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El turno de otra política y otra gestión

Sabado, 04 de noviembre de 2017 00:00

La sorpresa que tenía reservada Juan Manuel Urtubey era la designación de Emiliano Estrada en el Ministerio de Economía. El nuevo ministro, de 31 años, asume un área particularmente crítica. Con buena carrera académica y titular de un estudio privado deberá hacerse cargo de la puesta en práctica de la reducción del gasto.

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La sorpresa que tenía reservada Juan Manuel Urtubey era la designación de Emiliano Estrada en el Ministerio de Economía. El nuevo ministro, de 31 años, asume un área particularmente crítica. Con buena carrera académica y titular de un estudio privado deberá hacerse cargo de la puesta en práctica de la reducción del gasto.

Es decir, colocarse en el medio de una de las "grietas". Para la oposición, es "el ajuste"; para el oficialismo, "disciplina fiscal". Son dos miradas antagónicas que invocan los mismos objetivos: combatir la pobreza.

La meta que le señaló Urtubey al jefe de Gabinete, Yarade, apunta a descentralizar y liberar las manos de los ministros.

Yarade deberá delegar en Estrada el recorte del 20% del gasto que anunció ayer el gobernador.

El dilema es el mismo que se plantea a nivel nacional. El déficit es insostenible, pero no se pueden eliminar subsidios a las empresas, a los combustibles, al transporte, a las familias carenciadas sin generar un colapso social.

Financiando el déficit con emisión monetaria o con deuda se genera más déficit.

La alquimia de la reforma tributaria desfinanciaría más al Estado, pero la presión impositiva destruye el empleo.

La reforma previsional supone reducir los ingresos de los jubilados.

Vivimos en un país desquiciado.

Todas las reformas en danza, a nivel nacional, van a obligar a las provincias a resignar gastos. A Salta, también.

Las fórmulas complicadas

Urtubey, Yarade y Estrada tendrán que ingeniárselas para defender los intereses de Salta y de los salteños sin romper un acuerdo tácito con el gobierno de Cambiemos.

Ayer el gobernador adelantó que la posición salteña será la de debatir y acordar las reformas en el Congreso. Ya se sabe que la izquierda histórica va a oponerse porque ese espectro sostiene que hay que aumentar sueldos, bajar impuestos y reducir las horas de trabajo. Simplemente, el capital no debe tener voz ni voto. La izquierda kirchnerista, cuya gestión está siendo evaluada electoralmente luego de la "década ganada", dice lo mismo. Unos nunca gobernaron y los otros sí, y saben que no es fácil.

La grieta es un impedimento para el acuerdo.

La alternativa

Urtubey y su equipo no solo saben que los despidos masivos del personal del Estado son inviables, aunque brame la derecha, y que seguir repartiendo ilusiones, como pide la izquierda, es imposible.

La posición, en este punto, parece bien definida: construir una alternativa de poder y de gobierno desde el peronismo, con un contenido de fuerte impronta social pero sin ninguna concesión a la pirotecnia.

En los deseos que se expresan, da la impresión de que con el nuevo gabinete se intenta lograr una actitud "amigable" con las empresas que puedan invertir y generar empleo, y con el Gobierno nacional, del que se espera mejorar sustancialmente la obra de infraestructura.

No al pato rengo

Para todas esas metas, la derrota electoral es un traspié menor, pero un desorden en las cuentas o un estallido social serían catastróficos. Los números, por ahora, no ayudan. La política, sin embargo, aún dispone de recursos.

¿Hasta dónde puede llegar este cambio de objetivos?

Urtubey no quiere mostrar en ningún momento que sufre el síndrome del "pato rengo".

El traspié de hace dos semanas no le restó capacidad de iniciativa.

La perspectiva para 2019 no es solo una especulación electoral.

Con Sergio Leavy, el jueves, hubo un acuerdo de convivencia y gobernabilidad mucho más cordial de lo que se esperaba, aunque políticamente siguen lejos.

Con Gustavo Sáenz no se terminaron de limar las asperezas políticas, pero tampoco se agrandó tanto la distancia como para romper lanzas.

Pero la artesanía política requerirá, sin dudas, una fina tarea de disciplina fiscal.

El Gobierno confía pero nadie descorcha espumante.

 

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