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32 años sin Cortázar

Viernes, 12 de febrero de 2016 12:09

Un día como hoy, hace 32 años dejaba el mundo un creador que podría definirse a sí mismo como "Un grandísimo cronopio", parafraseando una de sus obras. Se trata de Julio Cortázar, amante del jazz, del boxeo y una de las plumas más revolucionarias de nuestra literatura.

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Un día como hoy, hace 32 años dejaba el mundo un creador que podría definirse a sí mismo como "Un grandísimo cronopio", parafraseando una de sus obras. Se trata de Julio Cortázar, amante del jazz, del boxeo y una de las plumas más revolucionarias de nuestra literatura.

El autor falleció un 12 de febrero de 1984, a los 69 años, dejando una huella imborrable en el universo ficcional de nuestro país.

Un 26 de agosto de 1914 el escritor, nacionalizado argentino y francés, nacía en Bruselas, Bélgica. Más tarde, su familia se instaló en Bandfield, una zona de casas bajas y grandes extensiones de verde, al sur del Gran Buenos Aires.

Estudió magisterio y profesorado en letras. Dictó clases en diversos pueblos del interior bonaerense, en Tucumán y Mendoza. En 1951 editó su primer libro, Bestiario, y fijó su residencia en París.

"Rayuela", una novela editada en 1963, revolucionó las prácticas lectoras de la época y, para muchos, inició el llamado "Boom latinoamericano", que se tradujo en el auge de las letras hispanoamericanas entre 1960 y 1970.

Sobre esta novela, consultada hace tiempo por El Tribuno, la crítica Carmen Ortiz, autora del libro "Cortázar, el mago", reveló: "Creo que él escribe para aquellos que quieren cruzar la línea, aquellos que buscan el otro lado, por eso sigue siendo tan moderno y lo seguimos indagando. Es una apuesta a cruzar las reglas, por ejemplo, llamando cementerio al diccionario, inventado distintas maneras de hablar, cuando habla con La Maga y con otras formas que aparecen en el texto. Siempre está transgrediendo lo que parece normal. Toda su literatura es absolutamente transgresora, por eso nos sigue gustando y les gusta tanto a los jóvenes", apuntó.

Cortázar tenía una impronta microcósmica: apuntaba a lo pequeño para generar grandes universos en una obra que atrae por su cotidianeidad y su misterio. Así buceó por la ficción breve, las novelas y la poesía, como en el caso del volumen "Salvo el crepúsculo".

A más de tres décadas de su ausencia física, su presencia literaria es indiscutida y necesaria para la cultura nacional y del mundo.


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