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?Los subsidios no pueden ser una política redistributiva?

Sabado, 06 de julio de 2013 21:32

En varios momentos de la charla con El Tribuno, el economista Aldo Ferrer valoró la soberanía que en materia económica recuperó la Argentina, lo que le permitió despegarse de las políticas neoliberales y comenzar a recorrer su propio camino en este mundo globalizado. Sostiene que el país está “razonablemente bien, razonablemente ordenado”, aunque marca factores que se deben corregir e índices macroeconómicos que se deben fortalecer para que el bienestar se convierta en un bien común. Retoma la idea de crear un consejo en el que los principales actores de la economía nacional busquen soluciones a problemas que hoy preocupan, como la inflación, y asegura que la crisis europea enseña al mundo lo que no hay que hacer.

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En varios momentos de la charla con El Tribuno, el economista Aldo Ferrer valoró la soberanía que en materia económica recuperó la Argentina, lo que le permitió despegarse de las políticas neoliberales y comenzar a recorrer su propio camino en este mundo globalizado. Sostiene que el país está “razonablemente bien, razonablemente ordenado”, aunque marca factores que se deben corregir e índices macroeconómicos que se deben fortalecer para que el bienestar se convierta en un bien común. Retoma la idea de crear un consejo en el que los principales actores de la economía nacional busquen soluciones a problemas que hoy preocupan, como la inflación, y asegura que la crisis europea enseña al mundo lo que no hay que hacer.

Hasta hace unos meses fue embajador en Francia, es profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires y honorario de la Universidad Nacional de Salta. Ocupó cargos en gobiernos de diversos signos políticos, es autor de varios libros, además de palabra autorizada en materia económica.

Ferrer dio una charla en Salta el viernes pasado, y aprovechó la ocasión para dialogar con El Tribuno.

¿Cuál es el escenario económico actual de la Argentina?

Debemos plantear una situación comparativa respecto de otros países y de la propia historia. Desde el punto de vista internacional, el país está bien posicionado, hubo cambios muy profundos en el sistema mundial con la emergencia de China y han mejorado los términos de intercambios que explica el precio de la soja. Son hechos positivos que aparecen en un momento en el que la oferta argentina de productos agropecuarios aumentó por la revolución tecnológica que vive el campo. Entonces, en términos internacionales es favorable. Con la incorporación de millones de trabajadores de bajos salarios a la producción industrial mundial se plantea, sin embargo, un riesgo porque genera una competencia que hay que atender, porque no alcanza con tener mucha tierra y producir mucha soja, sino que hay que tener una ancha base industrial. Además, hay una crisis del sistema financiero internacional, consecuencia de la especulación de los últimos lustros, y de eso surge una experiencia muy clara: los países tienen que tener cuidado cuando se endeudan porque quedan atrapados por los mercados, por los criterios de la especulación financiera y terminan perdiendo su soberanía y la capacidad de gobernarse. Esa es una gran enseñanza que nos deja el sistema. Desde el punto de vista externo, es positivo para la Argentina.

¿Y la cuestión histórica?

Cuando uno considera que Argentina vivió más de la mitad del siglo pasado fuera de un marco institucional estable, hay que tomar en cuenta que desde hace 30 años vivimos en democracia y ese es un dato fundamental. Cualquier cosa que pase en la Argentina en términos de discusión política, de conflictos de cualquier naturaleza, se van a procesar y se están procesando en el marco de las instituciones de la Constitución y de la división de poderes. La crisis de 2001 fue consecuencia de haber seguido políticas neoliberales, de apertura incondicional, pero el país es recuperó, se desendeudó, limitó su deuda a lo que efectivamente puede pagar, lo que le permitió autogobernarse, cosa que no podía. Es una nota muy importante en el mundo contemporáneo la capacidad de autodeterminación. Cuando uno suma estos elementos y agrega la respuesta de la economía después de la crisis con una importante producción, empleo, con programas sociales que han aliviado situaciones extremas de pobreza, se puede decir que el país está mucho mejor desde el punto de vista internacional e histórico. En ese escenario, uno de los datos más positivos es el énfasis que tiene actualmente la ciencia y la tecnología, que muestran -por ejemplo- que la Argentina no solo tiene recursos naturales, sino una población capacitada para administrar el conocimiento. En esas condiciones favorables y considerando el potencial del país, uno debería decir que el país está razonablemente bien, razonablemente ordenado. Hay una serie de temas pendientes en la macroeconomía, pero la economía está básicamente ordenada y, en ese escenario, queda una serie de problemas que hay que enfrentar.

Para usted, entonces, el país está tomando otro camino...

Desde el punto de vista internacional, la Argentina tuvo tres traumas terribles que la marginaron: el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas y la crisis fenomenal de 2001, con el default. Eso la puso en el ostracismo internacional. De las tres cosas hemos salido. Estamos reclamando la soberanía de Malvinas por el derecho internacional, se han juzgado las atrocidades del terrorismo de Estado y el país se ha puesto de pie por sus propios medios. La situación actual, comparada con aquella, es excelente. La Argentina ha tomado una serie de decisiones de recuperación de soberanía (la nacionalización de YPF, la salida de la crisis de la deuda sin recurrir al FMI, la nacionalización del sistema jubilatorio), medidas de reivindicación nacional. En los principales centros del poder internacional, en los que la opinión es neoliberal, ven con disgusto que un país emergente adopte políticas de reivindicación nacional. Se pueden escuchar críticas, pero eso el país no lo perturba porque está asentado en sus recursos propios y no tiene que estar pidiendo plata para cerrar sus cuentas. Son opiniones que no impiden que tenga relaciones comerciales normales con todo el mundo. La posición internacional argentina es mucho más sólida que en el pasado y que haya rechazado el planteo neoliberal genera resistencia. Lo cierto es que el país está funcionando internacionalmente, tiene protagonismo en América del Sur, en relación estrecha con Brasil, es miembro de G-20, participamos en todos los organismos internacionales, cuando hay diferendos se discuten donde hay que hacerlo.

Dijo que la economía nacional está básicamente ordenada, pero que hay problemas para resolver, ¿cuáles son?

Lo más importante que pasó en la Argentina fue la recuperación de la soberanía a partir de la salida del default y del fortalecimiento del Estado nacional que ha aumentado su capacidad financiera. Ha habido un aumento de la presión tributaria a un nivel razonable para un país de ingresos medios, se han tomado medidas como la nacionalización del sistema jubilatorio, que le han dado un gran poder financiero al Estado nacional y han permitido implementar políticas como la asignación universal por hijo. Pero, al mismo tiempo, queda pendiente el buen uso de los recursos, hay que manejarlos con mucho cuidado, ya que por ejemplo no se justifica subsidiar consumos de grupos de altos ingresos como empresas de recursos energéticos. Utilizar el subsidio como política redistributiva es un instrumento débil y es válido si se conservan los equilibrios macroeconómicos. Creo que para defender la soberanía una de las cosas que hace falta es fortalecer la situación fiscal y corregir el desvío que ha ido produciendo un deterioro progresivo de la situación fiscal.

¿Qué problemas provoca esa situación?


Tenemos problemas de competitividad. Se está debatiendo si hay que devaluar o no, y creo que es una falsa discusión porque si solamente se devalúa no se resuelve nada y si se dice que no hay que devaluar la postura se contradice con los cambios que se producen continuamente en la economía y que requieren flexibilidad en el manejo de los instrumentos. Trabajar con un tipo de cambio fijo, que se va atrasando con respecto a la evolución de los precios y de los costos, es volver un poco a los problemas de la convertibilidad que tuvieron un fuerte costo en términos de competitividad. Los controles son instrumentos legítimos, pero si coexisten con desequilibrios de fondo no van a dar los resultados que se esperan y generarán tensiones. De todos los temas sobre los que hemos estado hablando son corregibles sin traumas. Hoy la economía puede realizar cambios dentro de una estabilidad razonable y en el marco de un sistema institucional estable. Vuelvo a insistir: cualquier cosa que se haga ahora en materia económica o en cualquier otra materia se procesa a través de un sistema constitucional. Más que un problema económico, es político. No estamos en presencia de una situación económica angustiosa, ni mucho menos, ya que el país ha demostrado que tiene capacidad de crecer, tiene recursos, recuperó soberanía; pero subsiste en el debate político la insuficiencia de comprender objetivos fundamentales, en el que debería existir un consenso de las fuerzas mayoritarias. La inmensa mayoría tiene una visión de que tenemos que salir todos juntos. Hay un sentimiento nacional arraigado en las mayorías, pero en el debate político aparecen fracturas que generan conflictos y que podrían evitarse. Es necesario un diálogo más franco y para eso está el Congreso. También sería importante un consejo que reúna a los principales actores de la economía (productivo, trabajadores y Estado) para concertar acciones que permitan luchar contra la inflación, que permita administrar la suba de precios que requiere la solidez de los índices macroeconómicos.

¿El Gobierno está aplicando los correctivos adecuados?

Los controles son necesarios, pero si se aplican cuando subsisten desequilibrios macroeconómicos, como un retraso cambiario porque el ajuste de la paridad no se corresponde con el aumento de los costos, se van acumulando tensiones. Los controles pueden resolver algunas cuestiones en el corto plazo, pero en el mediano y en el largo no generan el clima ni las expectativas necesarias como para generar la idea de que la cosa está realmente sólida, donde hay expectativas para invertir, para innovar. Hay mucho para trabajar en ese sentido, para consolidar los elementos macroeconómicos, fortalecer la confianza y desplegar el potencial argentino.

 

Sinceramente, ¿cree que se formará una mesa de concertación?


El problema es político. De alguna manera hay un debate de poco realismo, muy ligado a las pasiones y a los intereses del momento; necesitamos otro tipo de aproximación, sin olvidarnos de que vivimos en una sociedad democrática y pluralista en la que los conflictos son parte de la realidad. Cuando uno ve la situación de cualquier otro país advierte que la política es muy dura. El problema está en las reglas para resolverlos. Nosotros no tuvimos reglas durante mucho tiempo, ahora las tenemos. Consolidémoslas. Fortalezcamos los equilibrios del sistema para fortalecer las políticas públicas de desarrollo y de inclusión y darle a la actividad privada un escenario de perspectiva positivo respecto del futuro.

¿Consideran que las elecciones de este año pueden servir para eso?

Espero que sean una oportunidad para debatir estas cuestiones. Desde luego sus resultados van a influir tanto en el comportamiento de la oposición como del Gobierno. No me animaría a hacer pronósticos, pero espero que las conclusiones sean consistentes con la resolución política del problema para mejorar el diálogo y para concertar el accionar de los sectores. El Gobierno ha desplegado su estrategia de corto plazo, sin duda ha tomado en cuenta los próximos comicios, y la oposición también. Espero que haya más capacidades de ambos lados para discutir con más razonabilidad, porque las condiciones están.

¿Cómo impacta la globalización en el diseño de las políticas económicas de los países emergentes como el nuestro?

China, Corea y otros países asiáticos hace 40 años eran países atrasados y dependientes, pero han recuperado políticas nacionales, han podido hacer proyectos autónomos y propios de desarrollo. Han crecido porque han construido lo que a mí me gusta llamar la “densidad nacional”. Han construido la cohesión social, han consolidado liderazgos que definen al interés nacional y no están subordinados a intereses extranjeros, observan la realidad desde una perspectiva propia y no desde la perspectiva neoliberal como nos sucedió durante tanto tiempo. El mundo ha cambiado en los últimos 40 años de una manera espectacular, hay una nueva geografía mundial que se dio porque un grupo de países ha salido del escenario hegemónico de los países occidentales. Ese grupo transita un camino nacional de fuerte integración a la economía mundial, pero a partir de sus propios objetivos de industrialización, de ciencia, de tecnología; las viejas naciones del Atlántico Norte (Europa occidental y Estados Unidos) fueron el eje dominante del sistema durante cinco siglos, esos países dominaron el conocimiento y la industria. Esto se acabó. Hay centenares de millones de personas de Asia que se han incorporado como protagonistas de la generación de la gestión del conocimiento y de la industria, y esto ha trastocado el mercado mundial.

Es una oportunidad...


Eso nos afecta de manera muy profunda porque nos abre grandes oportunidades, aunque nos plantea algunos riesgos porque no nos convendría, por ejemplo, tener con China una relación como la que tuvimos con Inglaterra de ser abastecedores de productos primarios y compradores de manufacturas y de capitales. Esto se está debatiendo mucho. Vuelvo a insistir: estamos en un escenario cargado de oportunidades, de desafíos, y al partido lo estamos jugando en nuestro propio terreno. Hemos dado pasos fundamentales.
 

 

 

 

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