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Desnudan graves falencias del Estado por el asesinato Andrea Neri

“Chirete” Herrera comenzó a ser juzgado por matar salvajemente a su pareja en Villa Las Rosas.Para la fiscalía penal, el Servicio Penitenciario no protegió a la joven de 19 años.
Martes, 20 de marzo de 2018 00:00

Con la lectura de la requisitoria fiscal quedó en evidencia, una vez más, la responsabilidad del Estado en el caso del doble femicida de las cárceles de Salta. La situación se agrava por el hecho de que a la joven Andrea Neri no la mataron en la calle, en alguna vivienda particular ni en confusas circunstancias. La asesinaron de manera salvaje en el interior de una institución del Estado, como el Servicio Penitenciario Provincial, donde se supone que un episodio de esta magnitud no podría ocurrir por tratarse de un lugar donde trabajan personas expertas en materia de seguridad. Pero el grado de negligencia se potencia más aún si se tiene en cuenta que el imputado, Gabriel Roberto Herrera (a) "Chirete", contaba con los antecedentes de haber asesinado, en 2006, a su primera pareja en la unidad carcelaria de Metán y de golpear, en 2012, a otra de sus enamoradas, además de purgar condenas por robo a mano armada y de ser un adicto a las drogas.

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Con la lectura de la requisitoria fiscal quedó en evidencia, una vez más, la responsabilidad del Estado en el caso del doble femicida de las cárceles de Salta. La situación se agrava por el hecho de que a la joven Andrea Neri no la mataron en la calle, en alguna vivienda particular ni en confusas circunstancias. La asesinaron de manera salvaje en el interior de una institución del Estado, como el Servicio Penitenciario Provincial, donde se supone que un episodio de esta magnitud no podría ocurrir por tratarse de un lugar donde trabajan personas expertas en materia de seguridad. Pero el grado de negligencia se potencia más aún si se tiene en cuenta que el imputado, Gabriel Roberto Herrera (a) "Chirete", contaba con los antecedentes de haber asesinado, en 2006, a su primera pareja en la unidad carcelaria de Metán y de golpear, en 2012, a otra de sus enamoradas, además de purgar condenas por robo a mano armada y de ser un adicto a las drogas.

Eran las 9.10 cuando Herrera ingresó con una celosa custodia a la Sala de Grandes Juicios de Ciudad Judicial. Apenas se sentó, alguien del público le gritó: "Asesino, maldito". Estaba tieso, sin expresión en el rostro y permaneció casi todo el tiempo con la mirada clavada en piso. Recién reaccionó, y no de la mejor manera, cuando el presidente del Tribunal de Juicio, Guillermo Pereyra, le pidió que se identificara. "¿Qué usted no saber leer?", respondió con prepotencia. Y luego, apuntando con el dedo índice a los cinco guardiacárceles que están imputados junto a él, preguntó con rebeldía: "¿Por qué ellos no están presos?"

"Chirete" Herrera asesinó a Andrea Neri, de 19 años, el 5 de enero de 2017 en la celda 372 del pabellón "E" del penal de Villa Las Rosas. La mujer lo visitó para un encuentro íntimo. Ingresó a la celda con el pequeño hijo de ambos, de dos meses de edad. Andrea lo había conocido tres años antes, cuando junto a su madre concurrió al penal para visitar a dos primos que estaban presos, quienes compartían el mismo pabellón que Herrera. El homicida la esperó con una gubia, un elemento de carpintería que se utiliza para cavar madera. Estaba enfermo de celos luego de haber visto una foto de Andrea con un hombre en la página de Facebook. La agredió a golpes de puños en el baño y luego la introdujo por la fuerza a su celda, donde le aplicó 36 heridas punzo cortantes, la mayoría en el cuello. Luego de saciar su sed asesina, Herrera salió con las manos ensangrentadas y con el bebé en sus brazos. Para no dejar dudas acerca de la culminación de su obra macabra grito: "La maté, la maté". Y agregó: "La maté porque me carnereaba".

De acuerdo con la investigación fiscal, el ataque a la chica pudo haber sido evitado si el Servicio Penitenciario hubiera cumplido con los mecanismos de seguridad que la ley y los reglamentos internos imponen al personal. Juan Domingo Ortiz, compañero de pabellón de "Chirete", contó que la escena empezó en el baño, adonde el homicida condujo, primero, a la víctima. Refirió que en dos o tres oportunidades escuchó que Andrea dijo: "No, no...". Luego observó que Herrera la llevó a los empujones hasta la celda y advirtió que la joven, con el bebé en sus brazos, se resistía a ingresar apoyando un pie en el marco de la puerta. "Me detuve a ver qué pasaba, pero la chica no decía nada, porque de haberme pedido ayuda hubiera intervenido", declaró el testigo. En esos momentos la radio y la televisión estaban a todo volumen, mientras la lluvia golpeaba con fuerza las chapas, lo que impedía escuchar los pedidos de auxilio. Todo se presentó a pedir de boca del femicida.

Ortiz señaló que luego tuvo que salir porque llegaron sus hijas a visitarlo y que en la puerta se encontró con el celador Nelson Alexander Cardozo, a quien le advirtió lo que estaba pasando con la pareja. "Ese anticoncha está golpeando a la chica", le expresó. "Bueno", le respondió el guardiacárcel y cerró la puerta quedándose afuera, sin darle importancia a su advertencia. Por su negligente proceder Cardozo está imputado del delito de "abandono de persona seguido de muerte" y podría ser condenado de 5 a 15 años prisión. Junto a él, también procesados por incumplimiento de los deberes de funcionario público, el directo del penal, Juan Carlos Gutiérrez; el responsable de seguridad externa, Fernando Daniel Velázquez; el jefe del departamento de vigilancia, José Luis Ávalos, y el jefe de pabellón, Héctor Agustín Franco.

De acuerdo a como está planteado el proceso propiamente dicho, todo indica que lo de Herrera, de 39 años, podría quedar relegado a un segundo plano. En torno a él los jueces no tendrán nada que auscultar ni debatir, porque los testimonios son lapidarios y porque confesó el femicidio. En lenguaje criollo podría decirse que lo suyo "está cocinado", que no tiene ninguna posibilidad de evitar una segunda condena a perpetua.

Gozaba de ciertos privilegios

La Fiscalía de Graves Atentados con las Personas determinó que “Chirete” gozaba de ciertos privilegios que otros presos no tenían, pese a los graves antecedentes que tenía. Al femicida se le permitió el uso de celulares y por ello tenía acceso a Facebook. Todo indica que fue a través de esta página que vio una foto de Andrea Neri con un muchacho, y que esto habría sido el desencadenante de la violenta agresión. En el pabellón donde estaba alojado había otros cinco acusados por violencia de genero, pero ninguno por homicidio. Sin embargo, no se les permitía contar con ningún aparato de comunicación. 
También se sospecha que a Andrea Neri se le permitía ingresar al penal cuando era menor de edad y que en esa condición la habrían autorizado, incluso, a tener encuentros íntimos con Herrera. Otro detalle que no deja de llamar la atención fue la actitud de las autoridades penitenciarias cuando en una oportunidad se prohibió el ingreso de la joven al penal. La medida fue dispuesta luego de que un primo, que estaba detenido, advirtió las frecuentes visitas que la chica hacía a Herrera. Como conocía los antecedentes de este pensó que la joven estaba en riesgo. A raíz de esta situación el homicida inició una huelga de hambre. Fue así que por disposición del jefe de pabellón, Héctor Franco, y con la anuencia del director del penal, Juan Carlos Gutiérrez, se dejó sin efecto dicha prohibición. Los investigadores pudieron establecer, además, que había un manejo discrecional de algunas herramientas que los presos llevaban a sus celdas para realizar trabajos de carpintería, tales como talladores de madera, martillos, sierras, entre otros. Incluso se les facilitaba un cuchillo durante las visitas.
Lo que los jueces del tribunal, Guillermo Pereyra, Mónica Muksdi y José Luis Riera deben determinar es por qué pasó lo que pasó. La sociedad necesita saber por qué en una institución del Estado un sujeto pudo repetir con tanta impunidad la misma historia de 2006, cuando durante una visita íntima, y también por cuestiones de celos, estranguló a Verónica Castro, madre de sus dos hijos, en la cárcel de Metán. El 30 de mayo 2012 intentó hacer lo propio con otra de sus parejas, Irma Rosana Durán, en Villa Las Rosas, pero la mujer logró ponerse a salvo luego de ser golpeada. "A Andrea la maté por celos y a Verónica, por amor", sentenció "Chirete".

 

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