Estamos finalizando mayo y se puede afirmar que estos primeros meses de 2018 han sido bastante movidos en lo que a economía se refiere, pero que también parecería que ya empiezan a definir cómo evolucionará lo que queda de este año, a nivel nacional como provincial.
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Estamos finalizando mayo y se puede afirmar que estos primeros meses de 2018 han sido bastante movidos en lo que a economía se refiere, pero que también parecería que ya empiezan a definir cómo evolucionará lo que queda de este año, a nivel nacional como provincial.
En el orden nacional, el gradualismo económico imperante, que implicaba apuntalar un crecimiento económico que vaya disminuyendo porcentualmente el gasto público en relación a los ingresos del Estado, fue puesto bajo presión.
Tanto por factores externos (suba de tasa de interés en los Bonos a 10 años en EEUU), como por factores internos cambiarios (dólar subvaluado, mal manejo inicial de la crisis cambiaria) y estructurales - señales de que el déficit público y el déficit de cuenta corriente (lo que vendemos al mundo menos lo que nos vende el mundo) son más difíciles de solucionar de lo que se preveía inicialmente.
El inicio de negociaciones con el FMI, brindaría los dólares necesarios para seguir adelante al menos hasta fines del 2019 con el mismo plan gradualista (pero a mayor velocidad), lo que dotó de cierta previsibilidad a las variables macroeconómicas. Ello, sumado a un precio local del dólar mucho más competitivo a nivel internacional, permitiría contar con el tiempo necesario para ir normalizando la economía y transitar medianamente tranquilos lo que queda de este mandato nacional.
Falta ver cómo repercuten los nuevos valores de tarifas y del dólar en el resto de la economía para poder cuantificar el impacto inflacionario a futuro (9,6% fue la suba en el IPC - inflación hasta abril inclusive). La canasta básica para no ser pobre en abril fue de $18.258 (familia de cuatro miembros, dos adultos y dos menores); esa familia, para no ser indigente, debió ganar $7.132.
Desde un punto de vista provincial, hay que hacer dos análisis, el de la economía privada provincial, que terminó un 2017 con varios números positivos (construcción, venta de inmuebles, autos, motos, etc.) y que en los primeros meses de 2018 tuvo un comportamiento dispar, faltando todavía cuantificar el impacto de la suba de impuestos provinciales, y de la suba de precios general (en NOA, según INDEC, la inflación fue del 9,8% hasta abril inclusive).
En tanto el gobierno provincial se propuso en 2018 como objetivo, disminuir el déficit presupuestario generado por los anteriores funcionarios de este mismo gobierno.
Los actuales funcionarios tomaron una serie de medidas para llegar a fines de 2019 con las cuentas provinciales ordenadas. Suba de impuestos, blanqueos impositivos, inicio de trámites jubilatorios, y eliminar prebendas de anteriores funcionarios (almuerzos gratis, viajes sin mucho control, etc.) son parte de las medidas tomadas para lograrlo.
Obviamente, con todos los cañones puestos en disminuir el déficit público provincial, se complica notoriamente trabajar otros objetivos más estructurales que demandan fondos, como por ejemplo promover el crecimiento económico o bien mejorar la infraestructura provincial.
Con estos panoramas económicos tanto a nivel nacional como provincial, falta incorporar una nueva variable política que aparece con fuerza a partir del final del Mundial de fútbol, y es que comienza la carrera eleccionaria para el 2019. A nivel nacional el oficialismo va a querer consolidar su gestión con cuatro años más, mientras que a nivel provincial, luego de 12 años, y sin posibilidad de reelección, se avizora un cambio de ciclo.
Cómo van a impactar en la economía todas las decisiones políticas que se tomen en virtud de las elecciones del próximo año es algo que todavía está por verse.