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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Virgen de Urcupiña, en una visita sagrada

Jueves, 10 de julio de 2014 01:24

Se cumplió el sueño de muchos salteños: la Virgen de Urcupiña dejó su casa de Quillacollo para peregrinar por tierra salteña y jujeña.

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Se cumplió el sueño de muchos salteños: la Virgen de Urcupiña dejó su casa de Quillacollo para peregrinar por tierra salteña y jujeña.

En Bolivia la festividad en honor a esta advocación mariana, celebrada el 15 de agosto, conjuga tradiciones indígenas con la solemnidad propia de los ritos católicos y una gran muestra de variedades folclóricas. Pero desde la comisión organizadora de esta visita histórica informaron que en Salta se buscará recuperar el culto mariano. Para ahondar en ello, El Tribuno consultó al padre Javier Mamaní, de la iglesia del Pilar, y a Emilia Méndez, devota de la Virgen y dueña de una santería donde comercializan productos dedicados a ella.

A Dios lo que es de Dios

La primera imagen de la Virgen de Urcupiña llegó a Salta a la iglesia del Pilar hace doce años, traída desde Quillacollo. El párroco de esta iglesia, Javier Mamaní, aclaró algunos malentendidos en torno de este culto. Señaló que en el propio génesis van surgiendo elementos propios de la cultura andina, lo que no significa que no haya nacido en un ambiente de la Iglesia católica y que está muy alejado de la realidad que se trate de una devoción pagana que el cristianismo absorbió. Otra cuestión a esclarecer es emparentar las gracias por las que intercede la Virgen solo a cuestiones materiales. “Aquel que le pide expresa su pedido en una especie de souvenir, durante el calvario, y ello se manifiesta en miniaturas, en pequeños camiones o casas; pero los pedidos no son solo materiales”, expresó. También se refirió a las excelsas comidas, bebidas y bailes, propios y característicos del folclore que acompañan la devoción. “El problema es que se han ido introduciendo elementos que pueden dañar y desfigurar la fiesta. Es normal en toda cultura y toda religión celebrar porque se me ha cumplido un pedido. La gente celebra y agradece, pero debe hacerlo sin excesos como los fuegos artificiales y las bombas de estruendo”, aclaró.

Emilia Méndez (24) y Matías Aramayo (31) viven el barrio Puerto Argentino y hace cuatro años pusieron la santería Pater et Panis, actualmente en la Pellegrini al 200. Ellos se dedican a la venta de imágenes traídas desde Quillacollo. También confeccionan vestidos, mantos, coronas y cetros, y restauran pelucas e imágenes dañadas. Su predilección por “la Mamita” viene de una gracia concedida. Le atribuyen que mediante su intercesión se curó de cáncer la mamá de Emilia. La Virgen de Urcupiña resulta llamativa entre otras advocaciones marianas por la diversidad y colorido de su atuendo. En Quillacollo le cambian la vestimenta durante cada acto de la semana del 15 de agosto. “Cuando la Virgen llega a la casa de uno siempre viene porque le tocó el corazón a alguien. La gente cree que sí o sí se la tienen que regalar cuando en realidad ya nos la dio el Señor en la cruz”, define Emilia. Añade que el color de la túnica con que esté ataviada “no es el que cada uno quiera, sino que ella nos hace sentir en el corazón con qué nos quiere bendecir”. Así cada tono guarda un significado: el verde simboliza la salud y la esperanza; el azul, la necesidad del amor de Dios; el rojo o rosado, la armonía de la familia; el amarillo, el trabajo y la providencia; y el blanco, la purificación del corazón. Aquí y allá los devotos asumen un compromiso férreo con la Virgen y muchos creen que ella les corresponde en igual medida de lo que le brindan, ya que da préstamos y concede bienes, pero obliga a devolverlos con intereses, amenaza con castigar la falta de cumplimiento y esta punición se traduce en la pérdida de objetos materiales y del trabajo. “La gente se confunde y dice: "Si ella me da yo le doy', y la Virgen no necesita”, resume Emilia, con simpleza.

Un testimonio de los milagros de Urcupiña

Por Antonio Gaspar

María Chauque es la prueba viviente de lo milagroso de la Virgen de Urcupiña. Con sus 68 años de vida le contó a El Tribuno sobre su experiencia como testimonio de fe. Su historia se remonta a 10 años atrás cuando se le diagnosticó cáncer.

Cuando comenzó a sentir los síntomas, su marido Milton decidió realizarle una promesa a la virgen y acompañó a María hasta su santuario en Cochabamba, Bolivia.
Llegó calva y con mucha fe pidió que la cure y que le devuelva el cabello. De poco comenzó a mejorar y fueron cinco los años que regresaron a su santuario a seguir agradeciendo.
Se institucionalizó en la familia de María la misa de los 15 de cada mes en la iglesia del Pilar. También la novena y un gran almuerzo anual para compartir y celebrar con familia y amigos el bienestar alcanzado.
Pero hace 5 años a María le dio un accidente cerebro vascular fulminante. Los médicos le dieron solo unas horas de vida. El personal del sanatorio directamente realizaba los trámites funerarios.
En ese día, el que la familia lo denominó “el de la mala noticia”, volvieron los milagros.
Una médica de confianza la revisó por última vez. Buscaba indicios del cáncer que había padecido algunos años atrás.. No halló rastros del tumor. María enfrentaba sólo al ACV.
El mismo día volvió su yerno de Tartagal trayendo otra noticia que cambiaría la vida de María definitivamente. En su estadía en la ciudad del norte había encontrado en el predio de una casa abandonada una imagen toda derruida de la virgen de Urkupiña. Automáticamente pensó en su suegra y se la trajo para Salta. 
Llegó y se enteró de “la mala noticia”. María recibió la imagen postrada, en coma. Así pasó la noche y el día siguiente, recostada con la virgen.
Con el paso de los días comenzó a recuperarse, luchando día a día contra el mal que le dejó todo el lado derecho del cuerpo insensibilizado.
Si bien tiene 10 nietos, Moisés fue el motor de vida de la abuela. Por ese tiempo tenía sólo 5 años de edad.
El changuito se la pasaba con su abuela y fueron muchos los momentos en que dialogaba con la virgen.
Con el tiempo, la imagen siguió con María y en el mismo estado como fue encontrada. Ella quería recuperarse, comenzar a mover su mano derecha, aunque sea, para hacerle un vestido nuevo.
María se ganó buena parte de su vida siendo costurera y así crió a sus diez hijos.
Al tiempo pudo mover su mano y cumplió. Le hizo un vestido azul con la que actualmente ocupa el lugar central del comedor del hogar.
Todos los días le pidió que la curara porque causaba mucho trabajo para su familiares que la cuidaban. Fue su hija Virginia, la mamá de Moisés, quien estuvo permanentemente en la recuperación de María.
Pasaron los años y solo le quedaba inmovilizada la pierna. Comenzó a ir a la procesión de los 15 de agosto y de a poco comenzó a caminar.
La sorpresa de la fisioterapeuta fue inmensa cuando caminó las primeras dos cuadra acompañando a la imagen. En dos años más completó el recorrido de la procesión.
Hoy, María se sienta en la mesa y cuenta su historia con la imagen detrás. Se siente acompañada por su familia y protegida por la virgen que la curo totalmente de un cáncer y que la está recuperando de un ACV fulminante. “Yo sí o sí tengo que ir a ver a la virgen. Voy a ir caminando, porque ella me acompañó en todos los malos momentos”, concluyó María.

 

 

 

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