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El Banquete de Platón y la medicina

Sabado, 30 de diciembre de 2017 20:20

El banquete o El simposio es un diálogo escrito por Platón sobre los años 385370 a. C., y es uno de los diálogos más trabajados, apreciado tanto por su contenido filosófico como por su contenido literario. Versa sobre el amor y el erotismo. Es una obra clásica en filosofía como en literatura; rememora una cena en la que se han dado cita un grupo de “comensales” para mantener un discurso franco acompañados de música, bebidas, bailes y recitales. 
Uno de los invitados es Erixímaco, además de Alcibíades, Sócrates, Aristodemo, Fedro, Apolodoro, Diotima, Pausanias, Aristófanes y Agatón. El discurso de Erixímaco, que era médico, comienza cuando iba a empezar a hablar Aristófanes, pero justo en ese momento le da un ataque de hipo.
Erixímaco, amante de Fedro, es un médico pedante que representa el acercamiento científico al arte de la medicina. Sus referentes son Empédocles, Alcmeón de Crotona, que veía la diferencia entre salud y enfermedad en términos políticos (salud = isonomía / enfermedad = monarquía), e Hipócrates, que en “Sobre la antigua medicina” habla de repleción y vacuidad como lo que hay que considerar en la salud y la enfermedad.
El eros está en la naturaleza de los cuerpos; en lo sano / lo enfermo. La medicina rechaza lo enfermizo y ama lo sano. El médico será quien fomente los elementos sanos del cuerpo para la salud y evite los enfermos. 
Se trata de que elementos opuestos en los cuerpos se hagan amigos: los contrarios como lo seco y lo húmedo, por ejemplo. 
El médico será quien equilibre en ese eros doble el eros bueno y los elementos placenteros del malo.
Erixímaco cree que tiene que haber un arte médico que controle el azar. Sería como poder controlar a los dioses.
La medicina dice, controla a los seres vivos como en todo lo que nace sobre la tierra y, por decirlo así, en todo lo que tiene existencia, “me parece que lo tengo bien visto por la medicina, nuestro arte; comenzaré a hablar partiendo de la medicina, para honrar así a mi arte”. 
“La naturaleza de los cuerpos posee, en efecto, un doble Eros. Pues el estado sano del cuerpo y el estado enfermo son cada uno, según opinión unánime, diferente y desigual, y lo que es desigual desea y ama cosas desiguales. En consecuencia, uno es el amor que reside en lo que está sano y otro el que reside en lo que está enfermo”. 
Es hermoso y necesario favorecer en los cuerpos mismos a los elementos buenos y sanos de cada cuerpo, y éste es el objeto de lo que llamamos medicina, mientras que, por el contrario, es vergonzoso secundar los elementos malos y enfermos, y no hay que ser indulgente en esto, si se pretende ser un verdadero profesional. 
Pues la medicina es, para decirlo en una palabra, el conocimiento de las operaciones amorosas que hay en el cuerpo en cuanto a repleción (hacer que algo quede repleto o lleno) y vacuidad, y el que distinga en ellas el amor bello y el vergonzoso será el médico más experto. 

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El banquete o El simposio es un diálogo escrito por Platón sobre los años 385370 a. C., y es uno de los diálogos más trabajados, apreciado tanto por su contenido filosófico como por su contenido literario. Versa sobre el amor y el erotismo. Es una obra clásica en filosofía como en literatura; rememora una cena en la que se han dado cita un grupo de “comensales” para mantener un discurso franco acompañados de música, bebidas, bailes y recitales. 
Uno de los invitados es Erixímaco, además de Alcibíades, Sócrates, Aristodemo, Fedro, Apolodoro, Diotima, Pausanias, Aristófanes y Agatón. El discurso de Erixímaco, que era médico, comienza cuando iba a empezar a hablar Aristófanes, pero justo en ese momento le da un ataque de hipo.
Erixímaco, amante de Fedro, es un médico pedante que representa el acercamiento científico al arte de la medicina. Sus referentes son Empédocles, Alcmeón de Crotona, que veía la diferencia entre salud y enfermedad en términos políticos (salud = isonomía / enfermedad = monarquía), e Hipócrates, que en “Sobre la antigua medicina” habla de repleción y vacuidad como lo que hay que considerar en la salud y la enfermedad.
El eros está en la naturaleza de los cuerpos; en lo sano / lo enfermo. La medicina rechaza lo enfermizo y ama lo sano. El médico será quien fomente los elementos sanos del cuerpo para la salud y evite los enfermos. 
Se trata de que elementos opuestos en los cuerpos se hagan amigos: los contrarios como lo seco y lo húmedo, por ejemplo. 
El médico será quien equilibre en ese eros doble el eros bueno y los elementos placenteros del malo.
Erixímaco cree que tiene que haber un arte médico que controle el azar. Sería como poder controlar a los dioses.
La medicina dice, controla a los seres vivos como en todo lo que nace sobre la tierra y, por decirlo así, en todo lo que tiene existencia, “me parece que lo tengo bien visto por la medicina, nuestro arte; comenzaré a hablar partiendo de la medicina, para honrar así a mi arte”. 
“La naturaleza de los cuerpos posee, en efecto, un doble Eros. Pues el estado sano del cuerpo y el estado enfermo son cada uno, según opinión unánime, diferente y desigual, y lo que es desigual desea y ama cosas desiguales. En consecuencia, uno es el amor que reside en lo que está sano y otro el que reside en lo que está enfermo”. 
Es hermoso y necesario favorecer en los cuerpos mismos a los elementos buenos y sanos de cada cuerpo, y éste es el objeto de lo que llamamos medicina, mientras que, por el contrario, es vergonzoso secundar los elementos malos y enfermos, y no hay que ser indulgente en esto, si se pretende ser un verdadero profesional. 
Pues la medicina es, para decirlo en una palabra, el conocimiento de las operaciones amorosas que hay en el cuerpo en cuanto a repleción (hacer que algo quede repleto o lleno) y vacuidad, y el que distinga en ellas el amor bello y el vergonzoso será el médico más experto. 

Y el que logre que se opere un cambio, de suerte que el paciente adquiera en lugar de un amor el otro y, en aquellos en los que no hay amor, pero es preciso que lo haya, sepa infundirlo y eliminar el otro cuando está dentro, será también un buen profesional. Debe, pues, ser capaz de hacer amigos entre sí a los elementos más enemigos existentes en el cuerpo y de que se amen unos a otros. Y son los elementos más enemigos los más contrarios: lo frío de lo caliente, lo amargo de lo dulce, lo seco de lo húmedo y todas las cosas análogas. Sabiendo infundir amor y concordia en ellas, nuestro antepasado Asclepio, como dicen los poetas, aquí presente, y yo lo creo, fundó nuestro arte. La medicina, pues, como digo, está gobernada toda ella por este Dios y, asimismo, también la gimnástica y la agricultura. Lo que quería decir era que resulta de lo que anteriormente ha sido discordante, de lo agudo y de lo grave, no puede haber armonía de lo agudo y de lo grave cuando todavía son discordantes. 
Para cosechar el placer que se tiene no hay que provocar ningún exceso, de la misma manera que en nuestra profesión es de mucha importancia hacer buen empleo de los apetitos relativos al arte culinario, de suerte que se disfrute del placer sin enfermedad. Así, pues, también en la medicina y en todas las demás materias, tanto humanas como divinas, hay que vigilar, en la medida en que sea factible, a uno y otro Eros, ya que los dos se encuentran en ellas. Para obtener con suerte un Eros ordenado y recibir armonía y razonable mezcla, llegan cargados de prosperidad y salud para los hombres y demás animales y plantas, y no hacen ningún daño. Pero cuando en las estaciones del año prevalece el Eros desmesurado, destruye muchas cosas y causa un gran daño. Toda impiedad, efectivamente, suele originarse cuando alguien no complace al Eros ordenado y no le honra ni le venera en toda acción.
Esta confrontación dialéctica de todos y cada uno de los invitados a este banquete, de tan antiguo tan actual, habla claramente de las virtudes exigibles a un buen discurso que es una facultad del intelecto humano que permite inferir unas cosas de otras y que implica el uso de herramientas tales como la reflexión, el raciocinio y el uso de antecedentes y principios veraces que soportan lo que se dice; en todo caso, el discurso plagado de pensamientos, palabras y frases debe manifestar lo que se piensa o se siente. El discurso puede convertirse en doctrina, ideología, tesis o ser simplemente una opinión; muy pocas veces es auténticamente original o que pretenda ser revolucionario. El discurso es lenguaje en acción y pensamiento en acto; puede ser un acto solitario o como en este caso reunidos en simposio que examina y discute determinado tema.
El pensamiento de Erixímaco anticipa la psicología y la medicina psicosomática de Maimónides (1135-1204), Averroes (1126-1198) y la teoría psicoanalítica de Freud (1856-1939) en que el Eros representa los instintos más primitivos por satisfacer los deseos libidinosos, los de hambre y los de sed, es decir, las pulsiones de vida; mientras que Tánatos engloba los deseos por satisfacer los impulsos de destrucción y agresividad, ergo, las pulsiones de muerte. Ambos, Eros y Tánatos, están enmarcados en el Ello, una de las instancias de la freudiana composición de la psiquis humana, que la complementan las instancias del Yo y el Superyó.
 

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