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Efectos políticos domésticos

Sabado, 11 de noviembre de 2017 00:00

Se genera un momento político en donde ya no se habla más de la salida en helicóptero del Presidente, sino, en todo caso, de cómo hacer para que Cambiemos gane en 2019 con el 45% los votos para que no sea necesario llegar a una segunda vuelta.

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Se genera un momento político en donde ya no se habla más de la salida en helicóptero del Presidente, sino, en todo caso, de cómo hacer para que Cambiemos gane en 2019 con el 45% los votos para que no sea necesario llegar a una segunda vuelta.

Los efectos políticos domésticos del triunfo de Cambiemos el pasado 22 de octubre son un tema cotidiano de análisis en los medios de prensa y en el ámbito académico dedicado a cuestiones políticas y macroeconómicas. No obstante, y como comentamos pocas semanas atrás en este mismo espacio, hay también una dimensión en materia de política exterior. Dos decisiones del presidente Mauricio Macri ponen en evidencia lo dicho. Por un lado, el fin del interrogante de quién ocuparía la Embajada Argentina en Washington, vacante desde abril. La otra, las contundentes y sorpresivas palabras del primer mandatario de sugerir a la Casa Blanca un fuerte endurecimiento de las sanciones económicas contra el régimen de Caracas.

Básicamente, la implementación de la medida con impacto más contundente y rápido, tal como es el fin de la compra de petróleo venezolano por parte de la economía estadounidense, así como la suspensión de la venta de naftas y otros derivados de EEUU a Venezuela, dado el colapso de la capacidad de refinación de ese país caribeño. En los últimos meses, la administración Trump decidió comenzar una prudente y gradual escala de medidas económicas punitivas, en especial en el campo financiero, pero postergado sin fecha fija el alterar de cuajo la condición de muy importante comprador de crudo venezolano, que se remonta a medio siglo atrás y que no se vio sustancialmente alterada pese a la inflamada retórica de Hugo Chávez a partir de su llegada al poder.

El presidente Macri, desde el comienzo de su mandato, por una combinación de necesidad y convicción, queda a discreción de lector cuál de estas dos variables pesó más, combinó gradualismo en las cuestiones de reformas y medidas económicas con la negativa a asumir una posición de liderazgo en el plano regional e internacional.

La excepción, no menor por su impacto estratégico, a la utilidad de ese posicionamiento moderado, centrista y hasta con toques progresistas, ha sido el Conurbano bonaerense. Según comentó el mismo Durán Barba durante un imperdible desayuno de trabajo organizado por la siempre activa y dinámica Fundación Fepesna, hasta que María Eugenia Vidal tomó, con el consentimiento del Presidente, la conducción de la campaña electoral en la provincia, algunas semanas antes de las PASO y le imprimió una dinámica más frontal, reflejada entre otros hechos en el ya famoso cruce con un periodista pro K en la televisión, Cambiemos estaba siete puntos abajo en el principal distrito del país. Uno puede hacer ejercicios de imaginación y proyección de cómo sería la dinámica política argentina si la candidata de Unidad Ciudadana se hubiese impuesto por ese margen.

De más está decir que no se estaría hablando de la reelección de Macri, ni los gobernadores peronistas y la CGT se mostrarían tan prudentes y constructivos.

Pero el golpe de timón discursivo y de comunicación que impulsó la gobernadora lo evitó y con ello se genera un momento político en donde ya no se habla más de la salida por helicóptero del Presidente, sino, en todo caso, de cómo hacer para que Cambiemos gane en 2019 con el 45% los votos para que no sea necesario llegar a una segunda vuelta.

Este Macri empoderado, con el consentimiento o no de sus estrategas en comunicación, ha mostrado algunas aristas de su pensamiento más profundo, que dista de ser de derecha darwiniana o un neoliberalismo ajustador, pero tampoco socialdemócrata escandinavo o una nueva izquierda.

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