todo para las capas más bajas, pero las subas indiscriminadas no están solo en esas cadenas, sino que se concentran en todos los rubros de la economía. Más allá de ese debate, hay que reconocer que la Casa Rosada logró al menos morigerar las expectativas inflacionarias para este año: ya casi nadie habla del 30 por ciento como se mencionaba antes de los congelamientos de precios, aunque pese a eso la suba en 2013 no sería menor a la de 2012.

Se desconoce si estas medidas de tinte voluntarista vendrán acompañadas por otras que le den mayor envergadura al plan. Nada se dijo sobre el nivel de emisión monetaria para los próximos meses ni tampoco sobre si habrá alguna moderación en el gasto público, dos factores clave a la hora de abordar una situación de este tipo. De todos modos, el solo hecho de que el Gobierno esté abocado a la situación después de tanto tiempo de negarla no deja de ser un síntoma positivo. Tanto es así que esta semana se escuchó mencionar de boca de la propia Presidenta la palabra “inflación”.

Es indudable: meses atrás, una escena así hubiese sido impensada para cualquiera. Está más que claro que hay un cambio de estrategia en el oficialismo, consciente de que el de los precios es en realidad un problema de fuerte impacto social.

La seguridad

El otro frente que Cristina decidió empezar a abordar es el de la inseguridad, quizás el cuello de botella más importante que tuvo el kirchnerismo en sus más de diez años de gestión. Allí tampoco hubo una medida de fondo que haga pensar que los altísimos índices de delito que tiene la Argentina van a bajar sustancialmente, pero al menos hay algunos movimientos en esa dirección.

La salida de Nilda Garré del Ministerio de Seguridad era la crónica de una muerte anunciada. Su desdibujada actuación en esa cartera se limitó básicamente a algunas purgas policiales y no mucho más. La llegada de Arturo Puricelli allí no garantiza un mejor éxito, pero por lo menos muestra algún cambio de piezas en la cabeza de un área que estaba virtualmente paralizada y en el ojo de la tormenta.

Puricelli no tuvo una gestión brillante ni mucho menos en el ministerio de Defensa. ¿Por qué se lo “ascendió” a un lugar de mayor envergadura? La respuesta solo la tiene Cristina, aunque algunas conclusiones pueden especularse.

La Presidenta buscó matar varios pájaros de un tiro: mostrar que la seguridad le preocupa y la ocupa -lo más importante-, sacar a Garré de un lugar que ya no ejercía en los hechos, reemplazar a Puricelli de Defensa -donde tuvo varios conflictos mayúsculos- y encontrar a alguien que pueda convivir pacíficamente con Sergio Berni, el verdadero encargado de la seguridad en la Argentina.

¿Qué dirigente con peso específico propio aceptaría ser ministro teniendo a Berni en su sombra? Seguramente ninguno, por eso el enroque que hizo la Presidenta tiene su lógica y evita sangrías internas en una cartera trascendental como la de Seguridad.

El ingreso de Agustín Rossi a Defensa tiene más explicaciones en el plano político que de gestión. Rossi fue el diputado más fiel que tuvo el kirchnerismo en toda la década y fue el santafesino quien mantuvo alineada la heterogénea tropa oficialista en la Cámara Baja. ¿Por qué se va? Básicamente por una cuestión política en su territorio que amenazaba con complicarle aún más la elección a Cristina.

El kirchnerismo sabe que en los distritos más grandes tendrá fuertes dificultades para imponerse. Salvo en Buenos Aires, donde todavía no están echadas todas las cartas, en Capital, Santa Fe, Córdoba y Mendoza le esperan duras contiendas con resultados eventualmente adversos. En Santa Fe, Rossi se disponía a ser candidato nuevamente, pero el flamante ministro de Defensa mantenía una fuerte interna con María Eugenia Bielsa, por lejos la dirigente K que mejor mide en ese distrito. Cristina cortó por lo sano y se sacó de encima un problema. ¿Es el de Defensa un ministerio para un hombre como Rossi? Muchos dirán que no, pero difícilmente el exjefe de bloque hubiese aceptado ser el número dos en los hechos del mediático Sergio Berni, quien casi con seguridad será candidato en octubre próximo.

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