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21 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El reino actual de lo imaginario

Martes, 27 de noviembre de 2018 00:00

La verdadera grieta es la desarticulación entre lo simbólico debilitado y lo imaginario exacerbado, que hace que las personas ya no se soporten. . El reino actual de lo imaginario Por Antonio Ramón Gutiérrez Psicólogo y escritor El recorrido circular capitalista, en su ausencia de límites, ha producido el resquebrajamiento de las instituciones de lo simbólico, un debilitamiento del contrato civilizatorio y por ende un marcado deterioro de los lazos sociales. Lo que prevalece por consiguiente en las relaciones sociales es el registro de lo imaginario, la relación directa, no mediatizada por el lenguaje articulado, la presencia del otro en lo inmediato. Sabemos por el psicoanálisis que el “Yo” del sujeto es el lugar de las identificaciones imaginarias, que está constituido por saldos y retazos identificatorios y que, por estructura, es paranoico. El “Yo”, en su estado originario, antes de la mediación de lo simbólico, es paranoide, y hasta podríamos decir “fascista”.

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La verdadera grieta es la desarticulación entre lo simbólico debilitado y lo imaginario exacerbado, que hace que las personas ya no se soporten. . El reino actual de lo imaginario Por Antonio Ramón Gutiérrez Psicólogo y escritor El recorrido circular capitalista, en su ausencia de límites, ha producido el resquebrajamiento de las instituciones de lo simbólico, un debilitamiento del contrato civilizatorio y por ende un marcado deterioro de los lazos sociales. Lo que prevalece por consiguiente en las relaciones sociales es el registro de lo imaginario, la relación directa, no mediatizada por el lenguaje articulado, la presencia del otro en lo inmediato. Sabemos por el psicoanálisis que el “Yo” del sujeto es el lugar de las identificaciones imaginarias, que está constituido por saldos y retazos identificatorios y que, por estructura, es paranoico. El “Yo”, en su estado originario, antes de la mediación de lo simbólico, es paranoide, y hasta podríamos decir “fascista”.

Lobo del hombre

La tesis de Thomas Hobbes hablaba de “El hombre lobo del hombre” y de que sólo la civilización y el contrato social evitaban la ley de la selva. Freud, por su parte, en “El malestar en la cultura”, en concordancia con Hobbes, decía que el hombre tiene en sí una disposición a maltratar, humillar, explotar, someter al semejante. La diferencia entre Hobbes y Freud es que éste último no creía que la civilización fuera a traer la armonía y la concordia esperada, ya que el proyecto civilizatorio portaba consigo, además de la pacificación y la ley, un componente perturbador. De este modo, la violencia y el odio actuales no son restos de primitivismo que no alcanzaron a pasar por el tamiz civilizatorio, sino consecuencia del mismo movimiento civilizador que en su recorrido circular, por una vuelta sobre su eje, nos reenvía a lo imaginario y a la relación paranoide. Por ejemplo, el individuo primitivo, dominado enteramente por lo imaginario y la necesidad, ante la presencia del semejante tenía sólo dos opciones: atacar o huir. Creía que el otro con el que se cruzaba en el camino quería agredirlo. Imperaba entonces la sospecha, la desconfianza, el temor, el miedo. Hoy algo de eso ha retornado a la escena.

La grieta

Por eso la verdadera grieta de la que actualmente tanto se habla, no es únicamente la grieta producida por las identificaciones ideológicas generadoras de adhesiones y simpatías o antipatías políticas, sino fundamentalmente la desarticulación entre lo simbólico debilitado y lo imaginario exacerbado, o mejor dicho, la fractura constitutiva en el mismo plano del orden imaginario, que hace que las personas ya no se soporten, que las relaciones sociales sean efímeras y precarias, que impere la aversión y el odio al otro, la rabia en el vacío, el repudio a quienes buscan alojarse en el Otro de la cultura. Algo del retorno a la caverna quizá haya empezado a producirse.

Pareciera que el mundo comenzara a acontecer por el lado del “Más allá del principio del placer” descrito por Freud. Ya no es seguro que el congénere con el que nos cruzamos en la calle no quiera atacarlos, robarnos, matarnos. No es seguro que los balcones no vayan a caerse a nuestro paso. No es seguro que siga funcionando la ley de la gravedad y que los planetas conserven sus órbitas. Esta declinación simbólica, facilitada por la fase actual capitalista, es aprovechada por quienes controlan hoy el planeta, que a través de agentes de la propaganda política, de trolles cibernéticos, etc., apelan astutamente al sentimiento de desconfianza y sospecha propio de la época, logrando así, mediante la operación de “demonización” mediática, colocar a los adversarios políticos en el punto de confluencia de todas las frustraciones y malestares imaginables de los votantes, en el punto hacia donde se dirige la suma del odio y la aversión. La democracia formal al servicio de lo imaginario y de la lucha por el puro prestigio. Freud decía en “El Malestar en la Cultura”, que uno de los lugares por los que amenaza la infelicidad es por la relación con los otros; que si hay algo complicado en este mundo es la relación interpersonal. Siempre fue difícil la armonía en la convivencia social, pero hoy todo eso está exacerbado, en carne viva, a cielo abierto y han comenzado a caer los acuerdos y los puntos de referencia universales. Muchas veces podemos observar, por ejemplo, cómo algunos movimientos de izquierda y populistas, al menos en algunos puntos, parecieran ser astillas de un mismo palo que las derechas, dado que repiten aquello mismo que repudian, las mismas lógicas a las que se oponen, la misma falta de sujeción, la misma errancia, la misma anomia, la misma dispersión, el no reconocimiento del otro, inclusive el combate al aliado que está en el mismo barco.

Paranoides

Porque la posición paranoide no respeta izquierdas ni derechas, ni arriba ni abajo. Esto no implica, por supuesto, abandonar las luchas, los intentos emancipadores, las reivindicaciones o las diferencias ideológicas, etc., sino, por el contrario, recobrar la singularidad grupal (valga el oxímoron), lo que identifica y diferencia de las posiciones opuestas. Porque si no, los conflictos y los enfrentamientos proliferan, no sólo entre una posición política y otra, sino lamentablemente dentro de un mismo espacio político e identitario, lo cual paraliza, impotentiza, dispersa, acabando todo dentro de una misma bolsa de gatos enfurecidos e indiferenciados por esta época que todo lo desvirtúa, lo empareja, lo borra, lo desaparece, lo deshistoriza. En síntesis, el otro, el semejante, es visto como una amenaza para nuestros objetos y modalidades de goce y algunos creen que ese otro les quiere robar o plagiar o apropiarse de sus ideas, de sus pertenencias materiales, intelectuales, etc. Sobre este estado de cosas, sobre esta organización paranoide propia del registro de lo imaginario, se asientan hoy las propuestas fascistas de cierta derecha servil al mercado que en realidad son vertientes represivas del capitalismo actual (fascismo que no es el mismo que el de los años 20 a los años 40) contra opositores y adversarios políticos. Y los bolsonaros festejan, mientras las comitivas de sufrientes se hunden en los pantanos de lo imaginario, en el fango sin mediatizaciones.

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