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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El kirchnerismo apunta a propios y extraños

Domingo, 15 de septiembre de 2013 02:15

Es un fenómeno extraño, pero está ocurriendo. En medio de anuncios que favorecen directamente el bolsillo de los trabajadores y que eran reclamados por amplios sectores antes de las primarias, el kirchnerismo comenzó a impulsar debates fundacionales que hace tiempo podían parecer impensados.

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Es un fenómeno extraño, pero está ocurriendo. En medio de anuncios que favorecen directamente el bolsillo de los trabajadores y que eran reclamados por amplios sectores antes de las primarias, el kirchnerismo comenzó a impulsar debates fundacionales que hace tiempo podían parecer impensados.

La estrategia, puntillosamente planificada, apunta a seducir a propios y extraños, tal como intentó Sergio Massa antes de tener que decidirse por ser exclusivamente candidato de la oposición.

Al Gobierno se le podrán criticar muchas cosas, pero el último mes mostró un nivel de gestión mucho más intenso que en otras ocasiones. ¿Alcanzará eso para revertir el resultado? Imposible de responder, aunque al menos servirá para recuperar la iniciativa política de una Presidenta que sigue mostrándose activa ante la sociedad.

La política de seguridad, eje de los principales cuestionamientos ciudadanos, se transformó en una especie de laboratorio de pruebas en el que el Gobierno sabe que algo debe hacer, aunque todavía no termine de definir qué con un alto grado de detalle. Si bien varias de sus medidas pueden ser cuestionadas por contradictorias o improvisadas, el Gobierno al menos ya no niega la inseguridad, lo que representa una importante señal de madurez política para un asunto de tamaña complejidad.

El que quiere bajar la edad de imputabilidad de los menores y endurecer las penas para los delincuentes puede votar a Martín Insaurralde, cada vez más cercano a Daniel Scioli en su concepción de la política. Sin embargo, la oferta oficialista también contempla una opción para los garantistas, enfrentados sin retorno con quienes piden mano dura. Juliana Di Tullio, Carlos Kunkel y Diana Conti, diputados muy cercanos a Cristina y fieles representantes del kirchnerismo duro, salieron a diferenciarse del intendente. Una de cal y una de arena.

El silencio de la Presidenta en torno a toda esta discusión actúa en los hechos como un aval implícito a las diferencias. Algo así como dejar que se genere el debate y ver para dónde va la opinión pública.

La jefa de Estado, casi con seguridad, no autorizará una iniciativa que baje la edad de imputabilidad de los menores, aunque se desconoce si lo ratificará públicamente antes de octubre.

Todos estos giros en el discurso oficial muestran también un ablandamiento del kirchnerismo rígidamente alineado en el que no podían haber voces disidentes. Este debate, fogonaedo por el propio Gobierno, le permite a la Casa Rosada exhibir otra faceta de cambio, esta vez destinada a colocar al oficialismo ante la sociedad como más tolerante y abierto a escuchar las opiniones más variadas. Cristina está buscando hacer pie en las elecciones con las banderas de sus oponentes, apuesta difícil si las hay.

En ese contexto, Scioli un peronista tradicional- está empezando a pisar cada vez más fuerte en la estructura oficialista. El presunto endurecimiento de su política de seguridad fue uno de los temas emblemáticos que dividió a sciolistas y kirchneristas durante los últimos años.

Con la asunción de Alejandro Granados -referente de la mano dura- como ministro de Seguridad bonaerense, queda claro para dónde se inclinó la balanza.

Es imposible pensar que Cristina no haya sido consultada previamente sobre esa designación, ya que el exmotonauta es algo así como el jefe de campaña del candidato elegido por la Presidenta. ¿El nombramiento de un “duro” garantiza más seguridad? En absoluto, pero a algunos sectores puede gustarles el discurso. No hay que olvidarse que por ese sillón ya pasó Aldo Rico y varios otros sin ningún resultado para mostrar.

El interior

Está tan centrada en suelo bonaerense la atención del Gobierno que puede terminar en un cuello de botella. Según las encuestas, Massa ya supera a Insaurralde por doce puntos, siete más de los que sacó hace solo un mes. Esos números son posteriores a la suba del mínimo de Ganancias y al anuncio del plan nacional de seguridad, que beneficia básicamente a Buenos Aires en detrimento de todas las demás provincias del país.

En el Gobierno admiten que no se busca ganar la elección, sino que la distancia no sea tan grande como la que algunos sondeos quieren instalar. Pese a la derrota de agosto, Cristina sigue siendo una de las dirigentes políticas con mejor imagen positiva del país.

En medio de este espinoso debate se presentan varias dudas. ¿No hay inseguridad en el resto de los distritos a los que no se les mandó ni un solo gendarme? Peor aún, muchos de ellos Salta y Jujuy -entre otros- perdieron a efectivos de Gendarmería y llegaron miembros del Ejército que ni siquiera pueden detener.

En los hechos, esa es una disminución de la capacidad operativa para la seguridad en la región, no hay vuelta que darle. Aún no se midió cuál es el impacto del retiro de gendarmes de las provincias fronterizas, si es que realmente hay alguno, pero se sabe que la decisión no cayó nada bien entre la población, sea de izquierda de centro o de derecha. La sensación que predomina en esas provincias es la de la discriminación y el desamparo.

El flamante ministro bonaerense dijo al asumir que los gendarmes “llegaron para quedarse” a su provincia. Ese beneplácito de Granados, pese a la descoordinación con la que se están moviendo los efectivos, contrasta con la incertidumbre de los distritos lindantes con los principales productores de droga del mundo.

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