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Necesitamos cambiar

Viernes, 05 de enero de 2018 20:41

El primer año de Mauricio Macri como presidente de la Nación fue sin dudas un año muy complejo. En efecto muchos de los analistas esperaban un inicio de mandato con cierto grado de shock en las medidas que se iban a llevar adelante aprovechando el capital político. Estas medidas finalmente se limitaron simplemente a algunas cuestiones puntuales (y no por eso sin importancia) como el fin del cepo cambiario y el arreglo con los holdouts. No mucho más dejaría el 2016 y el año que hemos dejado atrás fue un año signado por el proceso de elecciones. A partir del triunfo de octubre, las apuestas fuertes se centraban en que por fin llegaba el verdadero gobierno de Macri, las profundas reformas estructurales y los cambios paradigmáticos. Solo con mencionar los vaivenes que ha sufrido el camino de la reforma previsional (ya convertida en ley) es suficiente para entender el grado de incultura, la dejadez intelectual y el fanatismo por la nada de ciertos sectores que han dejado como resultado policías heridos, el espacio público en los alrededores del Congreso de la Nación completamente destruidos. Una imagen de decadencia que dio vuelta al mundo y un instante eterno de inestabilidad política y social sin precedente en estos dos años de gobierno.

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El primer año de Mauricio Macri como presidente de la Nación fue sin dudas un año muy complejo. En efecto muchos de los analistas esperaban un inicio de mandato con cierto grado de shock en las medidas que se iban a llevar adelante aprovechando el capital político. Estas medidas finalmente se limitaron simplemente a algunas cuestiones puntuales (y no por eso sin importancia) como el fin del cepo cambiario y el arreglo con los holdouts. No mucho más dejaría el 2016 y el año que hemos dejado atrás fue un año signado por el proceso de elecciones. A partir del triunfo de octubre, las apuestas fuertes se centraban en que por fin llegaba el verdadero gobierno de Macri, las profundas reformas estructurales y los cambios paradigmáticos. Solo con mencionar los vaivenes que ha sufrido el camino de la reforma previsional (ya convertida en ley) es suficiente para entender el grado de incultura, la dejadez intelectual y el fanatismo por la nada de ciertos sectores que han dejado como resultado policías heridos, el espacio público en los alrededores del Congreso de la Nación completamente destruidos. Una imagen de decadencia que dio vuelta al mundo y un instante eterno de inestabilidad política y social sin precedente en estos dos años de gobierno.

Hasta ayer Argentina era un país repleto de desafíos de cara al futuro. Hoy esos desafíos se han transformado en necesidades, y de las más imperiosas. El déficit fiscal abrumador, actualmente en un 4,2% del PBI o para tener una mayor percepción, unos 600.000 millones de pesos que el Estado gasta por sobre lo que obtiene en recursos. Estos son los recursos que se dilapidan por demás en un Estado ineficiente, inútil y prácticamente inservible, que destroza la riqueza ahogando al sector privado con impuestos, y que a pesar de ello los mismos no alcanzan para alimentar el monstruo estatal. Las promesas para este 2018 son las de terminar el año con un déficit fiscal primario del 3,2% del PBI. Una baja importante (y hasta contundente) si dejásemos de lado en análisis sobre los intereses que se generan por la nueva deuda pública y títulos del BCRA para lograr cubrir los desajustes fiscales y monetarios. Teniendo en cuenta esto, el déficit fiscal financiero seguramente supere los puntos del PBI, que si se le adicionase los déficit provinciales y municipales, el agujero fiscal asoma con la misma fuerza que lo hizo en las últimas crisis, especialmente en la mal recordada crisis del 2001. 

Otras de las necesidades que urgen es seguir atacando la inflación. El 2016 la inflación corrió cerca de los 40 puntos, entendida por la expansión monetaria realizada por el BCRA durante el año 2015 y además por el fin del cepo cambiario (donde el peso se devaluó un 50%) y cierto grado de quita de subsidios a las tarifas de energía. El 2017 y ya sin tantas razones que lo justifiquen, la inflación terminó el año en torno al 24%. Y para este 2018, luego de que el Gobierno prevea para todo el año una inflación en torno al 15% y el Banco Central fije sus metas en torno al 10% el Gobierno metió su larga y dañina cola dentro de la entidad autárquica dirigida por Federico Sturzenegger en un intento de alineamiento en las metas, haciendo que el Banco Central reconozca una meta de igual magnitud a la del Gobierno: un 15%. Sin duda, temas como la reforma laboral son claves para lograr cierto grado de competitividad que nos logre insertar en el mundo. Los costos laborales, la industria del juicio y las leyes obsoletas son un cóctel que va en contra de cualquier intento de competir en el mundo con nuestros productos. Igual, la reforma tributaria es aún está pendiente.

Argentina necesita transitar el camino de la transformación estructural. Crecer y desarrollarnos económica, social y culturalmente, transformando el Estado y dejando de maltratar al sector privado, el gran creador de riqueza. Nos merecemos dejar esta Argentina atrás y darle paso a la del futuro. Aún hay tiempo.
 

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