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"Alguien tendrá que matar a mi abogado?

Domingo, 14 de julio de 2013 01:03

¿Qué ideas, deseos y temores pasarán por la mente de aquellas personas condenadas a muerte las horas previas al cumplimiento de su sentencia?

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¿Qué ideas, deseos y temores pasarán por la mente de aquellas personas condenadas a muerte las horas previas al cumplimiento de su sentencia?

Desde que los reos son juzgados y sentenciados, hasta que ésta última se efectiviza pasa, en promedio, más de una década, esto se traduce en una larga y angustiosa espera, que en Estados Unidos la viven en el llamado “corredor o callejón de la muerte”.

Son muchos los países en los que se aplica esta pena; China encabeza la lista, y si bien se desconoce el número de ejecutados porque es secreto de Estado, se sabe que pasa el millar por año, otros son Arabia Saudí, Corea del Norte, Irak, Irán, Somalía, Yemen y Estados Unidos. Dentro de este último país, el estado de Texas es el que más sentencias ha aplicado, así entre 1976 y 2009 se han ejecutado 437 personas.

La última cena

En Estados Unidos se llevan registros tanto de lo que comen como de las últimas palabras de los reos aunque no siempre se hacen públicos por cuestiones políticas.

El origen del derecho a elegir la “última cena” proviene de la época de los griegos, que no deseaban que un hombre condenado a la pena capital tuviera hambre en su camino hacia el reino de los muertos.

Por eso, el gobierno estadounidense les da la oportunidad de elegir la cena, como un último deseo a cumplir aunque dentro de algunos parámetros,por ejemplo el costo no puede superar los 40 dólares. Así, se puede hacer un breve recorrido sobre algunas de estas historias:

Stanley Williams (51), fue condenado a muerte en 1981 por asesinar a un matrimonio y su hija en 1979. La ejecución se concretó el 13 de diciembre de 2005, después de que el gobernador del estado de California, el actor Arnold Schwarzenegger, no le concediese clemencia, es decir la conmutación de la pena capital por cadena perpetua. Williams, que llegó a ser propuesto para el Premio Nobel de la Paz, por su gran trabajo en pos de los jóvenes menos favorecidos por la sociedad, pidió como última cena, leche con quaquer.

Timothy McVeigh (33)veterano del ejército norteamericano que en 1995 hizo volar un edificio del gobierno federal que costó la vida de 168 personas, fue ejecutado en junio de 2001. Pidió como cena dos bochas de helado de menta con chip de chocolate, y dejó como último mensaje una poesía de Ernest Henley, escrita en 1875 titulada Invictus, y que termina con los siguientes versos: “No importa cuán estrecho es el pasaje, o cuán pesada la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”.

 

Aileen Carol Wuornos (46), fue una asesina en serie que admitió haber dado muerte a 7 hombres. La condenaron en 1992, pero fue ejecutada en 2002 en el estado de Florida. Aileen pidió una taza de café negro.

 

Goerge Harris (41) fue ejecutado en Missouri el 13 de septiembre de 2000 por cometer un asesinato en medio de una discusión por armas. Se declaró inocente desde el primer momento y mantuvo esa postura hasta el día de su muerte. Es recordado porque sus últimas palabras impactaron por su espontaneidad: “Alguien tendrá que matar a mi abogado” dijo, ya que siempre consideró que su condena tuvo que ver con una mala defensa.

 

Odell Barnes Jr. (31), un joven afroamericano acusado de robar, violar y asesinar salvajemente a una mujer, prefirió no cenar, en cambio escribió en un pequeño papel un pedido de “Justicia, equidad y paz en el mundo” .

Además, dejó una nota en la que se despidió de su familia y amigos y agradeció a todas aquellas personas que creyeron en su inocencia. Fue ejecutado el 1º de marzo de 2000.

Su condena fue y sigue siendo muy discutida. Hasta hoy existe el interrogante sobre si este hombre tuvo verdadero acceso a la defensa.

Barnes no contaba con el dinero necesario para pagar sus propios abogados por lo que la defensa quedó en manos de la oficina pública, cuyo equipo no estaba preparado para asumir la complejidad del caso.

A esto se sumó que el jurado no se detuvo en los gruesos errores que tuvo la investigación, entre ellos un testimonio sumamente contradictorio que lo ubicaba en la escena del crimen. Los activistas contra la pena de muerte, ven en este caso el ejemplo de arbitrariedad.

 La muerte vista  por un fotógrafo

Las últimas palabras y cena de los ejecutados siempre han sido motivo de curiosidad y tenidos en cuenta por sectores tan variados como la prensa, científicos y novelistas, pero el tema volvió a ponerse sobre el tapate gracias al fotógrafo norteamericano Jonathan Kambouris (foto superior) quien realizó una investigación especial denominada The last meals project, que se puede visitar en Internet.

El profesional se adentró en el tema cuando fue ejecutado Timothy McVeigh en 2001.

Jonathan Kambouris

Algunos datos curiosos

El gobierno norteamericano gasta más de 100 millones de dólares al año en la ejecución de “un puñado de convictos” y el verdugo cobra 150 dólares por ejecución, además la ley le permite mantener el anonimato.

En Estados Unidos esta pena se aplica 35 estados, es usada regularmente en 12 y afortunadamente está siendo reconsiderada en otros 11, debido a los altos costos que le genera al Estado y lo poco efectivo que es a la hora de prevenir el crimen.

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