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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El futuro de la provincia

Domingo, 10 de diciembre de 2017 00:00

Cada jueves disfruto de una singular tertulia con amigos. Tertulias en donde la política, la cultura, la situación del mundo, las costumbres, los recuerdos y las hipótesis más audaces se mezclan para dar vida a sobremesas intensas, no exentas de alternativos toques de buen humor, de resignación y de optimismo. De tanto en tanto, Nati nos llama a la reflexión pidiéndonos enfocarnos en el futuro. Cuando prevalecen las charlas influidas por la propensión de algunos setentistas a rizar el rizo hablando de aquellos años tormentosos, ella -sagazmente- nos exhorta a reconducir la agenda.

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Cada jueves disfruto de una singular tertulia con amigos. Tertulias en donde la política, la cultura, la situación del mundo, las costumbres, los recuerdos y las hipótesis más audaces se mezclan para dar vida a sobremesas intensas, no exentas de alternativos toques de buen humor, de resignación y de optimismo. De tanto en tanto, Nati nos llama a la reflexión pidiéndonos enfocarnos en el futuro. Cuando prevalecen las charlas influidas por la propensión de algunos setentistas a rizar el rizo hablando de aquellos años tormentosos, ella -sagazmente- nos exhorta a reconducir la agenda.

Está bastante claro que reflexionar constructivamente acerca del futuro requiere un mínimo conocimiento del pasado (ese pasado que nos condujo al difícil presente), y un exhaustivo conocimiento de lo contemporáneo. Bien sea que nuestras preferencias se orientan a conservar, a reformar o a derribar el actual estado de cosas, necesitamos apoyarnos en esos dos momentos.

Soy de los que piensan que Salta está atrasada o -si se prefiere el término- subdesarrollada.

Tenemos riquezas potenciales que no logramos poner en marcha al servicio del bienestar general. Otra parte de nuestras riquezas está siendo explotada sin sujeción a los principios ambientales, y sus propietarios tienden a situarse al margen de las leyes, sobre todo fiscales y laborales. Una tercera fracción de nuestra producción sólo funciona aprovechándose del Estado bobo o corrupto, o expoliando a los consumidores.

Nuestras instituciones están tan o mas subdesarrolladas que nuestra economía de la producción. Y cuando hablo de instituciones me refiero al gobierno, a la legislatura, al servicio de Justicia, a los sindicatos, a las patronales, a las administraciones públicas, y, en general, a las organizaciones que intentan canalizar las inquietudes ciudadanas.

¿Es posible hablar del futuro de Salta sin partir del subdesarrollo que padecen los tres niveles de nuestra educación y los dos órdenes de prestadores que atienen mayoritariamente a nuestra salud (red pública y sistema de obras sociales sindicales)?

Desde luego es imposible imaginar siquiera nuestro futuro colectivo sin tener como punto de partida los desafíos que plantea la Nueva Pobreza. Una pobreza que poco y nada tiene que ver con la que conocimos, al menos, desde los años de 1940. La irrupción de la droga, la generalización de las violencias, la promiscuidad, las carencias que se trasladan de generación en generación, y el desasosiego que invade a los nuevos pobres, son fenómenos de singular gravedad.

Estamos frente a una penosa novedad que no se remedia sólo con ayudas económicas con las que lucra el clientelismo que, dicho sea de paso y por razones que no puedo examinar aquí, vive sus horas bajas.

Nuestra larga decadencia colectiva es el resultado, entre otros factores, de la decadencia de nuestras elites políticas. Y también de las frustraciones de nuestros talentos individuales, abrumados por ciertas taras sociales y por los privilegios que reservan el acceso a los cargos públicos y a las ayudas del Estado a la grotesca corte de amigos y parientes que han colonizado lo público.

Las universidades locales sobrenadan en la burocrática tarea de fabricar profesionales, sin brindar -salvo excepciones- servicios a la comunidad que las financia. No es fácil localizar estudios producidos por las universidades que aborden nuestros problemas colectivos. Y es sencillamente imposible encontrar en los claustros propuestas para orientar o inspirar reformas.

El Régimen que controla casi todo el poder se encarga de disciplinar o colonizar las organizaciones pensadas para controlar y limitar el poder.

Fracaso generacional

Mi generación (o una parte de ella) fracasó en sus proclamas para des-oligarquizar la política, la Justicia, la propiedad, las aguas y los recursos públicos. Fracasó en sus sueños de fundar una sociedad basada en la igualdad de oportunidades. La gran ilusión des-oligarquizante que fue el primer peronismo, terminó siendo una cáscara dentro de la cual ejercen el poder los de siempre y en beneficio de unos pocos.

Todos los incentivos legales o implícitos apuntan a favorecer a la sociedad de los amigos del poder. Quienquiera haya intentado o lleve adelante emprendimientos privados en Salta, sabe de qué hablo, conoce las dificultades que el Estado provincial prebendario e ineficiente pone a la actividad privada, sobre todo a la que protagonizan los emprendedores de pequeña dimensión.

Cuando nos ponemos a pensar en nuestro futuro, se advierten dos horizontes. El primero es el resultado de proyectar linealmente en el tiempo el actual estado de cosas. Si dejamos todo como está, o maquillamos la realidad para que todo siga igual, el futuro de Salta es un futuro de sociedad segmentada, injusta, superpoblada, con centenares de miles de personas hacinadas en guetos y donde el crimen organizado controlará crecientes territorios y grupos humanos.

El segundo horizonte surge cuando se piensa en reformas profundas capaces de torcer aquel destino de inexorable decadencia.

Nuestro futuro solo será distinto y mejor, si somos capaces de integrarnos en el mundo.

Si somos capaces de imponer a la Nación el regreso a las esencias de la Constitución Nacional que nos manda construir una república federal, en donde todos vivamos en paz y dispongamos de igualdad de oportunidades. Objetivos estos que contravienen los fabricantes y usufructuarios de grietas irreconciliables.

Otro será nuestro futuro si somos capaces de dejar atrás nuestro modelo provincial de producción basado en la intervención de un Estado caro e ineficaz -que nos ahoga con impuestos, reglas ineficientes y una morosidad agobiante-, y en la economía sumergida. Un modelo que necesitamos reformar para favorecer las reglas de la competencia dentro de los principios fundamentales de equidad y solidaridad contenidos en nuestra Constitución.

Si somos capaces de emprender, desde hoy mismo, una lucha global contra la "nueva pobreza", sus causas y sus insospechadas consecuencias.

Si somos capaces de derribar al régimen construido en base a nepotismo, corrupción, exclusiones, concentración del poder y reglas electorales fraudulentas. Pero para que todo esto comience a rodar es preciso que los intelectuales, los líderes sociales, las personas con vocación por lo público, los libres de Salta, eleven sus miras, abandonen la resignación y se den a la tarea de diseñar las instituciones y reglas que habrán de abrirnos las puertas a un futuro mejor para todos.

 

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