¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

11°
11 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Obama y Jinping fundan el G-2

Viernes, 07 de junio de 2013 21:57

La visita a Estados Unidos del primer mandatario chino, Xi Jinping, para entrevistarse con su par estadounidense, Barack Obama, volvió a poner bajo la lupa el problema central del escenario contemporáneo: la relación entre los dos países que constituyen el eje del sistema de poder mundial.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La visita a Estados Unidos del primer mandatario chino, Xi Jinping, para entrevistarse con su par estadounidense, Barack Obama, volvió a poner bajo la lupa el problema central del escenario contemporáneo: la relación entre los dos países que constituyen el eje del sistema de poder mundial.

Ambos mandatarios serán los principales protagonistas de una transición histórica. Obama ser á el último presidente de Estados Unidos como primera potencia económica mundial. Su sucesor, que asumirá en enero de 2017, será el primer mandatario de la segunda potencia. Xi Jinping, en cambio, pasará a ser el presidente de la primera.

Demás está decir que se trata de un cambio de dimensiones colosales. La última vez que ocurrió un fenómeno semejante fue un siglo atrás, cuando Estados Unidos sustituyó a Gran Bretaña en la primacía de la economía mundial. Pero aquel reemplazo se dio entre dos países occidentales, con la misma lengua y cultura. Esas similitudes facilitaron el hecho de que, a diferencia de experiencias anteriores, la transferencia pudiese producirse sin una guerra entre la potencia ascendente y la declinante.

Pero esta vez se produce un traslado del centro geográfico del poder económico global desde Occidente hacia Oriente. Esto no ocurrió nunca desde el inicio de la Era Cristiana. De allí la incertidumbre y la propagación de los temores sobre el “peligro amarillo”.

Sin embargo, este cambio de guardia en el máximo nivel de la economía mundial no modifica, al menos en el corto y el mediano plazo, dos datos fundamentales en la ecuación de poder. El primero es que el nivel de vida del promedio de la población estadounidense es como mínimo cinco veces superior al de la población china. El segundo hecho es que el poderío tecnológico y militar norteamericano es también abrumadoramente superior al chino.

Como señala Faared Zakarias en su libro “El mundo después de América”, la nueva geografía económica planetaria no implica tanto un descenso de los Estados Unidos como un “ascenso de los demás”, en primer lugar de China.

Hay otro factor estructural que resulta esencial tener en cuenta para comprender el curso de los acontecimientos. La globalización de la economía mundial genera crecientes espacios de integración trasnacional que tornan obsoletos muchos de los antiguos conceptos geopolíticos sobre hegemonía.

El nuevo escenario mundial es, antes que nada, nuevo y exige, por lo tanto, repensar sus categorías de análisis.

Reconversión norteamericana

Estados Unidos tiene hoy el menor nivel de desocupación desde marzo de 2007, previo a la crisis global del 2008-2009: 7,7%. La tendencia es nítida: el desempleo ha caído sistemáticamente desde agosto de 2011, que era del 9%. La creación de puestos de trabajo aumenta cerca de un 10% por año.

Pero la última novedad es la aparición en gran escala de empleos en la industria de la construcción, que benefician a los sectores menos calificados de la fuerza de trabajo. Es la primera vez desde la crisis que los nuevos empleos no son una creación directa del cambio tecnológico, que exige un alto nivel de calificación laboral.

La recuperación estadounidense ya no depende solamente de la innovación tecnológica de vanguardia. Esto ocurre cuando 90% de la fuerza laboral está ocupada en el sector servicios (que incluye la construcción) y este sector muestra su mayor nivel de expansión desde 2007.

Culmina así el proceso de recuperación de la economía norteamericana después de la crisis global. Pero esa culminación no implica la “normalización” de la economía de EE.UU., porque esa normalidad no existe más. No hay un pasado al que volver.

La recuperación de la economía estadounidense ha sido, al mismo tiempo, una gigantesca reestructuración, de raíz tecnológica, en la que cumplen un rol principal la aplicación de la “cloud computing ” (“computación en la nube”) y la explotación del “shale oil ” y el “shale gas ”, que produjo una drástica reducción de los costos de la energía y que en pocos años terminará con la dependencia energética norteamericana.

Estados Unidos protagoniza entonces un boom de productividad. El nivel de productividad de la economía norteamericana es el más alto del mundo. La industria estadounidense ocupa hoy cerca de un 30% menos de trabajadores que en 2007, pero su producto es más de un 25% mayor que entonces. Esos índices de productividad han aumentado cerca de un 20% a partir de 2007 y en la industria manufacturera más de un 30%. Vale recordar que la el nivel de productividad es un indicador fundamental de cualquier economía, porque establece su potencialidad de crecimiento para el mediano y largo plazo.

Esto sucede mientras la industria ocupa apenas un 9% de la fuerza laboral. Menos de la mitad de esos trabajadores industriales realizan tareas directas de montaje y ensamblaje. El resto está ocupado en servicios de alta calificación. Este es otro dato central de la economía mundial de los próximos años.

Estados Unidos ha emergido de la crisis internacional más fuerte y competitivo que antes.

China también cambia

 

En tanto, la economía china se encuentra en plena transición entre una expansión guiada por el aumento de la tasa de inversión (46,4% del producto bruto interno en 2011) y el incremento extraordinario de las exportaciones (+ 30% anual promedio en los últimos veinte años) y una nueva fase centrada en el auge de la demanda interna y el consumo individual. Por eso, el indicador decisivo de la economía china con vistas a futuro es lo que sucede con el consumo en el ámbito doméstico.

Las previsiones del Banco Mundial sobre su despliegue en los próximos veinte años son que la expansión del producto bruto interno, tras haberse mantenido a un ritmo del 9,9% anual entre 1995 y 2010, ha disminuido y alcanzaría al 7% anual entre 2014 y 2020, para luego estabilizarse a un ritmo de 5% anual.

Esta desaceleración está acompañada por un notable incremento del consumo, que pasaría de 48,6% del producto bruto interno en 2010 a 66% en 2030. Lo previsible es que, una vez concluida la transición, el boom de consumo se traduzca en una explosión de importaciones, sobre todo bienes de equipo y de capital de alta tecnología y alimentos, en especial soja y maíz.

China y el mundo asiático, que desde principios del siglo XXI fueron la fábrica industrial del mundo, se transforman en el mayor mercado mundial de consumo. En 2010, representaban el 14% del total global de consumo y serían el 25% en 2020 y el 40% diez años después.

 

El eje Transpacífico

La Asociación de Cooperación Transpacífica, que apunta a crear una amplia zona de libre comercio en la región más dinámica de la economía mundial, es la negociación comercial más importante de la segunda década del siglo XXI.

Asia, y en primer término China, es absolutamente central para las exportaciones estadounidenses. Los veintiún países que integran la Asociación Asia-Pacífico de Cooperación Económica (APEC) absorben alrededor del 60% de las exportaciones norteamericanas de bienes y el 35% de las ventas de servicios.

La tendencia a la cooperación prevalece sobre los puntos de conflicto. La integración económica mundial tiene su propia dinámica política. Lo peor que podría sucederle a Estados Unidos sería una debacle política o económica en China. A la inversa, un eventual colapso norteamericano sería una terrible pesadilla para los chinos. Washington y Beijing están condenados a entenderse.

Obama y Xi Jinping lo comprenden y se disponen a hacer funcionar el G-2 como pilar de la gobernabilidad mundial.

.

.

 

PUBLICIDAD