Hace mucho que no escuchaba la marcha peronista, pensaba que estaba en vía de extinción al igual que los loros. La semana pasada, por el barrio Intersindical andaban los muchachos de campaña con una grabación de la marcha del tiempo i’ñaupa y me acordé de estos personajes que ya quedan pocos. Me estoy refiriendo a los loros.
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Hace mucho que no escuchaba la marcha peronista, pensaba que estaba en vía de extinción al igual que los loros. La semana pasada, por el barrio Intersindical andaban los muchachos de campaña con una grabación de la marcha del tiempo i’ñaupa y me acordé de estos personajes que ya quedan pocos. Me estoy refiriendo a los loros.
A las pruebas me remito, mi abuela Matilde, radical hasta la ñascha, tenía un loro, y mi hermano Pepe, de puro jodido le enseñó a gritar ¡viva Perón! El pajarraco lo aprendió a la perfección y mi abuela no sabía si desplumar al bicho o garrotear al nieto cada vez que lo escuchaba. Claro que ese loro, seguramente se habrá llamado Pedrito, como todos los plumíferos verdes, también las piropeaba a mis tías con un silbido cuando ellas se levantaban en camisón. Alguien le habrá enseñado, sino diría que ese lorito llevaba mi sangre.
Y hablando de loros, que todavía quedan algunos, conocí a uno que se llamaba Sofanor, era del mecánico Prieto, que se le voló del taller y después andaba en litigio con una familia que no lo quería devolver. Otro mecánico, Prado, tenía un bicharraco en el aro. La primera vez que fui se me ocurrió decirle: “Hola lorito, cómo te va”. El bicho movió pasivamente la cabeza, la puso de costado, me miró y me dijo: “¿Quién sos vos?”. Me dejó con la boca abierta. Como verán arranqué con un tema y me fui por las plumas. Ahhh , ya que dije pluma, recuerdo que en una oportunidad en una nota le preguntaron a Horacio Guaraní por qué le había puesto Pluma Verde a su rancho, y él contesto: “Porque queda en la concha de la lora”. Bueno, el asunto es que quedan pocos loros y también peronistas, de los verdaderos, digo.