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El peligro iraní genera una inesperada alianza

Miércoles, 11 de abril de 2018 00:00

Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos avanzan en la gestación de una triple alianza contra Irán. Las declaraciones de Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita y hombre fuerte del reino petrolero, acaban de señalar que "el pueblo judío tiene derecho a un estado nación al menos en parte de su tierra ancestral". Confirmó así una nueva convergencia estratégica, fundada en la convicción sobre la necesidad de frenar la expansión del Irán chiíta en Medio Oriente, que amenaza por igual la existencia de Israel y la estabilidad de las monarquías petroleras sunitas.

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Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos avanzan en la gestación de una triple alianza contra Irán. Las declaraciones de Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita y hombre fuerte del reino petrolero, acaban de señalar que "el pueblo judío tiene derecho a un estado nación al menos en parte de su tierra ancestral". Confirmó así una nueva convergencia estratégica, fundada en la convicción sobre la necesidad de frenar la expansión del Irán chiíta en Medio Oriente, que amenaza por igual la existencia de Israel y la estabilidad de las monarquías petroleras sunitas.

"Peor que Hitler"

Según Salman, el régimen chiíta iraní "es peor que Hitler", porque "trata de conquistar al mundo".

Pero el príncipe heredero, protagonista de un proceso gradual de liberalización política en un país fuertemente anclado en la tradición islámica, tiene además una visión muy nítida acerca de la mutación del escenario regional que convierte a Irán, y ya no a Israel, en el principal enemigo de su reino.

Con esa certeza, coincidió con el mandatario estadounidense Donald Trump en una demoledora crítica a las consecuencias del acuerdo nuclear suscripto durante la presidencia de Barack Obama entre Irán y el llamado "grupo de los 5 + 1", integrado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) y Alemania, cuya firma fue rechazada desde un principio por Arabia Saudita e Israel. Para Salman, "desde el mismo día de su firma, todos se han dado cuenta que el acuerdo ha causado más caos y guerra y que aumentó el dominio del régimen iraní dentro y más allá de sus fronteras". Sobre los esfuerzos diplomáticos de la Unión Europea por salvar la subsistencia del tratado, cuestionada por la Casa Blanca, señaló: "Toda Europa puede inclinarse ante el Guía Supremo de Teherán y continuar trabajando con él, pero nosotros tendremos la última palabra junto con nuestros aliados y socios respecto de neutralizar su conducta a favor del terrorismo".

Para explicitar su postura, destacó: "El problema no radica en el acuerdo en sí, sino en la naturaleza del régimen iraní. Los estadounidenses están luchando en Irak y Siria debido a la infiltración de Irán allá. Arabia Saudita está luchando en Yemen para defenderse y salvar a Yemen del golpe respaldado por Irán". En otros términos, Ryad no está dispuesta a convalidar la expansión militar del régimen chiíta, que utilizó su participación en la coalición internacional creada para eliminar a ISIS en sus "territorios liberados" de Siria e Irak para establecer enclaves abiertos o encubiertos a lo largo de un extenso corredor que atraviesa el territorio árabe y conecta a Irán con las fronteras de Israel, con Siria y El Líbano. No es una preocupación infundada. Irán tiene hoy un gobierno amigo en Irak, que está a cargo de una alianza política con mayoría chiíta, mantiene una presencia determinante en El Líbano, donde las milicias chiítas de Hezbollah ganaron un espacio decisivo en la coalición gubernamental, y adquirió una presencia determinante en Siria, puesto que es el principal aliado del régimen de Bashar al-

Assad, representante de la minoría alawita, una secta islámica minoritaria aliada a los chiítas iraníes, y gana terreno en Yemen, donde respalda a una de dos fracciones enfrentadas en una sangrienta guerra civil. Este posicionamiento privilegiado coloca a Teherán en excelentes condiciones para atacar militarmente a Israel o a las monarquías petroleras del Golfo Pérsico.

Enemigos de mis enemigos

El gobierno israelí de Benjamín Netanayahu viene trabajando pacientemente desde hace años para articular una alianza con Arabia Saudita contra la expansión iraní. Pero hubo tres cambios políticos que aceleraron la aproximación. El primero, ocurrido a comienzos de 2015, fue el ascenso del Salman en Arabia Saudita. El segundo, en noviembre de ese año, la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses. El tercero, en febrero, el desmantelamiento de ISIS, que modificó el tablero geopolítico regional.

Hace un año, el Ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, ya había exhortado a constituir una "OTAN árabe" para enfrentar al enemigo común. "Ya es hora de organizar una alianza formal, una coalición de todas las fuerzas moderadas del Cercano Oriente contra el terror", proclamó entonces Lieberman. Aseguró también que "los países sunitas se dan cuenta de que la amenaza más grande no emana de Israel y del sionismo sino de Irán" y agregó que "para sobrevivir, los países árabes necesitan a Israel más que lo que Israel necesita a ellos".

El reconocimiento

Recién ahora aquella apelación encuentra eco público en la contraparte. En sus resonantes declaraciones, el príncipe heredero saudí derrochó expresiones de reciprocidad y tolerancia: "Nuestro profeta Mahoma se casó con una mujer judía. No solo un amigo: se casó con ella. Sus vecinos eran judíos. Hay muchos judíos viviendo en Arabia Saudita, procedentes de América, procedentes de Europa. No hay problemas entre cristianos, musulmanes y judíos".

Este deshielo diplomático, así como sus causas, se exhibió claramente en la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, realizada en febrero pasado, donde Netanyahu y el canciller saudí, Adel al Jubeir, coincidieron en acusar al régimen chiíta de expansionismo militar y denunciaron la peligrosidad del acuerdo nuclear con Irán. Lo que antes eran contactos subterráneos y especulaciones periodísticas ahora son manifestaciones públicas.

Sería imposible subestimar la importancia de la participación norteamericana en este viraje saudita. Como producto de la presión de las bases evangélicas, que constituyen la columna vertebral de su electorado, Trump es el presidente más pro-israelí de la historia de Estados Unidos y desde su llegada a la Casa Blanca se empeñó en convencer a las monarquías árabes del papel clave que podría cumplir el Estado judío en la estabilización política del Medio Oriente.

La mayoría de los analistas indican que el punto de condensación de esta nueva triple alianza será en el Líbano, donde tanto Israel como Arabia Saudita pretenden eliminar la influencia de Hezbollah, que Washington tipifica como "organización terrorista".

La Triple Frontera

Aunque parezca un escenario lejano, la referencia tiene implicancias directas para la región, por el interés de Estados Unidos de controlar la presunta actividad de Hezbollah en la Triple Frontera y más específicamente para la Argentina por su conexión a las causas judiciales derivadas del atentado contra la AMIA, incluidas las vinculadas con el acuerdo bilateral argentino - iraní suscripto durante el gobierno de Cristina Kirchner y con el esclarecimiento de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El mundo es más chico que lo que parece.

 

 

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